Gulag

Así es la temida cárcel en la que Navalni cumple condena: estrictos controles y ni una sola fuga

El opositor ruso denuncia que pasará los próximos dos años y medio encerrado en un «verdadero campo de concentración» ruso. Putin controla ahora todos los movimientos de su peor enemigo

El opositor ruso Alexei Navalni, de 44 años, ya forma parte de la lista de habitantes de la Colonia Correccional Nº2 (IK-2 en ruso) de Pokrov
El opositor ruso Alexei Navalni, de 44 años, ya forma parte de la lista de habitantes de la Colonia Correccional Nº2 (IK-2 en ruso) de PokrovErnest MezakEFE

Las cárceles rusas que se encuentran fuera de los núcleos de población reciben el nombre de colonias. Tal y como suena, en ruso. Aunque el tema carcelario, como herencia del Gulag soviético, sigue siendo un incómodo tabú para la sociedad rusa y pocos han dado solución al por qué de este vocablo, otros sí pueden establecer cierta conexión con la palabra primigenia, que llamaba así a los centros de internamiento ideados por Stalin como zonas para la colonización en lugares recónditos, todavía deshabitados dentro de un país, como lo fue la Unión Soviética, ciertamente inabarcable.

El pasado lunes, Alexei Navalni, de 44 años, dio a conocer a través de su cuenta en Instagram que había pasado a engrosar la lista de habitantes de la Colonia Correccional Nº2 (IK-2 en ruso) de Pokrov, en la región de VladImir, a unos cien kilómetros al noreste de Moscú. El preso más famoso de Rusia había sido trasladado unos días antes a dicho centro penitenciario y, tras varios días en cuarentena, fue autorizado a hablar con su abogado, a quien le hizo las declaraciones que más tarde aparecieron en sus redes sociales junto con una fotografía del opositor ruso en la que se puede apreciar el rapado de su cabeza, siguiendo la norma de las cárceles del país, en las que todos son iguales.

Carcel rusa IK-2
Carcel rusa IK-2Tania Nieto

«Debo admitir que el sistema penitenciario ruso ha logrado sorprenderme. Nunca imaginé que fuera posible construir un verdadero campo de concentración a 100 kilómetros de Moscú», publicaba un Navalni tan sorprendido por las medidas de seguridad, como por la falta de violencia de la que se había hablado semanas antes de su internamiento. «Los métodos han cambiado y ni siquiera puedo recordar un lugar donde todos hablen con tanta cortesía. Llamo a mi nuevo hogar nuestro amistoso campo de concentración», apostillaba el activista, que podría pasar los casi dos años y medio de condena que le restan en ese centro de internamiento.

Las normas de la Colonia Correccional Nº2 de Pokrov no difieren mucho de las de otros centros penitenciarios rusos, construidos a prueba de fugas y con un régimen interno estricto que obliga a los reclusos a ganarse el pan con trabajos dentro de la cárcel. A las tareas típicas de cocina, limpieza o biblioteca, se suman los trabajos especializados en pequeñas fábricas situadas en las colonias que pueden producir desde tableros de ajedrez a objetos de souvenir, que después se venden y contribuyen al mantenimiento de los centros, ofreciendo a los internos un sueldo con el que poder comprar en sus economatos productos de alimentación o tabaco.

Los reclusos cumpliendo condenas por delitos menos graves y sin castigos por desobediencia pueden circular por el interior de las zonas en las que siempre hay grandes espacios abiertos, por encontrarse en medio de la naturaleza. Asimismo, están permitidas las visitas de abogados y familiares, la correspondencia y las llamadas telefónicas limitadas en las cabinas habilitadas, quedando terminantemente prohibido el uso de ordenadores o teléfonos móviles. Al tratarse de cárceles de máxima seguridad (en Rusia prácticamente todas lo son) los recuentos son constantes, reportando con fotografías el estado de los habitantes de la colonia.

Seguramente, Navalni no imaginaba al volver a Rusia el 17 de enero, que pasaría la primavera dentro de un centro de internamiento, sin apenas contacto con el exterior, después de haber pasado varios meses en Alemania y con la oferta de quedarse allí por parte de las autoridades germanas. Nada más llegar a Moscú fue detenido en el mismo aeropuerto de Sheremetevo hasta que el 1 de febrero un juzgado de la capital rusa estableció que Navalni, condenado a tres años y medio de prisión por incumplimiento de contrato y lavado de dinero por el caso Yves Rocher en 2014, debería pasar el resto de condena pendiente, dos años y medio, en un centro de internamiento al haber violado los términos de la libertad condicional.

Desde el regreso de Navalni a Rusia, el activista ha organizado varias manifestaciones en todo el país que se han saldado con centenares de detenidos. El caso Navalni ha provocado el distanciamiento entre Rusia y la UE, que condena el trato al opositor y la pérdida de libertades en Rusia con una serie de sanciones a Moscú que, de momento, no han sido respondidas desde el Kremlin. En septiembre tendrán lugar en Rusia elecciones legislativas, a las que no podrá concurrir Navalni, ni ningún partido formado por él pero desde Moscú esperan la vuelta a las calles de sus seguidores.