¿Torturado?

“A mi hijo le han roto la nariz”, avisa el padre del periodista bielorruso “secuestrado”

El Gobierno de Lukashenko difunde un vídeo en el que Roman Protasevich admite su responsabilidad en las protestas contra el presidente del país

«Buenas tardes, me llamo Roman Protasevich. Ayer fui detenido por funcionarios del Ministerio del Interior en el aeropuerto nacional de Minsk». Así comenzaba el vídeo, de apenas medio minuto, difundido por las autoridades bielorrusas en el que el bloguero Roman Potrasevich aparece en lo que podría ser una habitación para interrogatorios admitiendo los delitos de los que le acusa el régimen de Alexander Lukashensko, que no son otros que los de haber organizado las protestas contra el presidente y por los que podría ser condenado a 15 años de prisión.

Para su padre, Dzmitri Protasevich, los comentarios del vídeo parecían ser el resultado de la coacción. «Es probable que su nariz esté rota, porque la forma ha cambiado y tiene mucho maquillaje. Todo el lado izquierdo de su cara tiene maquillaje», dijo el padre de Protasevich a Reuters.

Poco más se ha sabido del periodista, desde que el domingo fuese detenido en Minsk, junto con su novia, Sofía Sapega, después de que el Gobierno desviase el vuelo en el que viajaba desde Atenas en dirección a Vilna con 120 pasajeros a bordo obligando a realizar un aterrizaje de emergencia ante una amenaza de bomba que resultó ser falsa. La indignación de la comunidad internacional no se ha hecho esperar. El cerrojazo a la celda del periodista opositor ha sido respondido por otro de no menos contundente por parte de la UE a Bielorrusia, acordando el lunes prohibir sobrevolar el espacio aéreo comunitario y aterrizar en sus aeropuertos a las compañías bielorrusas, además de pedir a las europeas evitar el espacio aéreo de la ex República soviética.

Pocas horas después, en el mapa a tiempo real de vuelos en Europa se podía apreciar la casi falta de aviones sobrevolando el espacio bielorruso. Además del boicot, Bruselas también anunció la congelación de 3.000 millones de euros de ayudas a Minsk, lo que equivale a una revisión de las relaciones bilaterales sumidas en un clima de desconfianza que ha llegado a su punto más crítico. Seguramente, Lukashenko, en el poder desde 1994, supo pronosticar el alcance de su acción sin importarle mucho la reacción de Occidente, sabedor de que Rusia sigue estando de su parte. El presidente bielorruso había sabido equilibrar esa relación con Bruselas, de donde ha sacado jugosas ayudas y ventajosos acuerdos, y con Moscú, que le proporciona la energía y el gas que su país necesita a precios irrisorios hasta que en agosto se celebraron las presidenciales.

Unas elecciones salpicadas por la sombra del fraude, que a lo mejor no necesitaba el eterno presidente para continuar en el poder, pero que hizo saltar las alarmas en Europa ante el juego irregular de Lukashenko, que persiguió a sus opositores hasta encarcelarlos u obligarlos a abandonar el país. La mayor parte de ellos viven actualmente en países de la UE y presionan para que la Bruselas aplique sanciones al «último dictador de Europa». El líder bielorruso se aferra al apoyo demostrado por Moscú, que sin duda se ha incrementado en los últimos meses mirando de reojo un aislamiento internacional que ya es un hecho.

Hoy mismo, el Gobierno bielorruso expulsó oficialmente al embajador de Letonia en Minsk y a todo el personal que hasta ahora prestaba sus servicios en la delegación diplomática tras acusarlos de «insultar» la bandera nacional en Riga, donde actualmente se está disputando el mundial de hockey sobre hielo. El ministro de Exteriores bielorruso, Vladimir Makei, convocó al embajador letón, Einars Semanis, y le dio 24 horas para abandonar Bielorrusia por lo que consideran una falta de respeto a su país después de que el lunes en Riga el alcalde y el ministro de Exteriores sustituyeran la bandera de Bielorrusia, cuyos colores oficiales son el verde y el rojo, porla rojiblanca utilizada por la oposición durante las protestas por el pucherazo electoral.

Durante la campaña, el banquero Viktor Babariko y el bloguero Serguei Tijonovski, ambos candidatos, fueron encarcelados y a día de hoy siguen privados de libertad. La esposa de este último, Svetlana Tijonovskaya, recogió el testigo de su marido y se convirtió en un símbolo de la oposición junto con María Kolesnikova, colaboradora de Babariko, y Veronika Tsepkalo, esposa del ex diplomático y candidato Valeri Tsepkalo, (que huyó a Moscú tras recibir amenazas), consiguiendo un fuerte apoyo. Días después, Svetlana escapó a Lituania con sus hijos. Durante las protesta fueron detenidas más de 35.000 personas.

Otra ley mordaza

El último movimiento del líder bielorruso fue la aprobación de una ley que prohíbe a la prensa informar sobre las protestas opositoras no autorizadas. Según esta nueva disposición, «se prohíbe la cobertura en tiempo real de las manifestaciones que violen el orden establecido, con fines de difusión o propaganda. Esta prohibición se extenderá a los periodistas». Se impide la difusión de encuestas sobre temas sociopolíticos «realizadas sin la debida acreditación» y la difusión de enlaces a páginas web con «información prohibida», informó el canal de Telegram del servicio de Prensa del presidente.

Además, el fiscal general y los fiscales regionales tendrán derecho a bloquear las páginas web que contengan «propaganda de actividades extremistas o llamados a realizar este tipo de actividad», como califican las autoridades a las protestas opositoras.