Cambio de partido

El laborista Albanese toma posesión como primer ministro de Australia

Se ha comprometido a cambiar la política climática y a reparar la relación con Francia tras cancelar un acuerdo de compra de submarinos por valor de 90.000 millones de dólares

El nuevo primer ministro de Australia, Anthony Albanese
El nuevo primer ministro de Australia, Anthony AlbaneseDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

El líder laborista, Anthony Albanese, ha jurado este lunes el cargo como primer ministro de Australia, y ha asegurado que su principal propósito es dirigir un gobierno “valiente, trabajador y solidario como el pueblo”. A sus 59 años, Albanese ha asumido el cargo como 31º primer ministro australiano y ha dicho en su cuenta de Twitter: “Me siento profundamente honrado de servir a Australia como primer ministro. Quiero unir a la gente y dirigir un gobierno que sea tan valiente, trabajador y solidario como el pueblo australiano. Ese trabajo comienza hoy”.

Asimismo, Penny Wong ha jurado el cargo titular de Exteriores, Richard Marles como ministro de Empleo y viceprimer ministro de Australia, Jim Chalmers y Kathy Gallagher han tomado posesión como encargados de la carteras del Tesoro y de Finanzas, respectivamente. Uno de los apartados que ha distinguido en campaña la propuesta de su Partido Laborista es el de política exterior. Albanese se ha comprometido a reconstruir las deterioradas relaciones con Francia, a quien Morrison enfureció al cancelar un acuerdo de submarinos de 90.000 millones de dólares a favor del llamado “pacto de seguridad AUKUS” con Estados Unidos y Reino Unido.

Actualmente, Albanese se encuentra en un avión rumbo a Japón con la ministra de Asuntos Exteriores, Penny Wong, para asistir a la cumbre de los líderes del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad). La cumbre comenzará el martes en Tokio y contará también con la participación del primer ministro japonés, Fumio Kishida, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro de India, Narendra Modi.

La vida de Albanese

Con un tono conciliador y promesas de avanzar hacia un cambio de estilo en la gobernanza de Australia, Albanese, procedente de una familia monoparental humilde, devolvió a los laboristas al poder. Con más de 25 años como legislador en el Parlamento, “Albo”, como se le conoce a este político de 59 años, se definió durante la campaña electoral como un “constructor”, en contraste con la admisión del otrora primer ministro, el liberal Scott Morrison, de ser una “apisonadora” por su estilo intimidatorio.

Su talante negociador salió a relucir durante el convulso período de gobierno laborista -entre 2007 y 2013 cuando Kevin Rudd y Julia Gillard se alternaron el poder por disputas internas de su partido- cuando tuvo que buscar el apoyo de otras fuerzas políticas para la aprobación de las leyes de entonces.

Ya sea que los laboristas obtengan 76 escaños que les permitan la mayoría en el Parlamento de 151 escaños, donde se forma gobierno, o deban realizar alianzas para gobernar en minoría, Albanese espera liderar “el cambio” en las políticas sociales y climáticas promoviendo “la unidad y el optimismo”, según dijo el sábado en su discurso de victoria electoral.

Origen humilde y multicultural

Sin una personalidad carismática, Albanese, hijo de una madre soltera que vivía de una pensión de discapacidad en una vivienda social de Sídney, encarna el sueño de un futuro mejor ya que fue la primera persona de su familia que terminó la escuela y llegó a graduarse en Economía en la Universidad.

Durante su adolescencia, Albanese quien promete luchar contra la crisis climática y reducir las desigualdades sociales y económicas, descubrió que su padre, Carlo, no había muerto, tal y como le había dicho su madre, Maryanne Ellery, sino que vivía en Italia.

Su origen humilde le permite conocer en carne propia “muchos problemas que los australianos enfrentan”, según dijo a Efe el politólogo de la australiana Universidad de Griffith Ferrán Martínez i Coma, al referirse a la inflación más alta en veinte años, del 5,1 % (entre abril de 2021 y marzo pasado).

Además, Albanese es la primera persona con apellido no anglo-celta que gobierna Australia, un país en donde casi la mitad de los 25,7 millones de habitantes ha nacido en el extranjero o tiene al menos un padre que ha nacido fuera.

Sí hubo un primer ministro nacido en el extranjero, Chris Watson, que nació en Chile y gobernó el país en 1904, pero su apellido era de origen anglo-celta.

Divorciado en 2019 de Carmen Tebutt, con quien tiene un hijo de 21 años, Albanese será también el primer mandatario con un matrimonio roto que tiene el país oceánico.

El defensor del matrimonio igualitario, la multiculturalidad, el cambio climático y otras políticas, recordó que Australia siempre debe atender a “los desfavorecidos y los vulnerables”, pero sin dejar “que nadie se quede atrás”, porque su país siempre debe apoyar “las aspiraciones y las oportunidades (de todos)”.

Una larga carrera

Albanese quien se unió a los laboristas cuando era un adolescente, ganó un escaño en el Parlamento australiano por la jurisdicción de Grayndler en 1996 cuando cumplió 33 años, tras ocupar varios cargos en su partido, dando así inicio a una carrera política lenta, en comparación a los políticos contemporáneos de su país.

Albanese, quien llegó a ocupar el cargo de viceprimer ministro en 2013 -año en el que su partido perdió el poder- y el ministerio de Infraestructura y Transporte entre 2007 y 2013, aspiró por primera vez al liderazgo de su partido hace nueve años, pero en la elección interna perdió ante Bill Shorten.

Tras la derrota de Shorten en los comicios de 2019, en las que Morrison logro una victoria inesperada, Albanese asumió el liderazgo laborista, desde el cual apoyó gran parte de las estrictas respuestas sanitarias contra la pandemia de la covid-19.

“Jugar el juego de largo aliento también ha sido el sello del liderazgo de Albanese en los últimos tres años. Empezando por las ‘giras para escuchar’ en las regiones donde el Partido Laborista fracasó estrepitosamente en 2019 -sobre todo en Queensland-”, según escribió Paul Strangio, politólogo de la australiana Universidad Monash, en la revista de análisis The Conversation.