Racismo

¿Por qué fueron esclavizados los africanos?

La práctica totalidad del mundo ha sido conquistada en un momento u otro por las grandes potencias europeas y, sin embargo, el grueso de la esclavitud perteneció en exclusiva a etnias negras

¿Por qué fueron esclavizados los africanos?
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Uno querría entender de la forma más completa posible cómo funciona el mundo. Qué mecanismos impulsan los actos de nuestra especie, cómo podemos explicar nuestras brillantes ideas que pueden derivar en absolutas maravillas o terribles consecuencias. Dando un corto paseo por la isla de Gorée (Dakar), a sabiendas de que esta isla era utilizada por Francia para apilar a los esclavos antes de enviarlos en una fatal travesía al continente americano, procuramos por todos los medios posibles comprender cómo funciona el mundo. No queremos comprender el mal ni el bien, queremos entender el mundo tal y como es, sin complejos ni supersticiones. El mismo suelo que pisaron miles de hombres y mujeres capturados sirve hoy de campo de juegos para tres niñas alegres y vestidas con trajes de colorines; los olores refrescantes del mar pueden subrogarse a los aromas del sudor y las heces que limpiaron de las calles hace doscientos años.

Mbar, un joven que pasea por Gorée junto a sus amigos, explica con entusiasmo lo que aconteció en esta isla durante la época de la esclavitud: “nuestros antepasados podían pasar semanas encerrados en las celdas de Gorée, a veces siendo tantos que solo podían estar de pie”. Me muestra una pequeña obertura en la piedra donde apenas cabría un hombre inclinado y asegura que esta era la “celda de castigo” donde doblegaban (literalmente) a los esclavos más resistentes. No me lo dice con rabia ni con rencor: lo explica con el acento impersonal de un guía turístico que repite una y otra vez el mismo discurso, cada día un poquito más mecanizado. Pero sus explicaciones no son suficientes para entender cómo funciona el mundo.

Justificaciones filosóficas

El mundo funciona con excusas. Las excusas son indispensables para que podamos dormir por las noches. Si Estados Unidos desea bombardear la ciudad de Dresde hasta las cenizas, puede justificarse con que los nazis atacaron primero; si los revolucionarios soviéticos asesinan a un puñado de niñas, se apoyan en la idea de que eran las hijas del zar y un peligro a futuro para las ambiciones del proletariado; si un dictador ejecuta a disidentes, dirá que lo hace en pro de la estabilidad de su nación. Nunca veremos a Joe Biden o Vladimir Putin diciendo en televisión que bombardearon este poblado en Oriente Medio o esta ciudad ucraniana simple y llanamente porque les dio la gana. Hace falta una justificación.

Centrándonos ahora en la materia de la esclavitud, podemos encontrar numerosas justificaciones que apoyaban esta práctica devastadora. Se ha indagado hasta la saciedad sobre por qué al negro se le trató desde un inicio como una criatura salvaje, infantil y grotesca, y suele excusarse con que diversas prácticas anexas a su cultura (brujería, animismo, canibalismo), sorprendieron profundamente a los europeos cuando entraron en contacto con ellos. Basándose en los términos “raza” y “negro” (o negroe en inglés), Occidente se permitió crear, desde los comienzos de la época esclavista, “la personalidad negra”, que seguía de forma implacable los parámetros de la diferenciación de pueblos. Escritores de renombre como Rousseau y Victor Hugo, ambos intelectos supremos y respetables para la sociedad europea, ayudaron a la perpetuación de esta personalidad en sus discursos.

En su Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Rousseau escribe una inquietante reflexión que sigue la línea del resto de la obra:

Cuando los pueblos están acostumbrados a los amos, ya no pueden prescindir de ellos. Si intentan sacudirse el yugo, se alejan tanto más de la libertad cuanto que, tomando por libertad una licencia desenfrenada opuesta a ella, sus revoluciones les entregan siempre a corruptores que no hacen más que aumentar las cadenas “.

Se creó la idea de un África exótica (exótico, RAE: extraño, chocante, extravagante) donde los africanos bailaban la brujería, el canibalismo y el pecado, además de ser víctimas de un pésimo sistema moral. El psiquiatra martinico Franz Fanon describió con extraordinaria precisión la evolución metafórica del mito “negro” en la sociedad occidental:

Mi cuerpo se devolvía plano, descoyuntado, hecho polvo, todo enlutado en ese día blanco de invierno. El negro es una bestia, el negro es malo, el negro tiene malas intenciones, el negro es feo, mira, un negro, hace frío, el negro tiembla, el negro tiembla porque hace frío, el niño tiembla porque tiene miedo del negro, el negro tiembla de frío, ese frío que os retuerce los huesos, el guapo niño tiembla porque cree que el negro tiembla de rabia, el niñito blanco se arroja a los brazos de su madre, mamá, el negro me va a comer”.

Justificaciones religiosas

Más allá de las justificaciones intelectuales, podemos escarbar hasta encontrar justificaciones puramente religiosas de gran peso en la cuestión de la esclavitud. En el libro del Génesis, capítulo 9, versículos 18-27, se nos explica un acontecimiento que afectó a la familia de Noé. Parece ser que, tras el diluvio universal que arrasó con la práctica totalidad de la especie humana, Noé se dedicó a plantar una viña para hacer vino. Poco después se emborrachó con este vino y se quedó dormido en una playa, completamente desnudo. Su hijo Cam fue el primero en encontrarse con esta estampa y corrió a contárselo a sus hermanos para reírse con ellos de su anciano padre. Pero Sem y Jafet (los otros dos hijos de Noé) cogieron una manta y taparon respetuosamente al viejo. Cuando Noé despertó y supo lo ocurrido, arrojó contra Cam la frase lapidaria: «¡Maldito sea Canaán! El será para sus hermanos el último de los esclavos». Canaán era el hijo de Cam, el nieto de Noé.

Partiendo de esta incómoda historia, desde el medievo comenzó a considerarse la idea de que las razas que pueblan el mundo conocido descendían de los tres hijos de Noé. Así, de Sem nacieron los semitas, que poblaron Oriente Medio y el norte de Europa; de Jafet nacieron los jafetitas, que se extendieron a lo largo de Asia, Oceanía y el sur de Europa; y de Cam, el que se burló de su padre y cuyos descendientes fueron condenados a la esclavitud, nacieron los camitas, que pronto poblaron la India y el continente africano. Más allá de las justificaciones filosóficas establecidas durante el periodo de la ilustración, la causa hallada en las Sagradas Escrituras para apoyar el esclavismo quizá sea la justificación más fuerte de todas. Es la más básica, bruta e inamovible. Si un cristiano viejo cree en Adán y Eva, Caín y Abel, Abraham y Josué, ¿por qué no iba a creer en la maldición que arrojó Noé sobre los descendientes de Cam?

Es evidente que el mundo ha cambiado. No mucho, pero ha cambiado. Todavía quedan rastrojos de esclavitud en Libia y Mauritania, mientras la visión del negro como figura exótica o violenta sigue arraigada en las sociedades Occidentales. Las complejas justificaciones religiosas y filosóficas han dado paso a la simplicidad del racismo que sustentan los movimientos políticos de extrema derecha. Volvemos a Gorée. Todo a nuestro alrededor es luz y color. Huele a mar intensamente, sopla un viento fresco. Mbar parlotea señalando aquí y allá a las esquinas más oscuras donde humillaron (in)justamente a sus antepasados.