El avance de la izquierda
La ola populista que inunda América Latina
El triunfo de Petro en Colombia confirma la nueva tendencia en la región. En otros países ya han descubierto los límites de los «prometedores» nuevos líderes
La elección de Gustavo Petro como nuevo presidente de Colombia ha sacudido los cimientos de la política en el país y ha confirmado el auge del populismo en una región que ya en otras épocas se aferró a las propuestas de líderes que vendían soluciones fáciles a los complejos males que la aquejan. Petro, antiguo guerrillero, llega al poder en un país martirizado por la violencia que en los últimos años ha visto como el acuerdo con las FARC no ha significado el fin del derramamiento de sangre ni la solución a otros problemas históricos, como el narcotráfico o las desigualdades sociales.
La preocupación entre muchos observadores es que las recetas de Petro pongan en peligro algunos de los avances, especialmente en materia económica, consolidados en los últimos años. Y es que Colombia, pese a que muchos de sus jóvenes siguen quejándose por la falta de oportunidades, ha mostrado una economía que se ha comportado mejor que la de la mayoría de países de su entorno.
Algunas de sus promesas de campaña ya han provocado señales de advertencia. Petro propone acabar con la dependencia del petróleo y detener las exploraciones para combatir el cambio climático, pero de hacerlo atentaría contra un sector cuyas exportaciones representan el 3,3% del PIB. Precisamente ahora que las medidas de sostenimiento de la economía adoptadas durante la pandemia han dejado un agujero fiscal que nadie sabe cómo se compensará. Otra de sus banderas es la reforma agraria, pero esa y otras promesas corren riesgo de chocar con el muro de la realidad. Ni cuenta con la mayoría suficiente en el Congreso ni se conoce cómo la financiaría. Como ha sucedido en otros países gobernados por líderes de la última hornada populista, los colombianos podrían descubrir pronto la distancia que separa las palabras de los hechos.
Chile
Poco más de cien días después de instalarse en el Palacio de la Moneda, el encanto del joven presidente de izquierda Gabriel Boric parece evaporado. El antiguo líder estudiantil llegó al poder a lomos de la ola de protestas que forzó a la convocatoria de una nueva Asamblea Constituyente en uno de los países más prósperos.
Ahora las encuestas revelan los recelos del electorado ante un proyecto constitucional lleno de postulados de la izquierda radical. Los chilenos están convocados a un plebiscito en septiembre y la posibilidad de que sea rechazado cobra fuerza. Tampoco la economía da mejores noticias. El país que durante años fue modelo muestra una de las mayores tasas de inflación y el peso chileno sigue devaluándose.
Pero si hay algo en lo que han quedado claros los límites de las promesas de Boric ha sido en materia de seguridad. Pese a que su Gobierno prometió levantar el estado de excepción decretado por su predecesor, Sebastián Piñera, para frenar la ola de violencia en la Macrozona Sur, acabó prorrogándolo y mantiene el despliegue del Ejército.
Perú
En Perú, cerca de cumplirse un año desde la llegada de Pedro Castillo a la presidencia, continúa el marasmo. El presidente campesino, como le gusta presentarse, prometió en su campaña regeneración frente a la corrupción, pero hoy está bajo sospecha.
La Fiscalía investiga a Castillo como presunto cabecilla de una red de adjudicaciones irregulares en el Ministerio de Transportes, cuyo último titular, se fugó poco antes de ser detenido y sigue en paradero desconocido. Igual que dos sobrinos del presidente, también prófugos por el caso.
Mientras los peruanos sufren el encarecimiento de la vida, los conflictos sociales siguen siendo la tónica dominante, con huelgas y bloqueos a algunas de las principales minas de las que depende el país. Castillo insiste en su reforma constitucional para «poner la economía al servicio del pueblo». Sin embargo, su minoría en el Congreso la hace inviable y los sondeos reflejan el hartazgo con la inoperancia del presidente.
México
La economía mexicana se acerca peligrosamente al temido escenario de la estanflación. El PIB cayó en mayo un 0,3% y la inflación que escaló hasta el 7,6%, pero el presidente, Andrés Manuel López Obrador, sigue centrado en otras batallas. No acudió a la última Cumbre de las Américas en Los Ángeles en protesta por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Su última obsesión es una polémica reforma electoral que pondría el organismo encargado de velar por la limpieza en las elecciones bajo control del Ejecutivo. Entretanto, el crimen organizado continúa campando a sus anchas. Entre las últimas víctimas, dos curas canadienses y un guía asesinados en una iglesia de Chihuahua este miércoles.
El joven presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ya bautizado como el «dictador millennial», por sus ataques a la justicia y el legislativo, sorprendió al mundo con su decisión de convertir El Salvador en el primer país en adoptar el bitcoin como moneda y destinar ingentes fondos públicos a la adquisición de este criptoactivo. Nueve meses después, con el desplome reciente de las criptos, la apuesta ha resultado ruinosa. A esto se suma el recrudecimiento de la acción criminal de las maras, que ha provocado un fuerte repunte de los homicidios, pese a las promesas de mano dura de Bukele que un primer momento sedujeron a los votantes.
Uno de los populistas más veteranos, el brasileño Jair Bolsonaro, se la juega en octubre en unas elecciones que podrían devolver a Luiz Inácio Lula da Silva al poder.
Bolsonaro sigue cayendo en las encuestas y esta semana dos de sus ministros fueron detenidos por presunta corrupción. Mientras busca la manera de reflotar su maltrecha candidatura a la reelección, la economía da muestras de estancamiento y los brasileños conviven con una inflación del 11,7%.
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