Tensión

Argelia y Marruecos firman tablas en su primer año sin relaciones diplomáticas

Argel y Rabat tienen claro que no llevarán su disputa -hoy por hoy irresoluble- hasta un callejón sin salida

Tres mujeres del oeste del Sáhara caminan por un campo de refugiados en Tinduf, al suroeste del desierto de Argelia
Tres mujeres del oeste del Sáhara caminan por un campo de refugiados en Tinduf, al suroeste del desierto de ArgeliaMOHAMED MESSARAAgencia EFE

Conscientes de la gravedad del contexto internacional y local, en el que se combinan el encarecimiento de la vida cotidiana provocado por la subida general de precios, el problema energético internacional y unas malas perspectivas de crecimiento en los próximos meses, Argel y Rabat tienen claro que no llevarán su disputa -permanente, latente y hoy por hoy irresoluble- hasta un callejón sin salida.

Hoy miércoles se cumple un año desde que el régimen argelino decidió suspender las relaciones diplomáticas con sus vecinos. No es la primera vez: en 1976 el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática empujó a Rabat a romper –y hasta 1988- con Argel. También un 24 de agosto, pero de 1994, Argelia cerró –y también hasta hoy- la frontera terrestre con Marruecos.

Tras semanas de cruces de acusaciones, el Ministerio de Exteriores anunciaba hace un año la ruptura de relaciones diplomáticas esgrimiendo “acciones hostiles” de sus vecinos: Argel había denunciado un supuesto espionaje marroquí a altos mandos del régimen y el apoyo de Rabat al independentismo en la región de la Cabilia. Aunque no ha sido el principal detonante de la ruptura, en el fondo del conflicto está la disputa por el Sáhara Occidental. “El Sáhara es el asunto central en las relaciones entre Marruecos y Argelia desde hace casi medio siglo. Ya lo dijo el presidente argelino Boumediene: pondremos una piedra en el zapato de Marruecos para impedirle avanzar”, explica el escritor especialista en relaciones hispano-marroquíes Nabil Driouch.

La escalada de tensiones se remonta al otoño de 2020. El 14 de noviembre, el Frente Polisario daba por roto el alto el fuego vigente con Marruecos desde 1991. El 10 de diciembre se producía el hito principal: el presidente saliente Donald Trump reconocía públicamente a través de Twitter la soberanía marroquí sobre la antigua colonia española. En la misma cadena de mensajes el mandatario anunciaba que Marruecos e Israel restablecían vínculos diplomáticos veinte años después. Argelia tenía motivos para el nerviosismo: el Estado judío se iba a convertir en un estrecho socio militar y estratégico de Rabat y la diplomacia marroquí comenzaba una asertiva ofensiva en favor de sus posiciones en el Sáhara.

“El hecho de que Marruecos se aproxime a cerrar definitivamente el conflicto del Sáhara y haya obtenido el reconocimiento estadounidense a su soberanía ha llevado a los militares y políticos argelinos, que querrían que el problema durara muchos años más, a un estado de histeria. Esa lógica explica la ruptura de relaciones diplomáticas oficiales, abunda Driouch.

A partir del 24 de agosto de 2021 Argel comenzaría a adoptar medidas de castigo contra sus vecinos. Tras la retirada inmediata de embajadores, dos días después Argel anunciaba que el contrato del gasoducto Magreb-Europa, que transportaba el gas argelino a la Península a través de suelo marroquí, no sería renovado. A finales de septiembre Argelia cerraba su espacio aéreo a la aviación marroquí. El 31 de octubre Argelia cortaba el grifo del gas a Marruecos, comprometiendo la situación energética de sus vecinos a partir de este momento.

Hoy Marruecos importa gas desde España a través del tramo del gasoducto que pasa por su territorio. “Argelia no ha conseguido absolutamente nada con esta ruptura. Al contrario, con esta poco inteligente decisión se ha infligido un daño económico a sí misma y ha profundizado en las heridas entre los dos países, y en la cuestión del Sáhara no ha habido ningún avance hacia la paz”, afirma a LA RAZÓN el politólogo argelino Oualid Kebir.

Al margen de las autoridades, en el ámbito doméstico la hostilidad mediática y ambiental en Marruecos hacia el régimen argelino es equivalente a la que al otro lado de la frontera existe hacia la Monarquía alauita. Dos gotas de agua. Por otra parte, de poco han servido las repetidas invitaciones del rey Mohamed VI a tender puentes entre los dos países. La última de ellas tuvo lugar en la pasada Fiesta del Trono. Argel ha ignorado sistemáticamente las llamadas del monarca alauita a la cooperación entre los “dos pueblos hermanos”.

España, la principal víctima

Incapaz su diplomacia de haber diseñado una estrategia a largo plazo para mantener buenas relaciones con sus dos vecinos del Magreb, España ha sucumbido a la enésima crisis entre Argelia y Marruecos. La exigencia de Rabat al Gobierno de Pedro Sánchez de apoyar su proyecto de autonomía para el Sáhara como “la base más seria, realista y creíble” para solucionar el conflicto fue percibida por Argel como una traición.

Como era previsible, Argel trata de castigar al Gobierno de Sánchez como puede: la suspensión del Tratado de Amistad el pasado junio ha reducido la cooperación en materia de inteligencia y seguridad al mínimo y un boicot comercial negado por el Gobierno castiga a las exportaciones españolas. Argelia subirá el precio del gas a España, aunque es improbable que cierre el grifo del gas.

Lo cierto es que el escenario de crisis internacional provocado por la guerra en Ucrania, que está convirtiendo al norte de África –como otras zonas del continente- en un escenario de una rediviva guerra fría entre Rusia y aliados, por un lado, y, por otro, los países occidentales ha jugado en favor de un enfriamiento de las tensiones intramagrebíes. Washington y Bruselas no pueden permitirse una nueva fuente de inestabilidad a las puertas de Europa.

Las reservas energéticas argelinas se han convertido en una de las alternativas a las rusas, y Estados Unidos y Europa –con la excepción de España, caída en desgracia- tratan de mantener buenas relaciones con el país presidido por Abdelmadjid Tebboune. Mañana el presidente francés Emmanuel Macron comenzará una gira de tres días en el gigante norteafricano. Con todo, el régimen argelino no oculta su excelente relación con Moscú y presume de las maniobras militares conjuntas previstas en noviembre junto a la frontera con Marruecos.

Los especialistas y el sentido común auguran, en fin, que los dos malhadados vecinos del Magreb seguirán viviendo en un estado de guerra fría los próximos tiempos. Aunque con situaciones estructurales distintas, ambas administraciones tendrán que gestionar las consecuencias devastadoras de la recesión, incluida la sequía, el desempleo y la inflación, lo que hace improbable una escalada violenta en el Sáhara o un deterioro mayor de las relaciones.