Oriente Medio

La vuelta de Netanyahu domina las quintas elecciones en tres años en Israel

Más de cuatro millones de electores están llamados hoy a las urnas que podrían postergar el bloqueo político pues los sondeos anticipan un empate técnico entre el bloque de derechas y el de izquierdas

Simpatizantes sostienen pancartas del líder del partido Likud y ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, durante una campaña en el mercado de Jerusalén
Simpatizantes sostienen pancartas del líder del partido Likud y ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, durante una campaña en el mercado de JerusalénDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Todo apunta a que a la quinta no irá la vencida. El martes, los israelíes acudirán a las urnas por quinta vez en tres años, tras el colapso prematuro del «gobierno del cambio» formado por Naftali Bennett y Yair Lapid. Los principales contendientes apuran esfuerzos para alentar a los votantes, exhaustos ante una parálisis política que podría postergarse. Con unos sondeos que auguran un posible empate técnico entre bloques –ninguno sumaría los 61 diputados necesarios–, una sorpresa de última hora podría ser decisiva.

El líder de la oposición de Israel, Benjamin Netanyahu, retoma la contienda electoral con energías renovadas. Podría ser su última oportunidad de retomar el poder –tras gobernar doce años consecutivos–, y sus detractores temen que serviría para blindarse ante los procesos judiciales que afronta. En sus últimos días como «premier», arrancaron los tres juicios por corrupción, fraude y abuso de confianza, que no lograron diezmar el apoyo entre su fiel base electoral. Como en todas las rondas previas, el Likud del «Rey Bibi» sigue liderando las encuestas con 31 escaños (de 120).

Sondeos en Israel
Sondeos en IsraelAntonio Cruz

El mantra que repite Netanyahu es que a Israel le urge consolidar un «gobierno estable de derechas que dure cuatro años». Para lograrlo, exige que ninguno de sus potenciales votantes se quede en casa. Con las mismas consignas alarmistas, tacha a su contendiente, el centrista Yair Lapid (Yesh Atid), de líder peligroso que se venderá a la izquierda y los partidos árabes «simpatizantes del terrorismo».

«Bibi» presume de haber garantizado la década más segura para el país –obviando tres guerras en Gaza o estallidos en Jerusalén y Cisjordania–; su voluntad de preservar «la integridad territorial del Gran Israel»; cuatro acuerdos de paz con estados árabes; la lucha para prevenir un Irán nuclear; y su experiencia manejando una economía sólida, con buenos datos macroeconómicos pero elevadas desigualdades sociales.

Para evitar la pérdida de votos en su bloque –que acusó en pasadas rondas–, Netanyahu promovió la fusión de facciones de extrema derecha en el «Sionismo Religioso», que incluye al polémico diputado Itamar Ben Gvir. Heredero del ideario rabino Meir Kahana, cuyo partido supremacista fue vetado en los años 80 por defender la expulsión masiva de árabes de la «Tierra de Israel», su discurso incendiario está centrando la atención de la campaña. Es un alborotador que se saca provecho de la sangre fresca de atentados para alentar el odio anti-árabe. En 1995, promovió la instigación que culminó en el asesinato del líder laborista Isaac Rabin. Ahora maquilla su mensaje para sumar adeptos, y logró catapultarse como tercera fuerza en las encuestas (13 diputados). Ya no pide la muerte o expulsión de todos los árabes, solo de los «traidores o terroristas».

Desde el centroizquierda, Yair Lapid pretende sacar partido de sus escasos cuatro meses ejerciendo como «premier». Con un discurso pragmático, logró consolidar a Yesh Atid como una fuerza política centrista capaz de codearse con el Likud (le vaticinan 25 escaños). Pese a liderar un ejecutivo de transición, presumió de aplicar mano dura contra la nueva milicia palestina en Nablús responsable de múltiples ataques contra soldados y colonos judíos; y el jueves sacó pecho tras firmar el acuerdo con Líbano para fijar la frontera marítima, que permitirá a ambos países iniciar la explotación de suculentas reservas de gas natural en el Mediterráneo.

Lapid y sus socios a la izquierda alertan de los «tiempos oscuros» que podría acarrear el retorno de Netanyahu al poder. Ante la insistencia de la derecha por reformar el sistema judicial o su lucha por mantener el «carácter judío del estado», el electorado laico alerta de un mayor autoritarismo, similar al de Turquía o Irán. El hándicap de Lapid sería que Avodá o Meretz, facciones minoritarias de izquierda, no logren sobrepasar el porcentaje mínimo de voto (3,25%) y queden fuera del Parlamento, lo que le imposibilitará formar coalición. Tampoco está claro el destino de la lista árabe Jadash-Ta’al, cuyos posicionamientos propalestinos dificultan su ingreso a un ejecutivo sionista.

Según el columnista Ben Caspit, Lapid logró reducir distancias respecto a Netanyahu (que llegó a doblar en escaños a Yesh Atid), y «su maquinaria está mejor engrasada que la del Likud de cara a la jornada electoral. Está tranquilo, su posición hoy es mucho mejor que cuando se convocaron las elecciones».