CEDEAO

La creación de una fuerza regional en África Occidental abre más interrogantes de los que cierra

Estados miembros de la CEDEAO se reunieron en Nigeria para anunciar la creación de una fuerza conjunta que combata al yihadismo y que termine con la oleada de golpes de Estado que azotan la región

Manifestantes burkineses muestran su descontento con Francia.
Manifestantes burkineses muestran su descontento con Francia.Kilaye BationoAgencia AP

La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) decidió el pasado domingo crear una fuerza militar conjunta que “garantice la estabilidad de la región” para frenar la oleada de “yihadismo” y de “golpes de Estado” que azotan al oeste africano desde los últimos años. Los líderes de algunos de los Estados miembros de la organización se reunieron en Nigeria en su 62ª sesión ordinaria y lo acordaron así. Alieu Touray, presidente de la comisión de la CEDEAO, anunció que desde la organización están “determinados a crear una fuerza regional que intervendrá en cualquier momento de necesidad, ya se trate del área de seguridad, terrorismo o restituir el orden constitucional en los Estados miembros”.

La noticia ha sido recibida con agrado por los medios de comunicación de Francia y de otros países involucrados, que ven la creación de una fuerza regional como una extensión de la archiconocida frase “soluciones africanas para los problemas africanos”, abriendo así la puerta a una mayor independencia de los ejércitos europeos que generalmente operan en la región en caso de extrema necesidad. Encontramos ejemplos recientes de intervenciones militares europeas en África Occidental en Costa de Marfil (con presencia francesa desde 2011) y en los países que conforman el G5 Sahel (donde operan Francia y la Unión Europea desde 2012). El crecimiento del yihadismo en la región y el “alarmante número de golpes de Estado” exitosos en Mali, Guinea Conakry y Burkina Faso son las razones fundamentales que han llevado a esta decisión.

La creación de una fuerza conjunta en la CEDEAO casi coincide con el discurso de Emmanuel Macron el pasado mes de noviembre, cuando anunció el fin de la Operación Barkhane que Francia lleva desplegando en el Sahel desde 2012. Macron dijo entonces que Francia desarrollaría una nueva estrategia de lucha antiterrorista y que tendría más en cuenta a los Estados involucrados, abogando por estrechar con estas medidas el partenariado entre Francia y África Occidental. A simple vista, parecería que África Occidental ha ganado en independencia a partir de los últimos hechos acontecidos. Porque no cabe duda que, en lo que respecta a la lucha antiterrorista, una fuerza conjunta africana sería un importante paso hacia delante en la estabilización de la región.

La letra pequeña

Repasando la letra pequeña del último anuncio de la CEDEAO, sin embargo, pueden hallarse claroscuros de tinte preocupante que podrían dar problemas en un futuro. En primer lugar, la decisión de crear esta nueva fuerza regional no cuenta con el apoyo de un puñado de naciones pertenecientes a la comunidad: Mali, Burkina Faso y Guinea Conakry. Tres naciones que actualmente viven gobernadas por sendas juntas militares que accedieron al poder en los últimos años gracias a golpes de Estado, y que lento pero constante han ido alejándose de las políticas de la CEDEAO para sufrir un aislamiento internacional que no hace sino facilitar el aumento del yihadismo en la región.

Pero si estos tres países no han avalado la decisión de sus vecinos, ¿significa esto que la fuerza conjunta no podría operar en ellos sin su permiso? Y si pudiera operar sin su permiso, ¿con qué base legal lo haría? Las normas de Derecho Internacional son muy estrictas en lo que respecta a intervenir militarmente en un país sin el permiso de su Gobierno. En el hipotético caso en que los ejércitos conjuntos de Senegal, Costa de Marfil y Nigeria tomasen la decisión de arrebatar el poder al coronel Assimi Goita (Mali) a través de una operación militar, buenamente podría considerarse dicha acción como una agresión en toda regla contra un Estado soberano, aunque el otro sea un golpista. Las leyes son finas, cobardes, y no verían igual a un golpista pasado de rosca, un Gadafi, que un golpista bisoño que limita sus asesinatos al círculo íntimo y cuya mera aparición todavía provoca que miles se desgañiten gritando su nombre.

¿Quién es un golpista y quién no?

Y en el caso de llevarse a cabo dicha intervención, ¿qué parámetros morales seguiría para que pueda justificarse? El ejemplo más próximo a una intervención armada realizada por la CEDEAO “para garantizar el orden institucional” en una nación vecina lo encontramos en Guinea Bissau. Desde que su actual presidente, Sissoco Embaló, tomara el poder de manera ilegal en 2020, diversos contingentes venidos de Senegal y de Nigeria (a lo que habría que sumarle un número indeterminado de mercenarios que pueden verse hoy por la capital) se han asentado en la pequeña nación africana para mantener a Embaló en el poder. Dicha intervención se llevó a cabo sin el aval del Parlamento bisauguineano y es visto por los miembros de la oposición como una invasión; algo que, si estudiamos de cerca las leyes de Derecho Internacional, puede llegar considerarse. No es ningún secreto en África Occidental que Sissoco Embaló gobierna en Guinea Bissau gracias a la ayuda de Macky Sall (presidente de Senegal), Muhammadu Buhari (presidente de Nigeria) y Adama Barrow (presidente de Gambia) y de los militares traídos desde estos países. ¿Significa la nueva decisión de la CEDEAO que los abusos cometidos contra la democracia de Guinea Bissau contarán a partir de ahora con un marco legal que los justifique? ¿Quién decide quién es el golpista en este tipo de situaciones, de quién hay que ser amigo para gobernar de forma ilegítima sin que nos pongan problemas?

La decisión de crear una fuerza conjunta parece una buena idea, pero es a la vez confusa y peligrosa. De catorce países que configuran la CEDEAO, apenas cuatro se encuentran dentro de la lista de los 100 países con un índice de percepción de la corrupción más elevado, y ninguno llega a la lista de los 50 mejores. La responsabilidad que puedan adquirir las naciones sobre lo que ocurrirá en terceros países debe ir íntimamente ligada a la transparencia del sistema que siguen los implicados, o cualquier acción a desarrollar vendrá inevitablemente manchada con la sombra de la duda. Tomando de referencia lo sucedido en Guinea Bissau, ¿qué garantías existen de que la CEDEAO no colocaría un títere para gobernar la nación que decidan liberar?

Ejemplos a seguir

Una fuerza conjunta no es nada nuevo en África y puede verse como un movimiento positivo en casos determinados. Ahora mismo, la CAO (Comunidad Africana Oriental) ha enviado un grupo operacional conformado por fuerzas de Kenia, Uganda y Burundi para que combata a los movimientos rebeldes que fustigan el este de República Democrática del Congo. La diferencia entre el grupo operacional enviado al Congo y el despropósito que pretenden hacer en la CEDEAO (o una de ellas, en todo caso) se encuentra en el objetivo de cada grupo operacional: mientras el primero tiene un objetivo único y bien definido que respete la normativa vigente, el segundo puede verse como una especie de “policía regional” controlado por unos pocos Gobiernos que pretenden decidir a futuro sobre la suerte de otros. Aparte, República Democrática del Congo solicitó la misión de la CAO, mientras las operaciones que ejecute el nuevo grupo operacional de la CEDEAO previsiblemente no serán por invitación de una nación vecina.

Son muchas preguntas, algunas de ellas incluso pueden considerarse ridículas por lo evidente de su respuesta, haciendo que la creación de una fuerza conjunta abra más interrogantes de los que pretende cerrar. Pero, como ocurre siempre, el tiempo será el encargado de ir respondiendo en función de los acontecimientos.