Yihadismo

El annus horribilis de Francia en África: los galos repliegan hasta 6.000 soldados en 2022

Frente a la creciente presencia rusa en el Sahel, París busca a la desesperada una nueva estrategia que permita mantener su influencia

Un ciudadano burkinés ondea la bandera rusa durante el golpe de Estado de este fin de semana.
Un ciudadano burkinés ondea la bandera rusa durante el golpe de Estado de este fin de semana.ASSANE OUEDRAOGOAgencia EFE

El tablero estratégico en el Sahel cobra nuevas e inquietantes formas. Lejos quedó el año 2013, cuando las relucientes tropas francesas hicieron su aparición en las crepitantes llanuras del desierto para combatir a la amenaza yihadista. Entonces, los galos fueron recibidos como héroes por la población local, que vio su salvación en un moderno ejército europeo mientras los representantes de los Gobiernos del G-5 Sahel estrechaban las manos de generales franceses y de los coroneles españoles o alemanes. Lejos quedan aquellos años. La amistad entre Europa y el Sahel se resquebraja un poco más a cada semana que llora y por las grietas del rencor se deslizan los tentáculos nacidos en el palacio del Kremlin.

Tras la ruptura definitiva entre Francia y el Gobierno maliense, las tropas europeas han ido abandonando el país de forma paulatina: primero fueron los elementos franceses desplegados dentro de la operación Barkhane de lucha antiterrorista; seguidos de cerca por una reducción del contingente europeo integrado en la misión de entrenamiento y asesoría de EUTM Mali y el anuncio de que Alemania, Suecia, Inglaterra, Egipto y Costa de Marfil (entre otros) abandonarán su participación en la misión de la ONU en el país, MINUSMA.

Sale Europa, entra Rusia

A cambio de la retirada masiva de tropas europeas, el Gobierno maliense contrató en 2021 los servicios del grupo de mercenarios Wagner, estrechamente vinculados al Kremlin y conocidos por sus servicios en las guerras de Siria y de Ucrania. Pese a que la efectividad de Wagner en el país es puesta en entredicho por quienes apoyan a Francia, lo cierto es que los propios ciudadanos malienses que antaño recibieron con entusiasmo a Francia (y que hoy escupen en su bandera) apoyan la presencia rusa en el país y confían en su habilidad para combatir al yihadismo. El resultado: una enorme bolsa de yihadistas asentados en el noreste de Mali, un aumento sin precedentes de atentados en todo su territorio y la imposibilidad de transitar por la región de Mopti, en el centro del país. Más de 9.000 personas han muerto este año a causa de conflicto, un 58% más que en 2021.

Después de Mali le llegó el turno a Burkina Faso. Un tortuoso golpe de Estado llevado a cabo en el primer fin de semana de octubre llevó al capitán de artillería Ibrahim Traoré a hacerse con el poder de esta nación (también en plena lucha contra el yihadismo), y a lo largo de ese fin de semana se sucedieron manifestaciones pro rusas y ataques injustificados a organismos franceses, incluyendo un intento de asalto al consulado francés en Uagadugú. Los propios golpistas enarbolabaron en ocasiones la enseña rusa, mostrando así sus intenciones.

Menos de dos meses después, el 7 de diciembre, se hizo pública la noticia de que el nuevo gobierno burkinés ha otorgado a la minera rusa Nordgold Yimiogou SA la concesión de explotación de una mina en la comuna de Korsimoro, en la región Centro-Norte del país. Saltaron así las primeras alarmas. También Mali comenzó su partenariado con Wagner mediante la concesión de minas en el país, para así pagar la friolera de 10 millones de euros mensuales a cambio de la participación de los mercenarios en la lucha antiterrorista. Y llegado el 16 de diciembre, un Ilyushin Il-76 de la compañía bielorrusa RubyStar aterrizó en la capital Burkina tras hacer una parada en Minsk (Bielorrusia) y otra en Adana (Turquía). A sabiendas de que el Ilyushin Il-76 es el avión favorito de Putin para transportar tropas a cualquier punto del planeta, comenzaron a correr los rumores de que 200 efectivos Wagner ya se encuentran desplegados en el país africano. Una noticia que confirmó esta semana el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, durante una reunión en Washington con Anthony Blinken. El mandatario ghanés aseguró entonces “la presencia de mercenarios rusos al norte de nuestra frontera” y llegó a añadir que creía que Burkina Faso ha entregado una segunda mina a los directivos de Wagner, en esta ocasión ubicada en la región sur.

El Gobierno de Burkina Faso ha actuado con indignación ante estas afirmaciones, calificadas por ellos mismos como “muy graves”, y convocó este viernes al embajador de Ghana para exigirle explicaciones. Niegan categóricamente la presencia de mercenarios Wagner en el país y aseguran que el Ilyushin Il-76 transportaba únicamente armas vendidas por Rusia, precisamente a cambio de la concesión de la mina de Korsimoro.

El amigo de mi enemigo

Porque, de ser cierto que Wagner ya pisotea Burkina, Francia no tendría otra opción que la de abandonar el país, igual que abandonaron Mali en el mes de agosto a raíz de sus desavenencias con Rusia. Lo que supondría un duro revés para los intereses galos en la región y culminando así un annus horribilis como ha sido este año en África para Macron y compañía. Emmanuel Macron anunció el pasado mes de noviembre el fin de la Operación Barkhane en el Sahel y el inicio de una nueva etapa de partenariado africano en materia de seguridad, siempre con miras a ganar el pulso a Putin en la zona. Con Mali fuera del nuevo plan y con Burkina al borde del abismo, la eficacia del nuevo plan de Macron sería a todas luces bastante limitada.

Al desbarajuste en el Sahel habría que sumarle un nuevo revés para Francia: este jueves se retiraron de República Centroafricana las últimas tropas galas que quedaban en el país, otra vez a raíz de la proximidad entre el Gobierno centroafricano y los mercenarios rusos en particular, y el Kremlin en general. Rusia 3 - Francia 0. París comenzó el año con 6.000 soldados más de los que hoy tiene en África. Mientras que Rusia ha incrementado su presencia en torno a los 2.000-3.000 efectivos. La gravedad de la situación no se limita a la pérdida de influencia de Europa en la región, sino que incluye la clara incapacidad de Rusia a la hora de hacer frente al yihadismo, tal y como muestra el incremento de víctimas en Mali y los continuos abusos que diversas organizaciones han denunciado a lo largo del último año, entre los que caben la matanza de civiles a manos de militares malienses y mercenarios, o las propias peleas entre militares malienses y mercenarios.

Europa posa con ansiedad su vista en Ucrania, aplaude las victorias de Zelensky y celebra las derrotas de Putin. Mientras tanto, el líder ruso, aún lejos de su final, se frota las manos mientras combate las sanciones económicas con la explotación de materias primas en África, brindando así sus éxitos contra Europa. Solo están por ver las razones por las que brinda exactamente: ¿Por sus victorias en África per se, o por la incapacidad de Europa a la hora de darse cuenta?