25 aniversario de los Acuerdos de Paz

La frontera invisible irlandesa con Europa: "Puedes pedir un café en un país y tomártelo caliente en otro"

La línea divisoria entre las dos irlandas no solo separa a católicos y protestantes, también pueblos e incluso hogares y empresas a lo largo de 500 kilómetros

Un cartel contra la frontera marítima en Larne (Irlanda del Norte)
Un cartel contra la frontera marítima en Larne (Irlanda del Norte)CLODAGH KILCOYNEREUTERS

Brian es un profesor jubilado que actúa ahora como guía en Belfast explicando la historia de la ciudad. Su discurso es muy serio, pero en una de las paradas revela un secreto. “En mi juventud pasé una noche en el calabozo por contrabando de preservativos”, dice ante la mirada atónita del grupo. “Los métodos anticonceptivos en la República de Irlanda estuvieron prohibidos hasta 1980. Como enIrlanda del Norte sí se podían comprar, los pasábamos por la frontera para sacarnos algún dinero. Todo el mundo hacía trapicheos. Lo cierto es que se trata de una frontera muy excepcional”, asegura.

Tras el fin de la guerra de la Independencia Irlandesa de 1922, seis de los nueve condados de la provincia del Ulster al norte de la isla permanecieron bajo la soberanía británica. Pero una cosa es dibujar una línea en rojo en un mapa y otra muy distinta poner un sello hermético a un país.

La frontera irlandesa -la única terrestre que existe ahora entre el Reino Unido y la UE, junto con la de Gibraltar- no solo separa creencias entre católicos y protestantes, motivaciones políticas entre los que se sienten irlandeses y británicos; divide también, cual trazo torpe de un niño, ríos, y pueblos, cortando campos e incluso, en algunos casos, "partiendo" los propios hogares, donde el comedor está en el norte y las recámaras en el sur. Alrededor de 35.000 personas la atraviesan cada día por motivos varios como ir a trabajar, acudir al colegio, visitar el médico.

A lo largo de sus 500 kilómetros, muchos de ellos por carreteras rurales, hay más de 200 cruces. Pero son completamente invisibles. La única manera de saber si estas a uno u otro lado es porque los tramos están señalizados en kilómetros o en millas.

Eamon es uno de los vecinos cuya vida transcurre entre estas dos realidades. Su empresa familiar "Fitzpatrick Fuels & Ferretería" es todo un referente en el condado de Fermanagh, un tranquilo rincón de Irlanda del Norte de paisajes verdes. Se puede comprar casi cualquier cosa, desde gasolina hasta pasteles y herramientas. Con la peculiaridad de que los clientes llenan los depósitos en los surtidores localizados en la República de Irlanda para dar luego unos pasos hasta la caja, situada en la provincia británica. “Puedes pedir un café para tomártelo en otro país aún caliente”, bromea, señalando la frontera representada por una línea en el suelo apenas perceptible.

En la caja se puede pagar tanto en libras como en euros. El enfoque recuerda al Arca de Noé: dos de todo. Dos monedas, dos direcciones postales (una en el condado británico de Fermanagh, otra en el irlandés de Monaghan), dos tipos de sistemas fiscales.

Cuando el padre de Eamon compró el terreno en 1986 ya estaba dividido. “La gente nos preguntó si éramos inconscientes o unos valientes. Supongo que había un poco de las dos cosas. Pero tampoco se presentaban oportunidades así muy a menudo. Aquí no es fácil encontrar tierras”, señala.

Por aquel entonces, los "Troubles" estaban en pleno apogeo. Más de 3.500 personas perdieron la vida en el sangriento conflicto de tres décadas en Irlanda del Norte entre los católicos -que buscan la reunificación de la isla- y los protestantes -que quieren seguir siendo parte del Reino Unido-.

La frontera entonces estaba tomada por el Ejército británico. Había estrictos controles para pasar de un lado al otro. El puente Lackey, muy cerca del negocio de Eamon, lo volaron varias veces con bombas. “Fueron días muy complicados. Nosotros suministramos combustible a varias granjas de la zona. Hay una a tan solo dos millas. Pero teníamos que hacer 10 millas para poder llegar. Nadie quiere volver ahora a esos tiempos. Mi negocio desde luego sería inviable”, asegura.

El Acuerdo de paz de Viernes Santo de 1998 que celebra ahora su 25 aniversario determinó que no podría haber de nuevo “frontera dura” en la isla. Pero con el Brexit se planteó un verdadero dilema. Se debía respetar el histórico acuerdo de paz, pero al mismo tiempo proteger el mercado único de la UE.

Finalmente, se decidió “mover” la frontera al mar de Irlanda, dejando a la provincia británica con un estatus diferente al del resto del Reino Unido, más alineada a la normativa europea que la británica. Pero el llamado Protocolo de Irlanda obligaba a realizar controles aduaneros a las mercancías comercializadas con Gran Bretaña, lo que generó tensiones políticas. El nuevo marco negociado ahora entre Londres y Bruselas, el Acuerdo de Windsor, reduce considerablemente los chequeos, pero sigue sin ser aceptado por los unionistas del DUP, que se niegan a formar gobierno de coalición con un bloqueo que se extiende ya más de un año.

Andrew, de 42 años, se desespera ante el comportamiento de los políticos. Él votó en contra del Brexit, pero la situación de excepcionalidad en la que ha quedado ahora Irlanda del Norte (dentro de la unión aduanera comunitaria y a la vez dentro del unión aduanera británica) le beneficia mucho para su empresa Mango, de customización de bicis, que da servicio a todo el mundo. Las oficinas están en Parkgate, una pequeña villa del condado de Antrim. “Una parte importante de nuestro negocio on line es de distribución. Trabajamos con proveedores de Canadá o Nueva Zelanda porque nosotros podemos comercializar tanto con la UE como con Reino Unido sin costes extras. Ellos no entienden cómo podemos seguir sin gobierno por esto cuando en realidad se podría ver como un plus”, asegura.