África

Los minerales en el Congo: una elaborada estafa (II)

Esta es la segunda parte de una serie de dos capítulos que analizan la actual situación del este de República Democrática del Congo, una región sumida en el caos, la violencia y el olvido mediático

Willy Ngoma, portavoz del M23, estrecha la mano del comandante de la Fuerza Regional de la CAO tras la retirada de la guerrilla de Kibumba, este 23 de diciembre.
Willy Ngoma, portavoz del M23, estrecha la mano del comandante de la Fuerza Regional de la CAO tras la retirada de la guerrilla de Kibumba.ApAgencia AP

La primera parte puede leerse aquí.

En el este de República Democrática del Congo se cuentan a diario los asesinatos y las toneladas de materia prima. Y son dos columnas que avanzan de la mano en el balance de cuentas; a más toneladas de oro, coltán o cobre, más cuerpos regarán el suelo para permitir que cierto número de empresas engrosen sus beneficios en madera, cobre, oro, caucho, etc. El asesinato de congoleños es a la industria minera como estallar cartuchos de dinamita o hacer inventario de excavadoras, forma parte de este negocio.

Si no para los colonizadores belgas, para los guerrilleros ruandeses, los mercenarios europeos, los propios congoleños o compañías mineras que miran para otro lado; si no de forma directa, de forma indirecta gracias a la creación de milicias armadas o bajadas de precios. Nadie está libre de pecado, igual que nadie quiere quedarse sin su parte del botín.

4ª estafa: 23 años de MONUSCO en las zonas mineras

Con el fin de promover la paz en el este de RDC, Naciones Unidas impulsó en 1999 una misión conocida como MONUSCO y cuya efectividad sobre el terreno ha sido relativa tras más de 23 años de presencia permanente. Los choques entre la población civil congoleña y soldados de la MONUSCO se han recrudecido en los últimos tiempos, siendo agosto de 2022 uno de los momentos más tensos de la misión en los últimos años. Entonces, manifestantes en la ciudad de Goma criticaron la falta de efectividad de Naciones Unidas a la hora de defender a la población civil de los grupos insurgentes de RDC, y 15 civiles fallecieron tras los disparos con munición real efectuados por los cascos azules.

Sólo el 30 de agosto de 2023, al menos 48 personas fueron asesinadas durante una operación del ejército congoleño que pretendía impedir otra manifestación contra la MONUSCO; pero lo que hizo relevante la masacre de agosto del 2022 fue que los propios cascos azules apretaron el gatillo.

Los sectores ocupados por la MONUSCO en el este de RDC recorren desde el sur del Lago Albert hasta el centro del Lago Tanganika, en un territorio inmenso cuya longitud supera los 900 kilómetros, el equivalente a la distancia que separa Cádiz de Barcelona. Su presencia acapara regiones castigadas por grupos armados como las ADF, el M23 y diversas ramas de las milicias Mai-Mai, además de las principales áreas mineras en las mediaciones de la ciudad de Goma, el sur del Lago Kivu y los alrededores de la ciudad de Kalemi, a las orillas del Lago Tanganika.

La misión de la ONU es víctima de rumores y teorías de la conspiración. A las críticas expresadas por los propios congoleños en cuanto a su eficacia, se añaden extrañas coincidencias entre la posición de determinados contingentes y ciertas minas. Por ejemplo, los cascos azules aportados por China se sitúan en torno a la mina de Twangiza, cuya extracción corre a cargo de la minera de origen chino Shomka Resources. La desconfianza creciente del congoleño contra los extranjeros a quienes acusan, cuando no de financiar grupos armados, de robar sus riquezas nacionales, lleva a que un número mayor de civiles señale a la longeva misión de Naciones Unidas como un medio promovido por los extranjeros para mantener el control de la zona.

5ª estafa: la misión de la CAO

La Comunidad de África Oriental (CAO) dio comienzo a finales de 2022 a una misión conjunta con el fin de estabilizar las zonas fronterizas de República Democrática del Congo. Las tropas de Burundi se asignaron al territorio de Masisi, las de Kenia a los territorios de Kibumba, Nyiragongo y Rutshuru y las de Uganda a las localidades de Bunagana, Kiwanja y Mabenga, entre otras. Más recientemente se ha anunciado y sin especificarse sus posiciones el envío de tropas de Tanzania, Angola y Sudán del Sur. Si tenemos en cuenta el número de naciones que conforman la MONUSCO y la misión de la CAO, además de la posible presencia (aún sin confirmar) de mercenarios pertenecientes al Grupo Wagner, en el este de RDC se encuentran desplegadas unidades de combate pertenecientes a un total de 66 países, conformando un número de tropas extranjeras que rondan entre los 17.000 y 20.000 efectivos.

No en vano hay quien habla del inminente estallido de una Segunda Guerra Mundial Africana en un futuro cercano, como es el caso del corresponsal de France 24 Justin Kabumba: “se corre el riesgo de que estalle una guerra donde todos los muertos sean en nombre de una comunidad internacional que parece impotente o que permanece indiferente ante esta situación”.

El posicionamiento de las tropas de la CAO es también objeto de rumores. Por ejemplo, las tropas kenianas se encuentran ubicadas en las zonas de extracción de oro y cobre próximas a Kibumba, en el territorio de Mwenga, que son operadas a su vez por la Kamituga Mining Company, cuya sede se encuentra en Nairobi (Kenia). Si la misión de la CAO tiene como objetivo estabilizar la región, resulta relevante conocer que la zona de Kibumba no cuenta con insurgencias armadas reconocidas, mientras el grupo armado más próximo a considerar son los hutu pertenecientes al Raia Mutomboki. Aunque responsable de la muerte de cientos de personas entre 2005 y 2012, el Raia Mutomboki apenas ha tenido relevancia en el tablero congoleño desde 2018.

Tanto monta Kenia en este aspecto como Uganda. La indignación de la población civil congoleña se hizo notar cuando tropas ugandesas ocuparon la ciudad de Bunagana, ubicada a escasos kilómetros de la frontera con la propia Uganda y ocupada hasta entonces por el M23. En el momento en que los guerrilleros del grupo rebelde y acusado de la muerte de miles de civiles desde su creación en la década pasada salieron de la localidad para dejar paso a los ugandeses, los líderes militares de ambos contingentes se fotografiaron con amplias sonrisas coronando sus rostros, mientras que el hijo del presidente de Uganda, Muhoozi Kainerugaba, comentó en su cuenta de X que los miembros del M23 eran “hermanos” de los ugandeses.

La fuerza de la CAO no tiene un mandato ofensivo, por lo que los congoleños no pueden, en palabras de Kabumba “esperar nada serio”, mientras opina que llevan “otra agenda” que escapa de los intereses congoleños. Se trata a efectos prácticos de una fuerza de ocupación pasiva cuyas posiciones coinciden, si no con extracciones mineras, con puntos clave de la frontera (como puede serlo Bunagana) que son conocidos por el comercio ilícito de minerales que se realiza en ellos.

El contingente ugandés desplegado en el este de la República Democrática del Congo fue acusado en un informe recogido por 14 ONG de Kivu Norte de traficar con los recursos naturales del Parque Nacional Virunga, en el eje Mabenga-Kabaraza, Kamunga, situado en el territorio de Rutshuru. Según afirman las organizaciones: “el transporte de los productos resultantes del saqueo está garantizado por camiones cubiertos, asegurados y escoltados por el contingente ugandés hacia el puesto fronterizo de Bunagana. Los productos afectados son principalmente tablones, piedra caliza, arena, marfil y carbón vegetal”.

El general Sylvain Ekenge es el portavoz de las Fuerzas Armadas congoleñas y fue entrevistado con motivo de este reportaje. Reconoce que el ingreso de las tropas de la CAO en territorio congoleño es “circunstancial” y apunta que “la defensa del Congo es responsabilidad de su propio ejército, que pronto estará listo para tomar el timón”. Con esto se refiere a que Kinsasa ha ampliado recientemente su capacidad militar gracias a la compra de armas a China y Estados Unidos, así y como drones adquiridos a Israel.

6ª estafa: la excusa étnica

De entre el conglomerado de choques étnicos que sacuden la totalidad del territorio congoleño, cuatro etnias acaparan los enfrentamientos en el este: por un lado se encuentran los hutus (que integran la mayor parte de la milicia FDLR, las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda) enfrentados a los tutsis (representados por el M23) en la provincia de Kivu Norte; por el otro, lendus (integrantes de la CODECO) atacan a la comunidad hema (con una fuerte presencia radicalizada en Uganda pero sin una organización fuerte en el Congo) en la provincia de Ituru.

El factor étnico fustiga a la región desde los años de la descolonización, siendo los casos más conocidos el genocidio de Ruanda en 1994 y los asesinatos masivos de hutus en los campos de refugiados congoleños durante 1996. Como ocurre en otras zonas del continente africano, la rivalidad entre etnias no deja de servir para reclutar a luchadores que consigan mantener las zonas de influencia que permiten la extracción de materias primas con un fin ajeno a lo étnico. Este periodista entrevistó en diciembre de 2022 a Willy Ngoma, portavoz del M23, en un momento en que el guerrillero tutsi culpaba la existencia del grupo paramilitar al “hostigamiento” llevado a cabo por las poblaciones hutu del este de RDC contra los civiles tutsis. Sin embargo, investigaciones previas demostraron que los traficantes de minerales y los agentes de violencia protagonistas en torno al lago Kivu (que marca la frontera entre Ruanda y RDC) son de una mayoría tutsi.

Las diferencias entre hutus y tutsis son ficticias a efectos prácticos, tratándose en esencia de maquinaciones del colonialismo europeo y basadas en un concepto de raza con una brumosa base histórica. Los hema y los lendu, por otro lado, sí que conforman grupos étnicos de orígenes distintos aunque compartan la misma lengua, el lendu. Su conflicto viene sin embargo motivado por el reparto de tierras fértiles, ocupando áreas relativamente alejadas de las zonas mineras.

Decir que los choques entre hutus y tutsis del este de RDC tienen como principal desencadenante el factor étnico es una sentencia ajena a la realidad, cuando el origen de la animadversión entre ambas comunidades ha tenido desde el siglo pasado una base económica que hoy profundiza el tráfico de minerales. Los enfrentamientos entre los hema y los lendu, que sí que tienen un trasfondo étnico sostenible, apenas se aplican a las zonas mineras y no pueden confundirse dentro del sangrante negocio de materias primas.

7ª estafa: el consumidor

En palabras de Pierre, un conductor de Cabify congoleño con residencia en Madrid: “el coche en el que estás sentado se ha producido casi que gracias a mi país, desde el caucho de los neumáticos hasta el cobalto de la pintura”. Se producen así debido a las dinámicas agresivas en el este de República Democrática del Congo, no ya diamantes de sangre, sino coches de sangre, motocicletas y bicicletas de sangre, móviles de sangre y televisiones de sangre que chorrean en las aceras y los salones de las casas de todo el globo. El silencio del consumidor frente a los ríos de sangre es abrumador, excusado a duras penas mediante discursos capitalistas donde el dinero supera a la vida en importancia, la lógica de los números a la lógica de la razón, o culpando a empresas y compañías mineras en exclusiva como si el producto final no fuera a acabar en el bolsillo del ciudadano corriente.

Si bien sería precipitado hablar de una Segunda Guerra Mundial Africana, podría considerarse a partir de este reportaje la estructuración de un enorme complejo de intereses promovidos por organizaciones internacionales y nacionales que trabajan en perfecta armonía al compás de las dinámicas del mercado y haciendo uso de una palada de plomo y otra de hipocresía para mantener en marcha el doloroso negocio de las materias primas congoleñas. Los muertos se cuentan por miles cada año, desde hace décadas. Mientras el precio de los móviles aumenta, el salario de quienes extraen las materias necesarias ha disminuido desde el siglo pasado: porque según un estudio publicado por Naciones Unidas en 2022, los ingresos de los mineros congoleños no alcanzan los 10 dólares mensuales.

Sería inútil caer en la trampa en la que han caído los congoleños y culpar de un destino tan negro a una nación en concreto, o sólo a las mineras. Decenas de naciones de todo tipo (ya sean africanas como asiáticas u occidentales) se benefician del juego puesto en marcha. El mundo entero se beneficia de ello. Y no tiene sentido señalar culpables cuando también encontramos a los estafadores cada vez que nos mirarnos al espejo.