
Geopolítica
Trump devuelve legitimidad a Putin y lo coloca como figura clave en el tablero mundial
Para muchos analistas occidentales, la cumbre de Alaska fue una concesión estratégica. En cambio, para los propagandistas del Kremlin fue una gran victoria

Al aterrizar en Anchorage (Alaska), Vladimir Putin no tuvo que preocuparse por la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional que pesa sobre él por la invasión de Ucrania. Cuando el avión presidencial ruso se detuvo, el pasado día 15, en la pista de la base militar estadounidense de Elmendorf-Richardson, al final de la escalera de embarque le esperaba una alfombra roja, saludos militares, la limusina presidencial de Donald Trump y el estruendo de los cazas del Ejército sobrevolando la base para darle la bienvenida. «Occidente vuelve a recibir a Putin como un jefe de Estado legítimo», informaba la televisión estatal rusa. Y no se equivocaba.
Era la primera vez, desde 2015, que el jefe del Kremlin pisaba territorio estadounidense. Y la primera visita a un país occidental desde febrero de 2022. La victoria diplomática de Putin sucedió en cuanto puso un pie en el suelo de la potencia rival. El preciso instante en el que fue recibido supuso el fin del aislamiento internacional al que lo habían condenado Washington y Bruselas desde la escalada del conflicto ucraniano. «No se han celebrado cumbres en más de cuatro años. Las relaciones cayeron a su punto más bajo desde la Guerra Fría. Tarde o temprano, era necesario corregir la situación y pasar de la confrontación al diálogo», explicó Putin.
Sobre la mesa, el objetivo era encontrar un camino hacia la paz en Ucrania. «Para que el futuro acuerdo sea duradero necesitamos eliminar todas las causas de ese conflicto, y considerar todas las preocupaciones legítimas de Rusia», informó Putin a su llegada. Sin embargo, la cumbre de Alaska no trajo la paz en Ucrania ni alivió las sanciones rusas, sino que otorgó una legitimidad simbólica al neo zar ruso que vale tanto como cualquier concesión territorial. En geopolítica, las imágenes pueden ser tan poderosas como los acuerdos. Y en Anchorage, estas jugaron a favor del Kremlin, gracias al trato preferente que le otorgó el presidente estadounidense, Donald Trump.
Para muchos analistas occidentales, el recibimiento fue una concesión estratégica. En cambio, para los propagandistas del Kremlin fue una gran victoria. El trato dispensado por el magnate neoyorquino reforzó la idea de que Estados Unidos reconoce la relevancia de Putin como interlocutor indispensable. Así, el viaje del premier ruso cambió su marco narrativo para pasar de ser el agresor excluido, al actor con quien hay que negociar. Y, para satisfacción del ruso, la cumbre volvió a marginar a Ucrania y a Europa del proceso negociador. A pesar de que, luego, Volodímir Zelenski y diversos líderes europeos fueron invitados a la Casa Blanca, Bruselas sigue asistiendo atónita y maniatada al alineamiento de Washington con Moscú, en vez de con la postura conjunta del bloque occidental.
La victoria simbólica de Putin en Alaska se produjo porque consiguió romper el cerco diplomático al que había sido sometido, tras ser aislado de foros internacionales como las cumbres del G20, así como varios encuentros de la OTAN, motivo por el que solo viajaba a países aliados o no alineados con Occidente. De facto, la cumbre fue un reconocimiento de que Europa y sus aliados no pueden excluir indefinidamente a Rusia del tablero internacional.
Tras el triunfo, la maquinaria propagandística de Moscú se puso a trabajar a destajo en casa. La televisión estatal celebró la cumbre como «el fin del aislamiento». Más aún, para el público ruso, las imágenes de su presidente recibiendo honores de Estado son un triunfo de la resistencia ante las sanciones económicas, bloqueos y acusaciones en La Haya. «Estados Unidos se ha visto obligado a reconocer que Rusia es indispensable», informó Dmitri Medvédev, expresidente y número dos del Consejo de Seguridad ruso.
Mientras el neo zar ruso regresó a Moscú reforzado, algunos medios estadounidenses alzaron el grito al cielo. Nunca un inquilino de la Casa Blanca se había mostrado tan en línea con el líder absolutista de una potencia hostil. «La reunión ha supuesto un triunfo propagandístico para Putin», informó Politico. Asimismo, el director del Carnegie Russia Eurasia Center, Alexander Gabuev, sentenció: «Putin se aseguró la legitimidad internacional interactuando directamente con el presidente Trump y sin sufrir sanciones adicionales.»
En cuanto a la cumbre, la realidad es que fue un fracaso. «No lo logramos», indicó el presidente estadounidense durante la conferencia de prensa conjunta. «Tuvimos una reunión extremadamente productiva y se acordaron muchos puntos. Hemos avanzado. Pero no hay acuerdo hasta que haya un acuerdo», añadió Trump. Luego, en sus redes sociales, volvió a claudicar ante las demandas del Kremlin: «la mejor manera de poner fin a la terrible guerra es llegar directamente a un acuerdo de paz y no a un simple alto el fuego».
«Es muy importante que nuestros países pasen página. Espero que el encuentro de hoy sea el punto de partida no solo para la solución del problema ucraniano, sino también para unas relaciones serias y pragmáticas entre Rusia y Estados Unidos», indicó Putin. Luego, volvió a lanzarle el anzuelo al super ego del inquilino de la Casa Blanca, que, irremediablemente, picó. «Hoy escuchamos al presidente Trump decir que, si él hubiera sido presidente, no habría habido guerra. Creo que ese habría sido el caso. En general, el presidente Trump y yo hemos forjado una muy buena relación seria y de confianza», explicó. «La próxima vez en Moscú», añadió durante el cierre de la rueda de prensa. «Eso es interesante. Me lo puedo imaginar», respondió Trump con una sonrisa. Mientras, la invasión rusa de Ucrania continúa con la anexión ilegal de territorios y los bombardeos indiscriminados contra la población civil.
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