El Madrid de..
Sandra Barneda: “Nos educan para el triunfo, pero no para la pérdida de un ser querido”
Se confiesa “feliz” tras ser la finalista del Planeta con “Un océano para llegar a ti”. De Madrid, la escritora se queda con El Prado, El Retiro, los palacetes del barrio de Salamanca y perderse por las calles: “Es una ciudad que te abraza”
«Arañar la vida y acogerte a todo aquello que te hace sentir bien». Es una de las cosas a las que Sandra Barneda no está dispuesta a renunciar. Lo reconoce en un momento en el que se siente, dentro de las circunstancias que impone un «año inusual» como este 2020, «feliz y afortunada» tras haber logrado ser la finalista del Premio Planeta con «Un océano para llegar a ti». La novela nos cuenta la historia de una familia sacudida por la muerte de uno de sus miembros. Un momento para el que, según la periodista, nadie nos entrena: «Nos educan para las ganancias y el triunfo, pero no para el fracaso. Tampoco para la pérdida de un ser querido y eso forma parte de la vida e incluso de la balanza de la vida. Decía Freud que somos la suma de nuestras ausencias».
Aunque confiesa haber perdido la costumbre de escribir cartas y lamenta ya ni siquiera recibir postales navideñas, Barneda teje la historia de su novela a través de las misivas póstumas que la madre de Gabriele deja a los suyos. Algunas de ellas plagadas de esos secretos que nos callamos por no hacer daño: «Creemos que podemos complicar más las cosas, pero al final lo no hablado no es que no exista, existe para cada uno de una forma distinta. Ahí es donde se produce el surco que va distanciando a las personas», reconoce la escritora. Asegura, no obstante, no tener una receta mágica que dar a quien se encuentre ante el dilema de guardarse o no un secreto: «No me atrevo a decir qué es lo mejor. Cuando elegimos callar igual que cuando elegimos hablar, elegimos dos caminos. Y toda acción tiene sus consecuencias».
Esta barcelonesa es desde hace ya varios lustros una madrileña más. Aunque su puerta de entrada a la ciudad no fuera especialmente «inspiradora». Su primera imagen fue la Plaza Castilla. «Cuando me fichó Antena 3 en 1997 para hacer los informativos de fin de semana, estuve en un hotel allí durante dos meses buscando casa. Es uno de los sitios más feos de Madrid. Yo venía de Barcelona y me parecía muy desalentadora esa imagen». Pronto todo cambió gracias a una mudanza a la calle Los Madrazo, a la espalda del Congreso: «Empecé a encontrar otro Madrid y desde entonces me he movido siempre por el Centro. Soy muy de barrio. Recuerdo que me costaba encontrar cafeterías donde sentarme. Sois muy de barra en Madrid. Venía de Barcelona y somos de sentarnos para desayunar con la Prensa. Recuerdo que mis primeros amigos me odiaban cuando quedábamos para desayunar porque siempre les obligaba a hacer una caminata tremenda hasta encontrar un lugar donde sentarnos».
Precisamente de una cafetería guarda uno de sus recuerdos imborrables de esta ciudad. Y no fue precisamente en un día fácil: 12 de marzo de 2004, veinticuatro horas después de los atentados de Atocha: «Siempre iba a la misma cafetería a desayunar. Vivía por La Latina. Era el 12-M. Entré muy temprano, iba con la Prensa, me empecé a emocionar y levanté la mirada. No la había levantado nunca y vi que nos estábamos mirando. Más de uno nos abrazamos y nos dimos consuelo. Ese momento fue muy especial y define mucho la esencia de Madrid. Es una ciudad que te abraza».
Si tiene que quedarse con tres lugares, señala El Prado, El Retiro y los palacetes del barrio de Salamanca, contemplarlos y «cotillear» en su interior. Pero sobre todo perderse: «Madrid es calle y ahora mismo no podemos disfrutar de Madrid como nos gusta. No es tan ordenada como Barcelona y yo que no tengo nada de orientación, recorría las calles y me perdía. Me encanta perderme, descubrir recovecos y entrar en un sitio. Somos tan sociables los que vivimos en Madrid que puedes encontrarte una buena historia o una buena conversación en el lugar más insospechado porque la gente se te pone hablar».
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