Historia
El palacio que se salvó (de milagro) de la Guerra Civil en Madrid
El museo Cerralbo alberga, en pleno barrio de Argüelles, una de la grandes colecciones de arte que estuvo en manos privadas
Riqueza y sociología van de la mano en este palacio. Un espacio único en Madrid para contemplar cómo era la vida de la «jet» de hace más de cien años. De hecho, ya en tiempos de su construcción, sus dueños, aquellos mecenas, pensaron en el valor pedagógico de lo que estaba o iban levantar. El palacio, de estilo clasicista, decorado con elementos neobarrocos y rococós, fue concebido desde su origen, como decíamos, con una doble función, como vivienda y como museo, sede de las obras de arte reunidas por los marqueses de Cerralbo y sus hijos, los marqueses de Villa-Huerta, durante los numerosos viajes que realizaron por España y Europa. Hablamos de un museo que nada tiene que envidiar a otros similares en Londres, París o Nueva York, levantados por las fortunas del momento en aquellos países.
Así, en este museo madrileño, esta colección personal que sus creadores quisieron brindar a sus compatriotas, se compone de más de 50.000 piezas entre pinturas, esculturas, cerámicas, muebles, monedas, medallas, tapices, dibujos, estampas, relojes, armas, armaduras, objetos arqueológicos. Imposible describir todos los objetos aquí reunidos pues inmensa era la curiosidad -acompañada de riqueza para hacerse con ellos- de los creadores del palacio de Cerralbo. El marqués donó a la nación española este patrimonio instituyendo el Museo Cerralbo, con el fin de que sus colecciones perdurasen, como apuntó, «siempre reunidas y sirvan para el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte» .
El edificio en sí, sede del museo y antigua vivienda del marqués, fue construido entre 1883 y 1893 por los arquitectos Alejandro Sureda, Luis Cabello y Asó y Luis Cabello Lapiedra, según las directrices del marqués de Cerralbo. En su diseño alterna corrientes clasicistas, eclecticistas y movimientos «neo» de la época. El jardín, una rara avis en esta zona de la calle de la Princesa, está basado en bocetos del propio marqués y recuerda los jardines románticos de estilo inglés.
Un palacio hecho para ser visto y visitado. De hecho, al tratarse de una mansión más enfocada a la exhibición y ostentación que al uso cotidiano, se proyectaron amplios espacios y salones para mostrar al público las colecciones más relevantes recogidas por el marques en sus viajes, y se destinaron espacios reducidos para la vida diaria. En aquel momento poco importaba a sus dueños, que pasaban gran parte del año en Biarritz y en viajes por todo el continente europeo.
Un dato curioso es que el palacio de Cerralbo, pese a estar al lado del Cuartel de la Montaña, donde hoy se ubica el templo de Debod, y en pleno barrio de Argüelles, al lado de la Ciudad Universitaria, donde se libraron cruentas batallas durante la Guerra Civil, no sufrió daños de relevancia. Ni el palacio ni los 50.000 objetos que albergaba. De hecho, se conserva casi íntegra la decoración de la planta principal -que incluye, entre otros, un suntuoso salón de baile-, mientras que las estancias más privadas sufrieron sucesivos cambios por el uso. Si bien el marqués de Cerralbo donó muchas piezas al Museo Arqueológico Nacional y al Museo Nacional de Ciencias Naturales -de acuerdo con su interés por preservar el patrimonio-, este museo alberga esculturas desde la época romana, cerámicas griegas, porcelanas de Meissen, cristalería europea, armas y armaduras europeas y orientales, numismática desde la época grecorromana. Punto y aparte son las colecciones de pintura, que incluye ejemplos relevantes y únicos de la escuela española, italiana, flamenca y francesa.
Un edificio que es uno de los grandes desconocidos en un Madrid en el que las colecciones del Estado brillan -sin duda con razón-, pero que no debe hacernos olvidar estas joyas que hacen de la capital un espacio artístico singular.
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