Distrito de Salamanca

Los «últimos de Torrijos» no se rinden ante su Goliat: el mercado de Madrid que busca resistir

Solo quedan diez negocios abiertos en el histórico mercado del barrio Salamanca, el cual ha sido prácticamente adquirido por un fondo de inversión

Demandas de desahucio para los diez últimos del mercado de Torrijos David Jar
Demandas de desahucio para los diez últimos del mercado de TorrijosDavid JarFotógrafos

Nada más entrar por la puerta del Mercado de Torrijos, uno de los más antiguos de Madrid, un cartel llama la atención. «Nos hemos trasladado a la calle Hermosilla, 83», reza el escueto escrito desde una ventana que deja ver las estanterías vacías de un local apagado. Allí, hasta hace poco, estaba la Casa del Aceite, pero ahora es uno más de los muchos negocios que han bajado la persiana en este histórico mercado en el que solo resisten diez comerciantes, los «últimos de Torrijos», quienes se encuentran inmersos en una lucha contra «la presión de una sociedad de inversión que quiere quedarse con un espacio privilegiado y muy cotizado», tal como expresan en su manifiesto, «en el distrito de Salamanca». Un proceso que, entre otras cosas, ha incluido la negativa de la empresa Numulae Gestión de Servicios, actual titular del mercado, de cobrar las cuotas mensuales que pagan los comerciantes, tal como ha explicado su abogado, Antonio Rivas, además de la notificación de desahucio por precario a cuatro de ellos. «Nos están llamando okupas, y no lo somos», lamentan los comerciantes.

Demandas de desahucio para los diez últimos del mercado de Torrijos
Demandas de desahucio para los diez últimos del mercado de TorrijosDavid JarFotógrafos

Una luz al fondo del pasillo indica que hay otro puesto abierto, La alacena de mamá. Allí se encuentra Gemaquien ha heredado el negocio de su madre. «Es una situación muy triste, pero tenemos muchas ganas de luchar para que esto siga adelante», asegura Gema, quien reconoce que, si bien estos empresarios siempre han estado «muy unidos», a partir de esta situación lo están más todavía. «La única alternativa que vemos es luchar hasta el final», asegura. «El proceso está en los tribunales, y los que quedamos no nos vamos a ir de aquí hasta que no lo dictamine un juez».

Esta lucha «de David contra Goliat», como ellos mismos la han llamado, comenzó en 2005, cuando el Ayuntamiento de Madrid vendió el mercado, que pasó a convertirse en una sociedad en la que los propietarios de cada negocio eran dueños de una acción. En aquel momento el mercado antiguo cerró para construir uno nuevo sobre el cual se situaron viviendas. «Volvimos en 2011, muy ilusionados y con muchas ganas de trabajar en un lugar completamente nuevo», indica Estrella Gordo, propietaria de la Frutería de Estrella y lectora del manifiesto. Sin embargo, a partir de 2020, el fondo de inversión comenzó a comprar acciones de una forma que el abogado de estos comerciantes define como «alegal» o, al menos, «claramente inmoral». «En este tipo de sociedades tienen prioridad de compra de acciones los miembros de la misma, pero tanto la empresa compradora como los que vendieron en un primer momento, que fueron muchos, actuaron de una forma que ignora este proceder», explica Rivas.

Demandas de desahucio para los diez últimos del mercado de Torrijos
Demandas de desahucio para los diez últimos del mercado de TorrijosDavid JarFotógrafos

El resultado de esta transacción, explican en el manifiesto, ha llevado a una situación en la que «la potencia y los recursos ilimitados del gigante financiero están ahogando a los pequeños comerciantes en su justa pero desigual batalla judicial, que dura años y que mantienen viva con escasos recursos, frente a equipos de abogados de una sociedad de inversión que dilata los procedimientos hasta el infinito para agotar y arruinar a los comerciantes». Algo que, según estos empresarios, solo puede definirse como «mobbing inmobiliario».

«El mantenimiento del mercado es totalmente imposible», relata Estrella. «En la frutería se nos rompió la cámara de frío y amenazaron a la empresa que habíamos contratado para la reparación con que no tenían permiso para estar aquí». Además, asegura que han pasado todo el invierno sin poder poner la calefacción, y que, incluso, hubo un pequeño conato de incendio que por suerte pudieron apagar, pero que «los bomberos confirmaron que se produjo por falta de mantenimiento, porque cuando algo se rompe la propiedad no lo arregla».

Los «últimos de Torrijos» están dispuestos a llegar hasta el final en esta batalla, en la cual han tocado también la puerta de las administraciones públicas. «Han venido de todos los colores políticos por parte del Ayuntamiento», asegura Estrella, «pero, más allá de empatizar con nuestra situación, no han podido hacer nada, porque todo se reduce a que el mercado es propiedad de una empresa». Sin embargo, los comerciantes reclaman que, «si bien el Ayuntamiento de Madrid vendió el mercado en 2005», este continúa teniendo «responsabilidad moral sobre él, ya que algo no se ha hecho bien vista la situación actual». Por ello, instan a la autoridad municipal a que «medie para evitar la ruina de los comerciantes y para poner fin a una situación especulativa muy agresiva y dañina que puede desembocar en la desaparición de un espacio comercial histórico de gran arraigo en el barrio».

Estas mismas reclamaciones son las que han hecho a las autoridades distintas organizaciones que se han adherido al manifiesto, advirtiendo que la situación que atraviesa el Mercado de Torrijos no es única, sino que se repite en muchos otros puntos históricos de Madrid y que «amenazan con acabar con el pequeño comercio». Así, a los «últimos de Torrijos» se han unido desde la Federación Española de Consumidores y Usuarios de España (CECU) y la Red de Autónomos, hasta la Asociación de Autónomos y Comerciantes del Metro de Madrid y la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid. «El trato y la cercanía que se encuentra en un sitio así no se puede cambiar por nada», dice Gema, cuya madre, antes de jubilarse, compró un banco para que sus clientes más mayores pudieran sentarse a esperar su turno. Un banco que, ahora, se apoya en la persiana bajada de otro comercio. «Está siendo un periodo muy duro», asegura Estrella, quien lleva más de 30 años en la frutería junto a su hermano, su marido y, anteriormente, su suegro. «Nos está afectando mucho, a nivel profesional y personal, pero no vamos a parar. Ya hubo una historia de David y Goliat, y, esperemos, esta sea otra similar».