Opinión
«Animus iocandi»
La poesía epigramática y satírica española nace con Marco Valerio Marcial, en el siglo I de nuestra era. En el Siglo de Oro tenemos a Quevedo, Góngora y Villamediana. En el XVIII y XIX, la satírica alcanza cumbres demoledoras. Y llega el XX, con feroces retratos epigramáticos al Rey y la Corona. Manuel del Palacio, Luis de Tapia – que trata de tortilleras a todas las religiosas-, y un sinfín de rapsodas que con mayor o menor acierto dedican a los reyes, a los políticos y a los poderosos toda suerte de desprecios rimados. En el franquismo, cuando se decide cambiar el orden de los apellidos al nieto mayor del Jefe del Estado, escribe Juan Pérez Creus: «Por la alta bondad de Dios,/ que en sus mercedes no es manco/ en vez de un Francisco Franco/ nos encontramos con dos./ El uno del otro en pos,/ nos llegan por nuestro bien,/ pero ¡Dios nos libre, amén!/ de que doblando la hazaña/ salvada por uno España/ la salve el otro también». Se conocía al autor que los firmó con el seudónimo de «Maése Pérez», y aquí paz y después gloria. Juan Pérez Creus. Pero una periodista, muy adicta al Régimen y a la cama, publicó en «Informaciones» un artículo devastador en el que , sin el gozo de la buena rima, atacaba y solicitaba la detención del poeta satírico. Y recibió su correspondiente respuesta en forma de soneto, cuyos tercetos transcribo: «Llamarte fresca, pobre sonaría;/ llamarte zorra, no daría tu talla/ pues por puta te tienen las personas./ y Llamarte putísima, sería/ como decirle cerro al Himalaya/ como llamar arroyo al Amazonas». Nada sucedió. Es Celia Gámez la más famosa y deseada. Y en España, prohijada por el gran José Millán Astray, general y fundador de la Legión. Agustín de Foxá, diplomático al servicio del Régimen, le dedica un soneto a su manera, con su particular métrica y rima: «Tú, que naciste en las porteñas hampas/ y del amor conoces los oficios,/ ¡Oh vieja zorra de las anchas Pampas/ que enamoras marqueses pontificios!(El marqués de Amboage)/. Tú, que cantas esos tangos con ojeras/ repletos de memeces argentinas/ y meriendas con nobles tortilleras/ y confundes Meninas con mininas./ Los prognatas toreros que complicas, (Belmonte)/ por ti se tornan en babosos toros./ Vas al teatro con señoras ricas,/ y estrenas obras con cretinos coros,/ escritas para ti por los maricas (el maestro Moraleda)/ que sueñan con los culos de los moros. (La Guardia Mora de Franco)». Nada sucedió y Foxá siguió siendo el lujo de la carrera diplomática. Benavente estrena en el Infanta Isabel su comedia «Una Señora», y Eduardo Manzanos lo celebra: «Don Jacinto Benavente/ ha estrenado “Una Señora”,/ y es lo que dice la gente:/ ¡Ya era hora, ya era hora!». El poeta canario y anticuario Néstor Alonso se topa en «Los Papeles de Son Armadans» de Cela con este epigrama que le dedica Manuel Fernández Sanz, «Manolito el Pollero»: «Lo primero el corazón/ y lo segundo el trasero./ Como Alonso es maricón/ lo segundo es lo primero». Y nada sucede. El actor Espantaleón interrumpe dos veces su discurso de gratitud a quienes le han ofrecido un homenaje en el Hotel Fénix de Madrid. Lo resume en un poemilla Foxá: «Espantaleón/ meando no es manco./ Tiene una minina/ con una turbina,/ que, de conocerla/ la inaugura Franco». Y nada sucede. Impera en el régimen el «ánimus iocandi».
La podemita y copropietaria del chalé de Galapagar, Irene Montero, ha recibido 70.000 euros en compensación al disgusto que se llevó con unos versos publicados en el boletín de una asociación de jueces y firmados por «El Guardabosques de Valsaín». Una broma que otro juez ha calificado de «ofensa machista». Se decía que ella y su amado pasaban por un periodo de crisis. «La diputada Montero,/ expareja del Coleta,/ ya no está en el candelero;/ por una inquieta bragueta/ va con Tania al gallinero». El magistrado Jaime Miralles ha dicho que «el poema erosiona la dignidad de la diputada», y con todo el respeto que me merece el señor juez, me atrevo a decirle que recurra a los tiempos del franquismo para establecer una comparación entre su intolerancia y la permisividad de aquellos años con las bromas epigramáticas. Aquí un miserable dice «hacer humor» cuando se suena, derriba e insulta a la Bandera de España, y no se permite una quintilla satírica a una diputada estalinista con chalé y piscina. Pues me permito terminar los versillos con mi humilde colofón: «La diputada Montero/ setenta mil va a cobrar,/ y destinará el dinero/ a decorar con esmero/ su casa en Galapagar».
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