
Opinión
El alma tiene memoria
Si la piel tiene memoria, imagínense el alma. Todo viene de atrás. De antes del útero. La herencia que nos hace ser, y nos persigue siempre en lo bueno y en lo malo. Después, la primera infancia, esa que vives pero no comprendes, que marca a fuego. Todos los años escribo un artículo sesudo criticando la Navidad. Pero este año quiero contárselo desde el origen: experiencia y recuerdos. Recuerdo las broncas de mis padres, su amor tóxico, su imposibilidad de separarse. Mi alma encogida. Recuerdo el único beso que les vi darse, en la cara, y que me alumbró tantas noches. Recuerdo a mi hermano, un año menor que yo, varón deseado, y mis celos. Recuerdo lo dormilona que era, amaba dormir. Y recuerdo estas fiestas en casa de mis tíos. Se llevaban bien y a mí me encantaba estar allí. Un sentimiento agridulce al comparar. Recuerdo la mesa enorme de Nochebuena llena de viandas. Mi dolor dentro y fuera. Dolor en mí, por mí, por mi abuela, que era de pueblo, tenía cataratas y apenas hablaba. Dolor porque sabía que en la calle había gente sola y malita. Recuerdo que a los niños nos daban gaseosa con vino y yo me ponía contenta. Pero enseguida me entraba sueño, me metía debajo de la mesa y me dormía escuchando la jarana. Cuando mi madre se daba cuenta, me tumbaba en una cama. Recuerdo que enseguida me dijeron lo de los Reyes Magos y mis padres me traían muñecas absurdas. Recuerdo que al verlas me volvía a dormir. Muchos años han pasado y ya no duele. Pero si la piel tiene memoria, imagínense el alma. Felices fiestas, queridos.
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