Opinión

Por mares de Somalia

Tan preocupados andamos por lo que ocurre en el Golfo Pérsico y en el Estrecho de Ormuz que lo cierra, por la repercusión que pueda tener en nuestras economías el alza de los precios del petróleo, que pensamos que en el otro mar que baña por el oeste la península de Arabia –el Rojo y el Golfo de Adén– por donde se canaliza todo el tráfico de Suez, es un remanso de paz sin riesgos para la navegación.

El relato de unos hechos relativamente recientes es un testimonio claro de la necesidad de mantener vigilantes a fuerzas de la Unión Europea en el marco de la operación Atalanta constituida en 2008. No solo se trata de proteger intereses económicos –pesca y comercio especialmente– sino de protección del vital Programa Mundial de Alimentos auspiciado por NN.UU. Por allí, en Somalia, en Djibuti o en las Seychelles andan nuestros militares especialmente de la Armada y del Ejército del Aire.

No hacía tres semanas que España se había hecho cargo de la Operación Atalanta, lo que entrañaba, debido al BREXIT el desplazamiento del Cuartel General de Nortwood (UK) a Rota, cuando frente a la costa de Cadale en Somalia un «dhow» yemení, el «Al Ahzam» fue asaltado por piratas desembarcados de tres esquifes. Utilizando el propio barco como nodriza, intentaron con posterioridad asaltar al pesquero de bandera surcoreana «Adria» el cual en su huida buscó la protección del pesquero más cercano, el español «Txori Argi», un atunero congelador matriculado en Bermeo con 29 tripulantes y 4 agentes de seguridad privada a bordo. Ante un fallido disparo de lanzagranadas y la actitud amenazante de los piratas, la seguridad del barco respondió con contundencia obligándoles a desistir. El pesquero español, de magnífica línea y modernas instalaciones, faenaba en aguas internacionales a 280 millas de las costas somalíes.

Alertada desde el comienzo del secuestro la fragata «Navarra», situada en aquel momento en el puerto de Mombassa (Kenia) y localizado el secuestrado «Al Ahzan» por dos aviones de vigilancia marítima –uno español, otro alemán– basados en Djibuti, un equipo de la «Unidad de Guerra Naval Especial» (UGNE) y la propia tripulación de nuestra Fragata, recuperaron el «dhow», liberaron a sus tripulantes, detuvieron a los piratas, atendieron a algunos heridos tras el tiroteo con el «Txori Argi», para posteriormente entregarlos a las autoridades judiciales de Seychelles en Port Victoria a través del Embajador de turno de la UE ( en este caso el de Francia).

Expuesto así, parece un relato periodístico sencillo, casi de rutina. No hay manifestaciones políticas de alto nivel; no hay muertos; no hay peligro respecto al precio del petróleo; el «Txori Argi» volverá a Bermeo; en el Cuartel General de Rota se anotará un «nothing to report», nuestro «sin novedad». Nuestra sociedad seguirá impasible, ajena al esfuerzo de tanta gente –uniformados y sin uniforme– que cubre nuestra seguridad lejos de España que es como decir velando por nuestra libertad: libertad de comercio, de navegación, de tránsito.

Uno de mis informantes al hacer referencia a tantos protagonistas –piratas, el «dhow» típico de aquellos mares, esquifes, dos pesqueros, otros tantos aviones, fuerzas de asalto, embajadores de turno, moviéndose todos en el marco más amplio y general de NN.UU, BREXIT o Europa–, opina que parece estamos ante unas páginas de Emilio Salgari. Yo añado, no obstante, que en medio de todo hay seres humanos: unos que por hambre o ambición recurren a la piratería; otros que buscan mejores salarios a costa de faenar seis meses al año fuera de su Galicia o su País Vasco; otros de una empresa de seguridad que no dejan de arriesgar la suya en beneficio de otros.

Y entre todos, cerca de 400 miembros de nuestras Fuerzas Armadas que no solo están, sino que continuamente se siguen preparando para estar. Y sufren lejanías familiares con los problemas que ello conlleva; y arriesgan a volar o a navegar faltos de repuestos y de suficiente presupuesto. Y ayudan a formar un eficaz ejército somalí con medios más que limitados. Atalanta, que constituye uno de los mejores esfuerzos europeos en materia de defensa, ha conseguido que los hechos relatados sean puntuales, cuando hace una década hubieran sido habituales. Sostengo que la presencia disuasiva sigue siendo una herramienta esencial para evitar males mayores. Y me alegro de que la Europa de la Defensa se vaya cimentando con misiones como esta, donde trabajan codo con codo militares de todos sus países. Será más sencilla una Europa de los uniformados que una Europa de los políticos. En los primeros prevalecen valores de servicio al bien común, algo que a veces no encontramos en los segundos

¡Feliz verano somalí!