Opinión

El perro emocional y su cola racional

Allan Lichtman, profesor de historia de la American University (Washington), presume de acertar el vencedor de las elecciones presidenciales desde 1994. Tiene trece recetas, que el llama «llaves» y que ha compilado en un libro con el que espera forrarse. «En dos de cada tres ocasiones, las encuestas aciertan, pero en una de cada tres, fallan». Iván Redondo, el protoasesor de Pedro Sánchez, es un estudioso, hasta lo obsesivo, de las elecciones americanas. Sin duda, conoce las teorías de Lichtman, habrá aplicado alguno de sus consejos y, sobre todo, se aferrará al porcentaje de las encuestas –acierten o fallen– que más le interese. El consenso demoscópico insiste en el estancamiento del PSOE, en el mejor de los casos, la subida del PP y en el ascenso espectacular de Vox, que tan bien le viene a Sánchez. Solo Tezanos augura un gran día el 10-N para los socialistas. Los más prudentes en el PP lo tienen presente, aunque confían en las previsiones demoscópicas favorables, que son la mayoría. Sin embargo, los populares más ambiciosos creen que Casado y su equipo –todavía están a tiempo– deberían «ir a por todas» y no conformarse con un resultado excelente «para seguir en la oposición».

Pedro Sánchez confía en su capacidad de resistencia, pero tiene dudas y espera que el ascenso de Vox en las encuestas le conceda el «plus» que necesita para superar sus resultados de abril. Consciente de que no tiene mucho que ofrecer –carece de un plan para orientar la economía y mucho menos para abordar el problema de las pensiones– lo fía casi todo a que «las decisiones de los votantes están enrarizadas en la emoción y la intución», como apuntó Drew Wester de la Universidad de Emery (Atlanta). La apelación al voto útil de izquierdas, en un país de izquierdas –pero una izquierda conservadora, no obstante, según se deduciría de un estudio de la Fundación BBVA–, es el penúltimo recurso emocional para seguir en La Moncloa tras unas elecciones que estaban ganadas sin bajar de autobús y que se han complicado y, que más allá del interminable debate de ayer, dependen también de qué ocurra en las calles catalanas. Johnathan Haidt, psicólogo de la Universidad de Nueva York, publicó en 2001 un artículo titulado «El perro emocional y su cola racional». Defendía que cuando las personas toman decisiones morales –y votar lo es– están influenciadas por la emoción. Pueden pensar que actuan con cierta objetividad tras sopesar las evidencias. Otros se refugian en el argumento del voto en conciencia, sea lo que sea, pero todos deciden en un abrir y cerrar de ojos. Los más brillantes justificarán mejor su elección, pero todas las explicaciones no serán más que el reflejo de sus emociones, como un «perro que mueve la cola». En dos de cada tres ocasiones, las encuestas aciertan; en una de cada tres, fallan. ¡Ojo!