Sociedad

Se acabó vivir como los ricos

«La culpa de todo la tiene Franco que le dio coche al obrero»

Hace unos mil años, un suspiro en la historia geológica de la tierra, se produjo el «Período Cálido Medieval», también llamado «óptimo climático», con una temperatura media dos grados centígrados más alta que la actual. Hubo, por supuesto, otros episodios calientes, como el «Período Cálido Romano», que declinó hacia el 400 después de Cristo, lo que provocó, según algunos, las invasiones bárbaras, aunque lo más probable es que los pueblos del este, más que del frío, huyeran de las hordas asiáticas, dando al traste con el Imperio. Desde entonces, la humanidad, al menos en Europa, ha seguido una trayectoria ascendente, que se traduce en las largas colas en las puertas de embarque para coger un avión que te lleve ocho días a Cancún, con pulserita y pirámide maya incluidas; en la caza y captura de un camarero para que te sirva una ración de gambas en cualquiera de los miles de chiringuitos de nuestras playas y en las «operaciones retorno» por unas autovías sin peaje. Es decir, todo aquello que antes hacían los ricos y que, como se quejaba con su profundo sentido de la ironía mi añorado tío Pepe, lo fastidió Franco, que le dio coche al obrero. Pues bien, vayan ustedes preparándose porque, a causa del cambio climático, se va a acabar el vivir como los ricos, a menos, claro, que uno se pueda permitir un coche eléctrico, el único eficaz, de momento, es un «Tesla» que vale 40.000 euros; tenga recursos para pagar la gasolina a 2 euros el litro, disponga de una plaza de garaje en el centro de las nuevas ciudades «sostenibles», le importe un mico que le suban el precio de los billetes de avión, se permita tirar de visa oro en la carnicería y disfrute del «despertar natural» de quien no tiene que fajarse en el atestado vagón de cercanías a las siete de la mañana. Es decir, gracias al calentamiento global, y a los impuestos verdes, las restricciones y las prohibiciones de una izquierda realmente comprometida con el futuro sostenible del planeta, aquí vamos a poder disfrutar de la vida los de siempre, sin las molestas aglomeraciones de tanto medio pelo que pretende comer percebes como los señores. Y, Martínez-Almeida ¿qué dice de esto?