Gobierno de España
Defensores del sanchismo
Los enfrentamientos en la coalición de la investidura son demasiado visibles y profundos
La micro contrarreforma laboral del Gobierno social comunista ha suscitado una de esas batallas políticas en las que se especializa, hace ya mucho tiempo, la izquierda española cuando está en el gobierno. Y es que está obligada a defender lo contrario de aquello que constituía su posición inicial, proclamada siempre con gran trompetería propagandística. El fondo de la cuestión era sencillo: se trataba de derogar la famosa reforma laboral del PP. Desde el primer momento, el PSOE sabía que era una promesa imposible de cumplir. La reforma laboral del PP no consistió en un una ley que se deroga y se sustituye por otra. Fue una serie de modificaciones que afectan a realidades sociales y laborales complejas: no caben en un gesto drástico y jupiterino como el que Sánchez y su partido fingieron que iban a hacer Así que tenían que salir del embrollo en el que ellos mismos se habían metido, agravadas las circunstancias por las consecuencias económicas de la pandemia y las exigencias de la UE, que hacían aún más complicado pasar de la propaganda a los hechos.
Aquí es donde ha surgido la sorpresa, o más bien las sorpresas, porque son varias. Y es que el sanchismo ha encontrado dos aliados inesperados. El primero habrá sido, si los hechos confirman hoy las declaraciones, Ciudadanos. Los líderes de C’s podían haber explicado en qué medida la (micro)contrarreforma mejora la reforma, o por lo menos en qué palía un cambio mayor. Pero como eso es arduo de explicar, se han replegado en un argumento puramente político, según el cual así evitarán que el sancho-comunismo caiga en las garras de nacionalistas, republicanos, filoterroristas y antisistema. Lo malo es que la naturaleza política del razonamiento conduce sin remedio a que el apoyo de C’s sea entendido –y explicado– como un apoyo al Gobierno en un momento difícil. Las intenciones serán buenas. Para C’s, el resultado no lo será tanto.
El otro apoyo ha resultado ser aún más sorprendente, habiendo sido una comunista, Yolanda Díaz, la que ha asumido en primera persona –¡y con qué entusiasmo!–, la defensa de la (micro)contrarreforma que desmiente los eslóganes del PSOE y, aún más, los de su propio grupo u organización política. Justo cuando creía afirmarse como gran figura alternativa de la nueva izquierda, este voluntarismo –tal vez oportunismo– la enfrenta con sus aliados naturales, los ya mencionados nacionalistas, republicanos, antisistema y filoterroristas. También la convierte en un blanco fácil, por la cercanía que ha demostrado con sus enemigos de clase –recuérdese su famoso prólogo al «Manifiesto Comunista»–, a las reticencias y los silencios clamorosos de Pablo Iglesias. Es de sospechar que la actitud de este, tan mezquina como siempre, refleje un estado de ánimo poco entusiasta en las filas de Podemos. Finalmente, su rol de mediadora, incluida la unción mística por el Santo Padre, ha acabado jugando a favor de los ministros más cercanos al sanchismo, que han visto cómo Yolanda Díaz se abrasaba en la hoguera que les estaba destinada a ellos. No por eso deben hacerse demasiadas ilusiones. El desgaste ha sido grande, y los enfrentamientos en la coalición de la investidura, demasiado visibles y profundos. Esos son los aliados con los que ha optado por gobernar el PSOE.
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