Tribuna

De Vuelta y media

En Gaza quedan ahora mismo algunas decenas de rehenes judíos del 7 de octubre… y millones de rehenes árabes, a los que sus propias naciones hermanas no ofrecen otra perspectiva y alternativa que el martirio profesional

De Vuelta y media
De Vuelta y mediaRaúl

Cuando usted lea esto, ya habrá tenido ocasión de leer muchas opiniones sobre cómo acabó la Vuelta Ciclista a España este pasado domingo en Madrid, y por qué. Tengo poco que añadir. Aunque creo que ese poco es importante. Me gustaría que leyera esto alguien que de verdad piense que con «acciones» así se va a conseguir que mejore ni por un minuto la vida de los habitantes no judíos de Palestina.

Lo digo así, «habitantes no judíos de Palestina», en mi enésimo afán de clarificar un debate que lleva muy enrarecido… hace más de ochenta años. Palestina no ha sido nunca un país. Cuando la ocupaban los británicos, llamaban palestinos a todos los que vivían allí, fuesen árabes o judíos. Tras la partición de la ONU, estos últimos decidieron llamarse Israel, mientras que los árabes se «quedaron» con la marca Palestina. Sólo que en su caso la marca no ha equivalido nunca a un Estado.

Leerán por ahí que eso fue culpa de los judíos. Pero esto no fue así. Cinco potencias árabes, entre ellas Jordania –que aspiraba a quedarse con la tierra palestina, judía o no judía…– decidieron que no tenían nada mejor que hacer que invadir y aplastar el Estado hebreo antes de nacer. Casi lo consiguen. Algunos no se resignan y siguen hablando de «entidad sionista» y no de Israel.

Para los israelíes, la consecuencia de esto ha sido vivir en guerra perpetua y bajo constante amenaza existencial. Pero si a usted esto le da igual porque simpatiza con los «otros», con los «palestinos», pregúntese cómo les ha ido, va e irá a estos con semejante planteamiento. Es decir, con ejércitos regulares, irregulares, terroristas y de propaganda anteponiendo la destrucción de un país a la construcción de otro. En Gaza quedan ahora mismo algunas decenas de rehenes judíos del 7 de octubre… y millones de rehenes árabes, a los que sus propias naciones hermanas no ofrecen otra perspectiva y alternativa que el martirio profesional. Que ser carne de cañón de las batallas de otros, nunca de la suya.

A los «palestinos» hace tiempo que los engañan haciéndoles creer que todos sus males provienen de Israel, cuando Israel es el único actor en la zona que, por razones obvias (la propia supervivencia es una poderosa razón) está de verdad interesado en vivir algún día en paz con sus vecinos. Todos los demás tienen otras prioridades. Sinceramente creo que a los «palestinos» les iría mejor siendo ciudadanos israelíes que escudos humanos de Hamás.

Si alguien de verdad sufre por los «palestinos», la manera más rápida de acabar con su agonía sería luchar por normalizar las relaciones entre Israel y las potencias árabes moderadas, aislando a las que no lo son y agitan una polarización internacional (a la que dedican ingentes recursos) que se está cobrando una dramática factura en polarizaciones nacionales como la nuestra.

Ya siento decirlo, pero entre los que el domingo reventaron la Vuelta, había activistas de pago, activistas con agenda (de todo menos propalestina)… y había un montón de gente con mejores sentimientos que información. Que no se da cuenta de cómo la manipulan al servicio de intereses que no tienen nada que ver con los derechos humanos de nadie.

Si alguien de verdad quiere acabar con la tragedia de Gaza, hace tiempo que se estaría manifestando contra Hamás y a favor de la liberación de los rehenes del 7 de octubre. Esa sería la manera más rápida de cortar por lo sano. Daría incluso alas y argumentos a los israelíes pacifistas, progres y anti-Netanyahu, que ahora mismo se han quedado tan huérfanos como los «palestinos» mismos. Lo que está pasando sólo favorece los planteamientos más maximalistas y hasta ultras. Las opciones sin esperanza.

Menos flotillas, menos reventar la Vuelta, y más mirar los hechos a la cara: ni los «palestinos» deberían estar para sacrificarse eternamente en el altar de la izquierda radical, ni los israelíes se van a tirar al mar en aras de la corrección política. Hablamos de millones de personas que no tienen a dónde ir ni nada que perder mientras nosotros jugamos con ellos como ETA jugaba con las viudas y huérfanos de sus 800 asesinados. O nos intentaba convencer de que «menos mal» que se cargaron a Carrero Blanco para abrir camino a la democracia. ¿Y si hubiese sido, y si siempre fuese, todo lo contrario? ¿Y si mataron a Carrero Blanco para intentar provocar una reacción ultra que diera al traste con la Transición y les permitiera alargar la Guerra Civil por otros medios?

Piénselo.

Anna Graues periodista, escritora y exdiputada en el Parlamento catalán.