Crítica

“Los anillos de poder”: puro músculo, puro Tolkien

Amazon Prime Video estrena el viernes 2 de septiembre los dos primeros capítulos de la nueva serie de “El señor de los anillos”, dirigidos por el español J.A. Bayona

"El señor de los anillos: los anillos de poder" se estrena el viernes 2 de septiembre en Amazon Prime Video
"El señor de los anillos: los anillos de poder" se estrena el viernes 2 de septiembre en Amazon Prime VideoAMAZON

Entre mitos y verdades, el acervo popular sitúa el origen de la saga de “El señor de los anillos” en la imaginación de J.R.R. Tolkien, su necesidad paternal de entretener a sus hijos con las aventuras de un intrépido hobbit y el poso que dejó en él el mal sueño de la Gran Guerra. Lo humilde del génesis, el padre, los hijos y el espíritu místico de la inspiración, es en realidad la reducción mínima de la gran épica: una batalla eterna entre la luz y la oscuridad. Casi ya desde los cincuenta, cuando la saga comenzó a alcanzar notoriedad universal, fueron muchos quienes, vestidos de Ahab se acercaron al cachalote desde lo audiovisual. Tuvo que venir un neozelandés, un poco errante, pero brillante tras la cámara, para clavar uno de los arpones más afilados del celuloide. Las películas de Peter Jackson, estrenadas entre 2001 y 2003, fijaron para siempre el canon de lo que debe y lo que no debe ser una adaptación literaria. Éxito de taquilla, crítica y récord de Oscars, con 17 en total, la convierten en patrón oro.

Decenas de libros, un legado eterno y una trilogía mastodóntica que ya es historia del cine después, Amazon declaró —250 millones de dólares en concepto de derechos mediante— que podíamos contar con su arco y con su flecha para volver una vez más a la Tierra Media. ¿Tenía sentido? Sí, según el gigante de Jeff Bezos, porque no íbamos a volver ni a los tiempos de Frodo ni a los de Bilbo, si no mucho antes, a la forja misma de los Anillos de Poder. Allí, se nos adelantó hace meses, nos recibiría Galadriel (la misma que interpretaba Cate Blanchett en las películas) y allí nos encontraríamos con el mismísimo Sauron con el cuchillo aún entre los dientes. De esta forma, y con un mastodóntico ejercicio económico de más de 450 millones de dólares por temporada para convertirse en la serie más cara de la historia, Prime Video nos traslada directamente a la Segunda Edad del Sol.

"Los anillos de poder" nos traslada a los eventos previos a la forja de el Anillo Único
"Los anillos de poder" nos traslada a los eventos previos a la forja de el Anillo ÚnicoPRIME VIDEO

Ante la verdad de Tolkien

Tras mucho silencio administrativo, un rodaje exhaustivo en Nueva Zelanda y una polémica ciertamente absurda sobre el color de piel que deben tener los elfos (dicen, los idiotas convencidos, que es “poco creíble” encontrarse con alguien moreno en un mundo donde hay quien vive milenios y quien crea vida a su voluntad), Amazon Prime Video estrena por fin este viernes 2 de septiembre los dos primeros capítulos de “Los Anillos de Poder”. En total serán nueve, y su intención, además de acercarse lo máximo posible a la verdad tolkenita, es apabullar a puro músculo económico y visual. Para ello, la productora ha contado con dos showrunners ciertamente novatos (Patrick McKay y John D. Payne) y con el español J. A. Bayona en la dirección, una apuesta que, disfrutados en gloriosa épica los dos primeros episodios, no ha podido salir mejor.

Alejarse de los vicios de la industria con sangre fresca (a Bayona le seguirán seguro una ristra de directores reconocidos, pero todavía incipientes en el gran esquema de Hollywood) no ha podido ser mejor receta para “Los Anillos de Poder”, al menos en sus dos primeros episodios. Con inaudita pero agradecida rimbombancia, la multinacional proyectó ambos capítulos para la prensa en salas de cine, donde la experiencia se vuelve única. En poco más de 60 minutos de metraje por capítulo, la mano de Bayona se deja sentir en todo aquello relativo a la narrativa: hay una sensación constante de aventura, de riesgo, incluso de miedo, y algo de aquello por lo que se hizo famoso en todo el mundo, esa ternura de perspectiva infantil que, en realidad, es la gasolina de cualquier relato épico.

El ejercicio resulta todo un éxito: “Los Anillos de Poder”es la definición misma de portento, de músculo cinematográfico. La serie no solo se apropia de aquello que Jackson trazó a la perfección en sus adaptaciones, sino que es capaz de hacerlo evolucionar hacia algo con identidad propia. Por supuesto, su primer episodio es estructuralmente contextual, y nos pone en órbita para saber qué demonios vamos a presenciar, pero salvada la explicación, el disfrute es inmediato. No hay un solo plano en el que no quede demostrada la confianza de sus responsables en el proyecto, los medios con los que han contado y lo claras que parecen las líneas a seguir de cada hilo argumental. Si “La Casa del Dragón” brilla en el caos, “Los Anillos de Poder” lo hace en el orden.

Referentes nórdicos, referentes élficos

Si bien la magia narrativa era bien aprovechada por Bayona, su necesidad de abrir el abanico de personajes a partir del segundo episodio puede perder a quien no tenga un mínimo de interés real en la inmersión en la Tierra Media. Lo que sí es totalmente incontestable es el diseño de producción de la serie, un auténtico mastodonte de nuestro tiempo (menos croma quizá es menos drama) en el que se intuyen tres referencias inmediatas. La más es “God of War”, el videojuego de 2018 dirigido por Cory Barlog en el que seguíamos a Kratos, Dios de la guerra, en su caza de dioses nórdicos. No solo comparten árbol genealógico de mitos, sino que ambas obras también comparten imaginario visual (el poder natural, las grandes masas de agua como reflejo del espacio y no al revés, la sabiduría como luz perenne) y hasta compositor, Bear McCreary. Responsable también de “The Walking Dead”, el ganador del Emmy se trae a sus coros gaélicos para que la pantalla retumbe con la fuerza de 1.000 hombres. O elfos. O enanos.

Los otros dos referentes, mucho más verdes y orgánicos, bien podrían acercarse a “Willow”, la película de Ron Howard de 1988, para dar fe de los “pelosos” y “Breathe Of the Wild”, el videojuego de Nintendo con Link una vez más como protagonista y que, parece, va de convertirse en una de las obras más referenciadas de este siglo por su imaginario visual. El matrimonio entre ambos referentes, quizá una demostración de hacia dónde está mirando realmente la hegemonía cultural (y no, no es hacia el cine precisamente), resulta epatante y vibrante, brillante gracias a la fotografía del barcelonés Oscar Faura, estrecho colaborador de Bayona.

Contra todo pronóstico, Bayona y Prime Video salen airosos del encuentro con la mitología de Tolkien y, además, firman una serie capaz de generar “conversación”, esa materia difusa que tanto importa hoy en día para seguir soñando en audiovisual. Es complicado, sin haber podido acceder a más capítulos, conocer si el resto de la serie es capaz de rematar la faena y llevarnos hacia el interés semanal en “Los Anillos de Poder”, pero los dos primeros episodios anticipan un opus magna del saber hacer, de la ejecución perfecta y del borrado definitivo de los límites entre tipos de pantalla, asientos y espectadores.