Salud mental

La pauta de alimentación que beneficia, también, a las personas con trastorno por estrés postraumático

El consumo de carnes rojas y procesadas agrava los síntomas, mientras que el de alimentos de origen vegetal, los alivia, según una nueva investigación de Harvard

Cerebro dieta MIND
La conexión intestino-cerebro es la base en la que se cimienta el efecto de la alimentación en las emociones Freepik

No hay pauta alimentaria en el mundo cuyos beneficios para la salud estén tan demostrados como los de la dieta mediterránea. El goteo de evidencia científica que la vincula con la protección frente a distintas enfermedades es constante. Sin ir más lejos, esta misma semana la Organización Mundial de la Salud la ha recomendado como elemento clave para una longevidad saludable, combinada con la práctica de ejercicio físico regular. Así, en un informe sobre el envejecimiento de la población europea- en 2024, el número de personas mayores de 65 superará a los jóvenes de 15- la Organización declaró que esta pauta alimentaria- basada en un alto consumo frutas y verduras y bajo de alimentos ultra procesados con alto contenido en azúcar, sal y grasas saturadas- y la actividad física reducen el riesgo de mortalidad por cualquier causa en un 28%.

Otros beneficios que se le atribuyen son los de reducir el riesgo de desarrollar demencia, el de preeclampsia- presión arterial alta y signos de daño hepático o renal en las mujeres después de la semana 20 de embarazo-, el de enfermedades autoinmunes, el de repetición de eventos cardiovasculares, el de disfunción eréctil o su eficacia para tratar los síntomas del lupus o del hígado graso, entre otras muchas patologías.

Gracias al reciente descubrimiento del vínculo entre el microbioma intestinal humano y el cerebro- de cuya dimensión y potencial sólo se conoce por ahora una pequeña parte- las bondades de la dieta mediterránea han empezado a estudiarse también en relación a las emociones. Es el caso de una nueva investigación, realizada por investigadores del Brigham and Women's Hospital y de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, que evidencia que esta pauta de alimentación puede aliviar o prevenir los síntomas del trastorno de estrés postraumático (TPEP). "Existe una relación muy intrigante entre el microbioma intestinal humano y el cerebro -reconoce la coautora del estudio, la doctora Yang-Yu Liu-, según recoge Europa Pres. A través de nuestro estudio, examinamos cómo factores, como la dieta, se asocian con los síntomas del TEPT. Aunque es necesario seguir investigando, estamos más cerca de poder ofrecer recomendaciones dietéticas para prevenir o mejorar este trastorno".

El TEPT, según lo define el DSM-V, el manual de psiquiatría de referencia internacional, es un recuerdo recurrente y molesto- que se extiende más de un mes- de un episodio traumático insoportable- sucedido en los seis meses previos-. Cuando los síntomas duran más tres meses se habla de estrés postraumático crónico, mientras que, si duran menos de tres meses, se denomina estrés postraumático agudo. Tanto por el cuadro clínico en sí que experimentan los pacientes como por las consecuencias asociadas (retracción social, aislamiento, angustia severa, insomnio, entre otros) la carga del TEPT suele ir más allá del propio individuo, afectando a familiares y seres queridos y a su entorno laboral y social. Además, las personas con TEPT tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como cardiopatías coronarias, accidentes cerebrovasculares, diabetes, enfermedades autoinmunes y muerte prematura.

"Examinar el eje intestino-cerebro puede aportar información sobre la interdependencia de la salud mental y física -indicó Karestan Koenen, doctora del Departamento de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. "Nuestros hallazgos sugieren que la relación entre el TEPT y el microbioma intestinal humano es un área prometedora de investigación que puede conducir a recomendaciones para aliviar las consecuencias negativas del TEPT para la salud".

El trabajo, publicado en la revista Nature Mental Health, recopiló datos de 191 participantes en subestudios del Nurses' Health Study-II (NHS-II) -que incluían el Mind-Body Study (MBS) y el PTSD (TEPT, por sus siglas en inglés) Substudy-. Los participantes fueron asignados a tres grupos: probable TEPT, expuestos a trauma pero sin TEPT, y sin exposición a trauma. Todos los participantes presentaron dos series de cuatro muestras de heces, una al inicio del estudio y otra seis meses después. Las muestras se recogieron para obtener información sobre el ADN microbiano y confirmar que el microbioma intestinal de los participantes se había mantenido estable durante seis meses.

Evaluaron las asociaciones entre la estructura general del microbioma y los factores del huésped, incluidos los síntomas del TEPT, la edad, el índice de masa corporal (IMC) y la información dietética. A partir de ese análisis, los investigadores hallaron varios factores del huésped (IMC, depresión y antidepresivos) asociados con la estructura del microbioma. A continuación, estudiaron la relación entre la información dietética disponible y los síntomas del TEPT. El equipo descubrió que los participantes que seguían una dieta mediterránea experimentaban menos síntomas.En concreto, descubrieron que el consumo de carnes rojas y procesadas agravaba con los síntomas del TEPT, mientras que el consumo de alimentos de origen vegetal los aliviava.

Por último, el equipo empleó el método de triangulación generalizada microbio-fenotipo (GMPT) para examinar el vínculo entre los síntomas del TEPT y la composición del microbioma intestinal, con el objetivo de identificar a las especies de microorganismos que protegían frente al trastorno. Así, descubrieron que la que más protegía es la bacteria "Eubacterium eligens" que, además, se asociaba positivamente con los componentes enriquecidos de la dieta mediterránea (como verduras, frutas y pescado).

El equipo señaló también las limitaciones de su estudio, incluido el uso de una breve escala de detección del TEPT (en lugar de un diagnóstico clínico formal). Sin embargo, los resultados ofrecen ideas para futuros estudios que examinen otros trastornos mentales e intervenciones dietéticas con el fin de mejorar las recomendaciones para aliviar o prevenir los síntomas, aseguraron.