Antón en la eternidad
En las últimas rampas del Zoncolán, que son muros verticales inexpugnables y crueles por indómitos, donde el corazón apenas llega a palpitar y el alma exprime, donde el coraje y las fuerzas escasean por la extenuación sometida a un cuerpo tenue y esculpido, que es el de Igor Antón, se erige el infinito.