Viajes
Los Herederos del Marqués de Riscal, matemáticos del vino
Es muy complicado encontrar una visita mejor que esta para el verano, y casi imposible paladear un vino más sabroso
Entre los viñedos frescos coloreados de un glauco ensordecedor, recorriendo con zancadas de tradición y sabor las tierras bajas de Rioja Alavesa, ningún visitante puede evitar descubrir un brillo levantándose un centenar de metros sobre el suelo. Tenue en un principio, se intensifica a medida que nos aproximamos. Lentamente se aclaran las tonalidades del resplandor, de acero puro y vino tinto, cubriendo las vides que lo rodean con una generosa capa cincelada con rayos de sol. Los más entendidos podrán reconocer este edificio, sacado del mundo de los sueños por mediación de la mano experta de Frank Gehry - conocido en nuestro país por ser el arquitecto del Guggenheim Bilbao - y sabrán que sus pasos ya se aproximan a la histórica bodega del Marqués de Riscal.
Como hipnotizados por la fantástica visión del edificio, nos sentimos atraídos a la entrada de la bodega, igual que una polilla embelesada por la luz de una ventana, y nuestros deseos nos aúllan un regalo, un capricho. Que es cruzar esas puertas, realizar la visita a esta monumental bodega y degustar su vino aromático que emana la propia tierra.
Entre las 10 marcas de vino más admiradas del mundo
Cuando Don Camilo Hurtado de Amézaga, Marqués de Riscal, recibió el encargo por parte de la Diputación Foral de Álava de contratar a un enólogo que iniciara a los cosecheros de la zona en las técnicas utilizadas en el Médoc, con el fin de elaborar vinos según el sistema francés, se presentaron ante él dos opciones: producir grandes cantidades de un vino aceptable, oloroso y de sabores contundentes; o exprimir una por una las mejores uvas de sus viñedos, hasta alcanzar un vino excelente cuyo sabor persistiera en la boca de cuantos lo probaran. Corría el año 1858 cuando eligió la opción de la excelencia.
D. Camilo contactó con Jean Pineau, bodeguero del Château Lanessan. Sin dar importancia a los altos costes de la operación, convencido del éxito de su empresa allí donde todos habían preferido abandonar el proyecto, construyó el primer edificio de su bodega. Todavía sigue en pie, y en su interior se guarda La Catedral, una colección única compuesta por botellas de todas las añadas producidas por la bodega desde su primera, en 1862, hasta nuestros días. Es un tesoro subterráneo escondido bajo un laberinto de vides. Es una joya oscura, húmeda y limpia de polvo, agazapada frente a los ojos del visitante.
El resto es historia. Una cosecha tras otra pudo conseguirse uno de los mejores vinos del mundo, hasta que en el año 2019, Drinks International categorizó a Marqués de Riscal como una de las marcas de vino más admiradas en todo el mundo. Hablamos de un Pulitzer de los vinos, con Oscar al mejor guión. Desde su clásico reserva hasta su nuevo verdejo 100% orgánico - en el cual no se han utilizado ningún tipo de pesticidas o abonos químicos - la renovación y la adaptación al complicado orden mundial han permitido que esta marca navegue año tras años erguida sobre las olas.
Una visita de ensueño
Cada paso en la visita a la bodega viene marcada por un color nuevo, un aroma nuevo, llevándonos de la mano hacia las capas más profundas del mundo del vino, que es, en definitiva, un mundo de soñadores que consiguieron cumplir sus sueños. ¿Qué nombre recibe un sueño cumplido? Rosado, crianza, reserva, gran reserva. Cada uno de ellos cosechados de las vides en función de su edad. Así, el rosado se elabora con vides jóvenes, menores de 15 años; el crianza con aquellas que rondan entre los 15 y 40 años; el gran reserva a partir de los 70 años... hasta llegar a la cepa más anciana del Marqués de Riscal, una simpática solterona nacida en 1902 que solo entrega sus uvas para hacer el mejor vino que un mortal pueda degustar.
Un máximo de 5.500 kilos de uva recogidos por cada hectárea pasan un elaborado proceso hasta terminar en el paladar. La uva sobrante es utilizada como abono, los posos de la barrica se venden para la elaboración de orujo o sirven en las vinoterapias de su hotel, cada detalle de la fruta se aprovecha porque ella es la niña mimada del Marqués y sus herederos. Su jugo fermentado reposa durante años (dos para el reserva, tres para el gran reserva) en barricas de roble escondidas a la luz del sol, se etiquetan cuando reciben un pedido y vuelan, como pedazos de sueños embotellados, directos a las mentes del consumidor.
En torno a 4 millones de botellas deambulan cada año por cien países del mundo, cada una de ellas elaboradas con una precisión matemática. Rellenando huecos. 130.000 se guardan todavía en La Catedral, como joyas de la corona dispuestas para mirar y no tocar.
En el momento de la cata - que debido al coronavirus se hace con cada individuo apoyado en su propio barril, siempre respetando las distancias de seguridad -, esperado a lo largo de toda la visita con un ansia infantil, tres vinos se colocan muy erguidos frente a nosotros: un verdejo orgánico del 2019, un crianza Marqués de Arienzo del 2016 y un reserva del 2015. Aquí no te la dan con queso, que es cuando te sirven el vino con queso para ocultar su pobre sabor. Te la dan con chorizo y salchichón riojano, suaves para no robar ni un ápice de los sabores del líquido. Y estos sabores no puedo describirlos, ni quiero. Serán una experiencia diferente en cada uno.
El hotel de Gehry
El proyecto más novedoso y ambicioso hasta la fecha es la Ciudad del Vino. Un complejo de edificios bodegueros, jardines, experiencias y sensaciones coronados por la obra maestra de Frank Ghery. Este estrambótico hotel cuyas ondulaciones imitan el bamboleo de los viñedos durante los meses de viento, construido con piedra arenisca de la zona, acero inoxidable y titanio coloreado de burdeos y dorado, es el resplandor que veníamos persiguiendo de la carretera. Un monumento al vino diseñado por una mano más hábil que las nuestras.
Son 61 lujosas habitaciones, algunas de ellas situadas en el edificio adyacente, en las que cualquier visitante se sumerge por completo en la cultura vinícola riojana. Su spa ofrece tratamientos de vinoterapia imposibles de conseguir en ningún otro lugar del mundo. Su Restaurante Gastronómico, asesorado por el exitoso chef Francis Paniego, cuenta con una Estrella Michelín. Los viñedos rodeándolo y unas vistas únicas a la localidad de Elciego, hacen de escenario. Para todo aquel que ame el vino y el lujo, este lugar se muestra como refugio sagrado y abierto a sus deseadas intenciones.
Curvas y carpetas rojas simulando ríos de vino fluyen por su interior, además de un servicio de excelente calidad dispuesto a organizar catas, eventos, rutas por los alrededores y, por qué no, cumplir el dicho que indica cuando alguien vive como un marqués. En las viñas del Marqués de Riscal. Sin edulcorar, recogiendo el sabor de la tierra y vertiéndolo puro en nuestros recuerdos.
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