Opinión | "El bloc"
Aquella novena provincia
Ningún partido considera la reunificación nacional de los programas escolares, obnubilado como está cada cual con el adoctrinamiento identitario que perpetra en su taifa
El jueves 20 de marzo de 1980 tuvieron lugar las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña tras el decaimiento del franquismo por la muerte natural de su fundador y el suicidio de sus Cortes. Paco Hidalgo Gómez, cordobés de Posadas, y Pepe Acosta Sánchez, malagueño de Nerja –nada de Francesc ni de Josep–, resultaron elegidos por la circunscripción de Barcelona en la candidatura andalucista, entonces bajo las siglas PSA.
Cuarenta y tantos años después, los hijos y nietos de aquellos votantes de la llamada «novena provincia» aprietan mayoritariamente las filas en la formación soberanista que copará mañana mucho más de un centenar de sus 135 escaños, ya sea en la rama federal del PSC o en la vía a la independencia que preconizan sus socios (ERC, Junts, Comunes y CUP). El epítome del charnego acomplejado no es siquiera ese Rufián que hace honor a su apellido en el Congreso, sino aquel natural de Iznájar llamado José Montilla al que Zapatero invistió presidente de la Generalidad tutelado por Carod Rovira, amigo de la ETA con el que Frankenstein comenzó a balbucear e impulsor del –inacabado– «procés».
En compensación, el PP gobierna la Junta con la mayoría absoluta encarnada por Juanma Moreno, hijo de la diáspora nacido en el cinturón industrial barcelonés… que volvió a Andalucía antes de que se le pudriese el cerebro en la escuela pujolista, germen de la desafección a España de varias generaciones de catalanes. Y, todavía hoy, ningún partido considera la reunificación nacional –venga, vale: estatal– de los programas escolares, obnubilado como está cada cual con el adoctrinamiento identitario que perpetra en su taifa. Porque resulta que Trajano, Abderramán III y Felipe González fueron andaluces, claro, igual que Cristóbal Colón era un señor de Castelldefels.
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