
Gastronomia
Tienen forma de canutillo y son el dulce que todo castellanomanchego degusta al menos una vez al año
Cada noviembre, esta delicia cobra protagonismo en la región con su fina capa de mazapán rellena de yema confitada

Cada 1 de noviembre, Castilla-La Mancha y el resto de España se viste de solemnidad para celebrar el Día de Todos los Santos. Esta festividad, con raíces en la historia y la religión, es un momento para honrar a los seres queridos fallecidos y celebrar la esperanza de la vida eterna.
Durante estos días, las pastelerías de pueblos y ciudades de la región se llenan de buñuelos, empanadillas dulces o gachas, aunque hay un dulce que sigue siendo la estrella y ese es, sin duda, los Huesos de Santo.
Este dulce, muy arraigado en Castilla-La Mancha, se elabora con una fina capa de mazapán rellena de yema confitada, una combinación tan sencilla como exquisita que ha conquistado multitud de paladares castellanomanchegos con el paso del tiempo.
Su forma cilíndrica, similar a un canutillo, recuerda al hueso humano, de ahí su nombre, y originalmente representa la memoria de los difuntos. Con los años, los pasteleros han reinventado la receta con rellenos de distintos sabores como chocolate, coco o turrón, sin perder la esencia que en la actualidad los convierte en un clásico de estas fechas.
Aunque su origen exacto es incierto, los Huesos de Santo parecen haberse originado entre los siglos XVI y XVII, época en la que la influencia árabe y el uso del mazapán -muy presente en la repostería toledana- propiciaron la creación de uno de los dulces más representativos del otoño en el territorio castellanomanchego.
Cómo hacerlos en casa
Si quiere elaborar esta delicia en casa, debes de seguir los siguientes pasos. Eso sí, es fundamental tener en cuenta las cantidades de los ingredientes, en función de los comensales que sean, ya que no es lo mismo preparar unos poquitos para acompañar a un café que una bandeja entera para degustar con toda la familia.
En primer lugar, debes mezclar en un bol la almendra molida con el azúcar, para después añadir una clara de huevo y remover poco a poco hasta que consigas una masa suave y moldeable. A continuación, debes de hacer pequeños cilindros del tamaño de un dedo y dejarlos reposar un rato (mejor si los colocas de pie). Para marcar las típicas líneas de los huesos de santo, puedes usar el reverso de un cuchillo.
Posteriormente, se procede a la elaboración del relleno. Si es este caso es de yema, pon en un cazo el azúcar y unos mililitros de agua que debes calentar hasta formar un almíbar suave. Después, se debe mezclar con yemas de huevo y cocinar a fuego lento, removiendo sin parar hasta que espese. Una vez obtenida una buena textura, debes dejar que se enfríe.
El último paso es rellenar los huesos con esa crema de yema y espolvorear un poco de azúcar glas por encima para darles el toque final. Hay quien disfruta acompañándolos con una copita de licor dulce, aunque la mayoría coincide en que solos es como mejor se aprecia su sabor.
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