Antoni Gaudí

El día que Gaudí fue detenido por hablar en catalán

El arquitecto modernista pasó cuatro horas en el calabozo por querer asistir a una misa el 11 de septiembre de 1924

Antoni Gaudí no fue el primer arquitecto de la Sagrada Familia, pero sí el más importante.
Antoni Gaudí no fue el primer arquitecto de la Sagrada Familia, pero sí el más importante.larazon

No deja de ser curioso que se busque la catalanidad, a veces con o sin calzador, de ciertos personajes, en ocasiones despojándolos de su verdadera personalidad. Es lo que pasa con los intentos en hacer pasar por catalanes de toda la vida a Cervantes, Colón o Leonardo da Vinci. Pero nos olvidamos de lo que tenemos más cerca, lo que sí obedece a una ocultación intencionada de la realidad.

Desde hace unos días, el templo de la Sagrada Familia puede volver a visitarse, al igual que ocurre con la Casa Vicens que desde el 8 de julio vuelve a abrir sus puertas. Uno es un proyecto inacabado que ya no estará concluido en 2026, como se quería, mientras que el otro es el primer trabajo de su autor. Ambos edificios tienen un denominador común: Antoni Gaudí, probablemente uno de los arquitectos sobre los que ha caído una mayor manipulación con el paso de los años, un hecho que ha provocado que se manipule la realidad de su figura.

Para entender quién era realmente Gaudí tenemos que trasladarnos a un 11 de septiembre, el de 1924, cuando ocurre un suceso que supone un antes y un después en lo poco que ya le queda de vida al arquitecto. Ese día, a las 8.05 de la mañana, con la dictadura de Primo de Rivera recién aterrizada, tuvo lugar un rifirrafe entre un ciudadano llamado Valls y un policía en la iglesia de Sant Just donde estaba prevista ofrecer una misa por los que cayeron en Barcelona en 1714. El diálogo es subido de tono.

—¿Dónde va Vd.?, preguntó el policía.

—Vaig a missa, respondió Valls en catalán.

—No se puede pasar. Si quiere ir a misa, puede ir a otra iglesia.

—És que jo vull anar a missa a aquesta de Sant Just.

—Pues por esta puerta no se puede pasar. Pruebe por la otra puerta.

A Valls no le quedó otro remedio que irse a la otra puerta, la de la calle Ciutat, aunque un agente -¡otra vez!- se queda sin poder ingresar en el templo. Puede que sea casualidad, pero en ese momento pasaba por ahí el mismísimo Gaudí quien tenía claro que tenía que entrar en Sant Just.

—¿Dónde va Vd.?

—Vaig a missa.

—No se puede pasar.

—Doncs jo passaré.

—¡Vd. no pasará! —añadió el policía tomándolo del brazo.

—Per què m’agafa pel braç, vostè?

—Siga Vd.

Valls, que lo había presenciado todo, decidió intervenir en favor del arquitecto, algo que acabó con los dos arrestados y declarando en la comisaría de la plaza de Regomir. Allí tuvo lugar un interrogatorio en el que se acusa a Gaudí de haber insultado al agente, a lo que el anciano contestó afirmando que aquello era una falsedad.

—¿Cómo se Ilama Vd.?

—Antoni Gaudí.

—¿Qué edad tiene Vd.?

—71 anys.

—¿Qué profesión?

—Arquitecte.

—Pues su profesión le obliga a Vd. a hablar en castellano…

—La professió d’arquitecte m’obliga a pagar contribució i ja la pago, però no a deixar de

parlar la meva llengua.

—¿Cómo se llamaba su padre?

—Francesc Gaudí.

—¿Qué es eso de Francesc? Un dels quatre policies que ajudaven el que preguntava

va dir dirigint-se al Sr. Gaudí:

—¡Si Vd. no fuese viejo le rompería la cara; sinvergüenza, cochino!

—Jo a vostè no l’insulto i vostè a mi sí. Jo parlo la meva llengua…

—Si Vd. no fuese viejo…

—No m’insultin, que no hi tenen dret.

De allí fueron llevados a la Llotja donde otra vez fueron obligados a contestar las preguntas de la policía. De nuevo, a Gaudí se le recriminó por hablar en catalán. Valls fue liberado, pero no pudo saber nada del destino final del artista hasta el día siguiente. Cuando se pudieron reencontrar, Gaudí le explicó que fue cacheado encontrándole en los bolsillos un Cristo, unos rosarios y un misal. De allí pasó a un calabozo donde coincidió con otros dos presos. No pudo ser liberado hasta que pagó una fianza de 50 pesetas que paga el rector de la iglesia de la Mercè.

Todos estos datos los conocemos gracias a la investigación de Joan Crexell quien localizó en el Arxiu Històric de Barcelona unas cuartillas mecanografiadas donde se explicaban esos hechos basado en el testimonio del citado señor Valls. No es el único testimonio de este suceso porque el propio Gaudí se lo explicó todo al día siguiente a su amigo y colaborador César Martinell. A este, el artista le dijo que “estuve detenido cuatro horas. Dos de ellas, las pasé encerrado en un calabozo con rejas, de donde pude salir pagando diez duros. De esa gente no se pueden esperar más que cosas así. Todo lo hacen con violencia; van a la liquidación del país. Me detuvieron arbitrariamente y con malos modos. Me insultaron. Me gritaron dos veces: “Vaya usted a la mierda.” Y otras muchas me llamaron sinvergüenza. No perdí la serenidad; les contestaba serenamente, en forma que les desconcertaba; no sabían qué responder. Me apenó mucho pensar en lo mal que va este mundo que nos manda. Entonces, mientras me pasaba, estaba muy sereno, pero después, cuando lo reflexiono, me siento afectado y procuro distraerme. Aquello me produjo el efecto de un pequeño infierno. Los policías hablando castellano y flacos, lo que la gente llama unos “pobres diablos” (el mismo vulgo los designa así). Los jefes, con un sueldo mayor, lucen una barriga abultada y aspecto de beber con exceso. Son Lucifer. Son diablos y Lucifer que los manda, unidos por el odio que sienten hacia Dios. Todas las actividades, todas las relaciones entre jefes y subordinados están inspiradas en acciones negativas, como sucede en el Infierno. Tampoco entre ellos estarían de acuerdo, pero les une la inquina contra todo lo de Cataluña. Porque la agresividad que demostraron conmigo era porque yo les hablaba en catalán.”

No era la primera vez que Gaudí tenía problemas por hablar en catalán. En 1904, invitado por el mecenas Güell, el rey Alfonso XIII visitó las obras de la Sagrada Familia. Fue el mismo Gaudí el encargado en ofrecer las explicaciones necesarias sobre su gran proyecto. Todo eso lo hará en catalán, para desesperación y nerviosismo de los asistentes. El arquitecto, quien no ocultaba sus simpatías hacia la Lliga y lo que se podría denominar como un catalanismo moderado, con la llegada al poder de Primo de Rivera opta por la acción. Sin embargo, este Gaudí combativo poco, muy poco pudo continuar con su objetivo. El 7 de junio de 1926 fue atropellado. Tres días después murió en Barcelona siendo enterrado en la Sagrada Familia, su gran obra.