Opinión
Beatus ille
Ha tenido uno el impagable privilegio de pasar en el campo este verano casi dos meses, y al evocarlos ahora con nostalgia sé que Horacio tenía razón. Horacio, el poeta latino que en su famoso poema “Beatus ille” (“Dichoso aquel…”) expresó su ideal de una vida sencilla y retirada, en contacto con la naturaleza y alejada de los ruidos y preocupaciones de la ciudad. Antonio de Guevara lo formuló de manera explícita y rotunda en su célebre “Menosprecio de corte y alabanza de aldea”, y el maestro fray Luis de León retomó el tema, convertido en tópico literario con la llegada del Renacimiento, en su conocidísima “Vida retirada”, cuya primera estrofa reza así: “¡Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruido, / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido.”
El campo gozó de buena fama literaria hasta Baudelaire, que fue el primero en desprestigiarlo al utilizar como material poético la nueva realidad urbana surgida de la revolución industrial, el paisaje de la ciudad moderna con sus masas anónimas, la miseria de los arrabales, etc. Es lo que ahora se conoce como la modernidad, que miró siempre lo rural con displicente altanería.
Pero hoy que la modernidad se ha hecho vieja y se le ven todas las costuras puede uno decir que sí, que tenía razón Horacio, y también fray Luis, que se contentaba, para ser feliz, con tener “una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada” y que le despertaran los cantos de las aves al amanecer. Porque solo con escuchar los silencios de la naturaleza, ver pasar las estaciones, andar los caminos y llevar un vivir callado sin tiempo para prestar atención a las algarabías de la actualidad –la política en primer lugar–, es más que suficiente.
Quien lo probó lo sabe, como dijo, hablando del amor, Lope de Vega.
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