
Política
El independentismo, en una encrucijada: sin unidad y sin apoyos
El separatismo navega entre la irrelevancia fruto de su falta de adeptos, la incertidumbre provocada por sus divisiones internas y por la falta de una estrategia definida

El independentismo vive un mal momento, tanto a nivel político como a nivel social y cultural. Lo que durante los años 2012 a 2017 parecía una realidad, esto es, la construcción de una base social catalana con la idea de la independencia en el horizonte y remando todos a una, hoy parece que está más lejos que nunca.
Y es que las principales entidades que lideraron el activismo durante el procés, Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana (ANC), así como el “gobierno en el exilio” que se creó para liderar la Generalitat desde Bruselas, el Consell de la República, parecen vivir tiempos turbulentos en los que no tienen ni unidad interna, ni despiertan entusiasmo entre las bases separatistas, ni cuentan con una estrategia clara. Esos problemas, además, son igual de aplicables a los partidos, Junts y ERC.
Sin unidad
Y es que para llegar a un objetivo como el de la secesión hacen falta líderes que aúnen sensibilidades diversas y que unifiquen a la masa. Sin embargo, nada más lejos de la realidad para el separatismo. En la ANC son habituales las guerras internas y ahora han vuelto a aflorar de nuevo bajo la presidencia de Lluis Llach. El sector crítico intentó bloquear la elección de Llach como presidente. Finalmente, la situación se desatascó, pero ya durante la preparación de la nueva hoja de ruta aparecieron algunas críticas por cómo se habían gestionado las enmiendas. Por otro lado. Josep Costa, exvicepresidente del Parlament, hizo público a través de la red X que había abandonado el pleno del secretariado nacional, y acusó a Llach y a su dirección de tener una actitud "despótica".
Por su parte, el Consell de la República tampoco vive su mejor momento, después de que el nuevo presidente, Jordi Domingo, acusase a la entidad de ser, desde su fundación, “un satélite de Junts” y de utilizarse únicamente para favorecer los intereses de los posconvergentes. Además, ni ERC ni la Cup han mostrado especial entusiasmo en el Consell, abandonando su participación en el mismo desde el principio, cuando se fundó en 2018.
Esta falta de unidad también es latente en los partidos. Sin ir más lejos, ERC cerró recientemente la primera parte de un congreso en el que se eligió nueva dirección, evidenciándose todas las críticas internas que hay al presidente, Oriol Junqueras, y las grietas que hay entre él e históricos como Marta Rovira o Ernest Maragall.
Sin adeptos
Probablemente estas guerras internas que hay dentro de entidades y partidos no sea la mejor carta de presentación para un electorado que se siente huérfano y decepcionado después de la fallida proclamación de la República en 2017. Y es que los datos del Centro de Estudios de Opinión del pasado noviembre constatan que, hoy por hoy, el apoyo a la independencia en Cataluña está en mínimos históricos, representando únicamente un 40%. Además, un 15% de los que hoy no son independentistas declaran haberlo sido en el pasado, pero haberse desencantado tras 2017.
Esa poca movilización social que tiene el separatismo también se ve en las entidades. Y es que la ANC ha perdido un 25% de los socios que tenía en 2019, pasando de los 40.000 miembros que tenía hace seis años a los 30.000 con los que cuenta actualmente. Esta tendencia también se traslada al Consell, que celebró elecciones recientemente. En dichos comicios participó únicamente el 9,06% de los 89.474 electores registrados. La bajísima participación no hace sino evidenciar el desinterés absoluto que el independentismo tiene ya por esta entidad. Tal vez, el desapego a la entidad viene de que un histórico como Toni Comín, actual eurodiputado fugado de Junts, vicepresidente del Consell y perdedor de las elecciones, se viera envuelto en acusaciones de desviar fondos de la entidad y de acoso sexual.
Pero, tal vez, lo que constata más la pérdida de adeptos de las entidades y partidos independentistas es que, hoy por hoy, ni Junts ni ERC gobiernan ninguna de las tres instituciones políticas más importantes de Cataluña: la Generalitat, la Diputació de Barcelona y el Ayuntamiento de Barcelona. Tampoco tienen mayoría en el Parlament.
Sin estrategia
Como se ha visto, a día de hoy, el separatismo no es mayoría, y las propias entidades lo saben. También saben que, sin suficientes apoyos, es imposible construir una estrategia o un plan de acción. De este modo, tanto Òmnium Cultural como la Asamblea han pasado en los últimos meses por procesos en los que han definido nuevas hojas de ruta. Òmnium, por ejemplo, se ha fijado que toda acción política y social en 2025 deberá estar orientada a la lengua, la escuela y la cohesión social, elementos clave, dicen, para construir y fortalecer un sentimiento de pertenencia a la “nación catalana” y para paliar esa sensación de “desánimo y frustración”. Además, pretenden influir en la educación para promover el “catalanismo democrático” y para contrarrestar, dicen, el auge de los discursos de extrema derecha.
Por su parte, la nueva hoja de ruta de la ANC recientemente aprobada asume que la independencia no es viable a corto plazo y busca ampliar su base social participando en debates políticos y sociales, aunque no renuncia a la unilateralidad. Ante su escasa influencia sobre la Generalitat y los partidos, apuesta por movilizar a la sociedad civil, fomentar un "sentido de nación" a través de la lengua y tejer alianzas con sindicatos y empresas. Defiende el fin de los pactos con el PSC, la desobediencia civil y una escalada de movilizaciones para paralizar Cataluña cuando llegue el momento. Además, pretende alinear a los partidos independentistas en la confrontación con el Estado y promover una regeneración democrática.
Por último, esta falta de estrategia no es exclusiva de las entidades, sino que ERC sufre el mismo mal. El partido también tenía pendiente definir su hoja de ruta independentista en un segundo congreso que se celebró este fin de semana. Durante el primer congreso, quedó patente la división interna, con sectores críticos acusando al partido de intentar contentar a todos en lugar de construir una mayoría independentista. En respuesta, el nuevo presidente propuso ponencias específicas para debatir sobre la independencia.
Además, Junts y ERC, lejos de la unidad estratégica que mostraron en los años álgidos del procés en los que ambos tenían el mismo objetivo, ahora siguen caminos separados: mientras Junts ejerce una oposición frontal al gobierno de Illa, ERC es su socio de investidura y principal interlocutor.
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