Medio ambiente

La contaminación mata a 9 millones de personas al año

Un estudio calcula que la contaminación causó una de cada seis muertes en 2019, sin apenas mejoras desde 2015.

En primer plano se ve una noria blanca con cabinas de colores. Detrás en un plano más bajo se ve la ciudad de Barcelona, y al fondo se ve el cielo azul con una capa naranja y gris de contaminación
Vista de Barcelona con contaminación aéreaDominio público

Una de cada seis muertes al año a nivel mundial se debe a la contaminación. Es lo que concluye un estudio publicado ayer en The Lancet Planetary Health con datos de 2019. El trabajo pone de relieve el coste humano, social y económico que tiene la contaminación a día de hoy, que se añade a los riesgos del calentamiento global asociado.

El estudio lo ha realizado la Comisión de Contaminación y Salud de The Lancet con datos del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés), dependiente de la Universidad de Washington. Los resultados muestran que apenas ha habido cambios desde 2015: en ambos años, la contaminación causó nueve millones de muertes, lo que equivale al 16 % de las muertes a nivel mundial.

Según el estudio, en los últimos años ha mejorado la calidad del agua y del aire interior, que son fuentes de contaminación asociadas a la pobreza extrema. Sin embargo, han crecido aún más las muertes por contaminación industrial, como la atmosférica o la química. El equipo investigador incide en que, a pesar de que la preocupación ciudadana por la contaminación va en aumento, las autoridades apenas dedican más fondos a prevenirla en 2019 que en 2015.

La calidad del aire, principal responsable

Los datos concuerdan con las advertencias de la Organización Mundial de la Salud. Según este organismo, en 2019 el 99 % de la población mundial vivía en lugares donde la calidad del aire era inferior a la que marcaban sus directrices. La contaminación del aire exterior está en el punto de mira de las autoridades sanitarias, ya que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer la considera cancerígena.

De hecho, la calidad del aire, tanto interior como exterior, es la principal responsable de las muertes atribuibles a la contaminación: 6,67 millones de los nueve millones totales se deben a esta causa. La contaminación del agua causó 1,36 millones de muertes prematuras; el plomo, 900 000, y las intoxicaciones de origen laboral fueron responsables de 870 000 muertes.

El estudio observa que, desde el año 2000, ha habido un descenso en las muertes atribuibles a la contaminación del aire interior y a aguas no seguras, sobre todo en África. Las mejoras en la gestión del agua, la disponibilidad de antibióticos y otros medicamentos y el uso de combustibles más limpios dentro de los hogares podrían explicar esta bajada.

Sin embargo, estas mejoras se han visto compensadas con creces por el aumento en las muertes por contaminación procedente de la industria: la contaminación del aire exterior, por plomo y otras formas de contaminación química son algunos ejemplos. Aunque el aumento ha sido especialmente notable en el sureste asiático, se observa en todo el mundo. En total, las muertes por este tipo de contaminación han aumentado un 66 % en las últimas dos décadas.

El coste económico

En España, la ONG Ecologistas en Acción calculó que en 2019, unas 30 000 personas murieron por contaminación atmosférica, es decir, una de cada 14 personas o un 7 %. Además, se estima que 42 millones de personas respiraron aire contaminado durante 2020, es decir, un 88 % de la población española.

A pesar de que las cifras siguen siendo elevadas, ha habido una mejora muy significativa en cuanto a la contaminación en España a lo largo de la última década. Ha sido gracias a la sustitución progresiva de combustibles fósiles a fuentes de energía renovable, además de una reducción del uso de la electricidad. Sin embargo, estos cambios se deben más a la crisis económica y a la pandemia que a acciones planificadas.

El exceso de muertes por contaminación también tiene una fuerte repercusión económica. Un estudio de la asociación Alianza Europea de la Salud cuantificó en 2020 que el coste de la contaminación del aire en España ascendía a 926 euros por habitante al año. En Estados Unidos, el exceso de muertes provocó pérdidas de 4,6 billones de dólares en 2019, que equivalió al 6,2 % del producto interior bruto.

Pero, además, el estudio de Lancet resalta que la contaminación no afecta a todo el mundo por igual: el 92 % de las muertes que causa y las mayores pérdidas económicas se dan en los países de ingresos bajos y medios.

Un problema global

Para atajar el exceso de muertes por contaminación, el nuevo trabajo propone que se establezca un comité independiente al estilo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) centrado en la contaminación. Además, reclama más financiación por parte de los gobiernos, fundaciones y organismos independientes para controlar la contaminación.

También reivindica que la ciencia y la política deben estar más conectadas en las organizaciones internacionales en el terreno de la contaminación, como ya lo están en el ámbito del clima y de la biodiversidad. Como prioridades, apuntan a los productos químicos, los desechos y la contaminación aérea.

Según insiste el equipo investigador, la contaminación es un problema de talla mundial. De ahí que las acciones a nivel regional o nacional, como las que se han llevado a cabo hasta ahora, no funcionen. Tanto las causas de la contaminación como sus efectos, declara el equipo, trascienden fronteras, por eso la contaminación necesita una respuesta global.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Incluso antes de que las mascarillas formaran parte de nuestra vida cotidiana, ya era común verlas en algunos países asiáticos donde se usaban para protegerse de la contaminación. Sin embargo, no cualquier mascarilla es igual de eficaz. Las quirúrgicas solo filtran partículas de más de 5-10 micrómetros de diámetro, mientras que las partículas más peligrosas para la salud son las de 2,5 micrómetros o menos. Además, estas mascarillas dejan hueco suficiente para que entre aire por los lados y por alrededor de la nariz, de modo que ni siquiera previenen completamente la inhalación de las partículas más grandes (por eso tampoco protegen del coronavirus a quien las lleva). Una mascarilla quirúrgica o incluso una bufanda pueden servir de protección parcial, pero las mejores para este fin son las mascarillas FFP2 o FFP3.

REFERENCIAS (MLA):