Una sola salud

Asocian dos brotes de malaria a la extinción masiva de anfibios

Un estudio vincula la extinción de decenas de especies de anfibios en Costa Rica y Panamá con sendos brotes de malaria. Las conclusiones resaltan la importancia de la biodiversidad en la salud humana.

Una rana amarilla sobre una roca
La rana Atelopus chiriquiensis se extinguió de Costa Rica y Panamá hace tres décadas junto con decenas más de especiesMarcos Guerra - Smithsonian Tropical Research InstituteCreative Commons

En las décadas de 1980 y 2000, más de 90 especies de anfibios se extinguieron. Salamandras, ranas y otros animales desaparecieron de algunas regiones de Latinoamérica de manera sigilosa. Pero un nuevo estudio ha asociado las extinciones de Costa Rica y Panamá a sendos brotes de malaria en estos países. El estudio concluye que uno de cada mil casos anuales de malaria no habría ocurrido sin la extinción de anfibios.

Costa Rica se ha propuesto eliminar la malaria para el año 2025 y, antes de la disrupción que supuso la pandemia de covid, registraba más de 400 casos al año. Panamá registraba más de 700, y en 2022 lleva ya más de 3 000 casos notificados. Pero en los años 2000, ambos países tuvieron brotes muy pronunciados de malaria, alcanzando los 5 000 casos anuales. Aunque la malaria es aún más prevalente en el continente africano, en América también causa un número sustancial de muertes todos los años. Es una enfermedad prevenible y curable, y la Organización Mundial de la Salud cuenta con programas de vigilancia y eliminación.

Un hongo letal

Al mismo tiempo, entre principios de la década de 1980 y mediados de la de 1990, un hongo llamado Batrachochytrium dendrobatidis se esparció por Costa Rica y devastó poblaciones enteras de anfibios. Después pasó a Panamá en los años 2000, provocando el declive de más de 500 especies de anfibios y la extinción de otras 90. Es bien conocido que muchos anfibios se alimentan de huevos de mosquito, que es el vector que transporta el parásito causante de la malaria. La relación temporal que observó el equipo investigador entre la extinción de estos anfibios y los brotes de malaria hizo saltar las alarmas: ¿podrían haber contribuido los anfibios a contener la malaria?

Para averiguarlo, el equipo, procedente de las Universidades de California, Davis y Maryland, el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales en Panamá y la Alianza de Biodiversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical, en Kenia, combinó conocimientos de la ecología de los anfibios, los registros de salud pública recién digitalizados en los países afectados, e incluso métodos de análisis de datos procedentes de la economía. Pretendían poner en marcha un experimento natural para discernir si había una relación causal entre la extinción de los anfibios y los brotes de malaria.

¿Relación causa-efecto?

El análisis confirmó las sospechas: tanto en tiempo como en ubicación geográfica, se encontró una conexión estrecha entre la expansión del hongo Batrachochytrium dendrobatidis y el aumento de casos de malaria tanto en Costa Rica como en Panamá. Si bien un estudio observacional como este no puede establecer una relación causa-efecto fuera de toda duda, el equipo científico no encontró ningún otro factor que pudiera afectar tanto a la malaria como a la extinción de anfibios. Por eso consideran probable que la extinción de anfibios jugara un papel relevante en los brotes de malaria.

Con todo, sí observaron que la pérdida de superficie forestal también se asociaba a un aumento de casos de malaria. Pero el efecto era mucho menor que el de la extinción de los anfibios: mientras que la extinción iba ligada a una de cada mil casos de malaria, la pérdida de árboles se vinculaba a una décima parte, solo 0,12 casos por cada mil.

Puesto que la malaria causó más de 600 000 muertes a nivel mundial en 2020, es urgente detectar los factores que favorecen su expansión para tratar de combatirlos. Además, el comercio internacional de fauna y flora silvestres puede jugar un papel relevante en la difusión de enfermedades similares, y actualmente inquieta que el hongo Batrachochytrieum salamandrivorans llegue a invadir los ecosistemas que alcance a través del comercio. De hecho, esta preocupación fue una de las motivaciones que llevó al equipo investigador a explorar la relación entre la extinción de anfibios y la malaria.

Una sola salud

Desde luego, el estudio pone el foco sobre la delicada relación entre la biodiversidad y la salud humana. Por si la pandemia de la covid no hubiera servido de recordatorio del concepto “Una sola salud”, aquí tenemos otro ejemplo de la interdependencia de la salud de los seres humanos, los animales, las plantas y el entorno en general. El equipo investigador resalta que es importante medir las interacciones entre los ecosistemas y la salud humana, aunque reconoce que hay tantas variables en juego que es complicado.

En un ámbito más inmediato, las recomendaciones que surgen del estudio pasan por actualizar las leyes que regulan el comercio y enfocarlas más hacia las especies que pueden padecer o transportar enfermedades como las infecciones por hongos, y agilizar la puesta al día de las normas según evoluciona la comprensión de estas amenazas. Está claro que implementar medidas para proteger la salud global conlleva un coste tangible e inmediato. Pero, en base a las conclusiones del estudio, el equipo investigador tiene claro que los beneficios de evitar la disrupción de ecosistemas pueden ser mucho más importantes.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Los síntomas más comunes de la malaria son la fiebre, el dolor de cabeza y los escalofríos, y aparecen entre diez y 15 días después de la picadura del mosquito infectado. Los medicamentos actuales contra la malaria son muy eficaces si se emplean en las primeras 24 horas después de la aparición de síntomas. El problema es que los síntomas son fáciles de confundir con los de otras patologías más leves y, si no se tratan, la enfermedad se puede agravar y llegar a provocar la muerte.

REFERENCIAS (MLA):