Espacio

La forma de los telescopios ha sido un error hasta ahora: evita que podamos encontrar vida extraterrestre

La búsqueda de planetas como la Tierra podría revolucionarse con una idea audaz: sustituir los espejos circulares por uno rectangular, capaz de superar las limitaciones tecnológicas actuales y encontrar decenas de mundos cercanos a nuestro sistema solar

Diseño conceptual de un telescopio espacial rectangular, inspirado en el Diffractive Interfero Coronagraph Exoplanet Resolver (DICER), un observatorio espacial infrarrojo hipotético, y en el Telescopio Espacial James Webb. Crédito: Leaf Swordy/Instituto Politécnico Rensselaer.
Diseño conceptual de un telescopio espacial rectangular, inspirado en el Diffractive Interfero Coronagraph Exoplanet Resolver (DICER), un observatorio espacial infrarrojo hipotético, y en el Telescopio Espacial James Webb. Crédito: Leaf Swordy/Instituto Politécnico Rensselaer.Leaf Swordy/Instituto Politécnico RensselaerEurekalert

La búsqueda de un planeta gemelo a la Tierra, uno de los grandes anhelos de la ciencia moderna, se topa con una barrera inesperada: la forma de nuestros telescopios. Los espejos circulares actuales, un verdadero icono de la astronomía, no son la herramienta óptima para esta misión tan concreta. La dificultad para encontrar esta aguja en un pajar cósmico podría no ser solo una cuestión de tamaño o potencia, sino de simple geometría.

En efecto, los desafíos técnicos son colosales. Los científicos calculan que para detectar la presencia de agua en un planeta rocoso a unos 30 años luz, una condición clave para la vida, haría falta un telescopio espacial de 20 metros de diámetro que observe en luz infrarroja media. Esta cifra pone en evidencia las limitaciones actuales, pues el telescopio James Webb, el más grande jamás puesto en órbita, mide tan solo 6,5 metros. Construir y lanzar un aparato de 20 metros está, sencillamente, fuera del alcance de la tecnología actual. Esta búsqueda de biofirmas a años luz de distancia se complementa con la exploración de nuestro propio vecindario cósmico, donde la posible existencia de vida en Venus sigue siendo un tema de intenso debate científico.

Por otro lado, la alternativa de observar en luz visible tampoco es más sencilla. Esta opción exige bloquear por completo la luz de la estrella anfitriona, un astro que es diez mil millones de veces más brillante que el pálido reflejo del planeta que se intenta descubrir. Un reto mayúsculo, tal y como recogen desde IFLscience, que ha obligado a buscar soluciones más allá de los diseños convencionales.

Un telescopio rectangular como solución

Frente a este panorama, un equipo dirigido por la profesora Heidi Newberg ha planteado una solución que rompe con todos los moldes. Su propuesta se aleja del diseño tradicional para abrazar una idea radicalmente distinta: un telescopio con un espejo rectangular de dimensiones poco convencionales, con veinte metros de largo por un metro de ancho. Una forma que, a primera vista, parece extraña para un instrumento de este tipo, pero que podría ser la clave para sortear los obstáculos que hoy parecen insalvables. La exploración de los cielos está llena de misterios, desde la búsqueda de planetas hasta la interpretación de fenómenos inexplicables, como las señales misteriosas que llegan desde el espacio profundo y desafían nuestra comprensión del universo.

De esta manera, el ingenioso diseño permitiría obtener los beneficios de un espejo de gran tamaño en su dimensión más larga, que es la crucial para la resolución de imagen, pero con una superficie total menor a la del propio James Webb. Se conseguiría así la potencia necesaria para la búsqueda sin incurrir en el peso y la complejidad inabordables de un espejo circular gigantesco.

Con esta tecnología, las estimaciones son muy prometedoras. Se calcula que un telescopio de estas características tendría la capacidad de obtener imágenes directas de hasta 27 planetas de tamaño similar al nuestro que se encuentren en las cercanías de nuestro sistema solar. Se abriría así una nueva ventana para escudriñar mundos lejanos y, quizás, para responder finalmente a la pregunta de si estamos solos en el universo.