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Arte

El Prado atribuye de nuevo “El Coloso” a Goya

El museo reabre la polémica de su autoría en la reapertura de las salas del siglo XIX

"El Coloso", de Goya
"El Coloso", de GoyaMuseo del PradoMuseo del Prado

El Prado ha presentado la reordenación de las quince salas dedicadas al siglo XIX, que han perdido parte de su sesgo historicista y ahora poseen un mayor peso social. Pero entre las abundantes novedades sobresale una por su relieve simbólico, su importancia artística y el debate que generó hace años: la pinacoteca devuelve «El Coloso» a Goya y, por tanto, lo restaura a su canon. Este lienzo, que entró en la pinacoteca en 1931 como parte del legado de Pedro Fernández Durán y que durante décadas se ha identificado con la más alta representación del estilo pictórico del pintor de Fuendetodos, acaparó los diarios cuando en 2008, Manuela Mena, conservadora del siglo XVIII de la pinacoteca y una de las mayores especialistas en este maestro, puso en duda su autoría.

Sus conclusiones supusieron un terremoto y, de hecho, el museo hasta retiró la autoría, una decisión controvertida que incluso llegó a la calle, donde muchos se lo tomaron muy en serio, casi como si les hubiera toca la honra propia. Entonces se adujeron diversas razones para dar un paso de semejante envergadura. Hay que tener en cuenta que «El coloso» estaba en medio del corpus de este pintor y que aparecía citado y reproducido en todos los libros sobre su vida y obra. Uno de los motivos para respaldar esta teoría fueron las «posibles» iniciales que se reconocían en el ángulo inferior izquierdo y que muchos identificaron con las letras «A. J.». Entonces se dedujo que se referían a Asensio Juliá (1760-1832), «un amigo y un colaborador de Goya», como, hasta ayer mismo se podía leer en la entrada que se dedicaba a este cuadro en la web de la pinacoteca.

Razones y argumentos

Se argumentaba que este artista se había «inspirado en la estampa del gigante sentado de Goya. La grandiosa y metafórica composición de este último se utilizó aquí para una escena narrativa, de significado ambiguo, que se ha puesto en relación con la guerra de la Independencia, pero también con asuntos más prosaicos, como una tormenta en el campo». En esta disección de la obra se añadieron razones estilísticas, como «la inseguridad del trazo, el colorido estridente de las figuritas y la luz apagada del paisaje y del coloso», que, se sostenía, son ajenos a la impecable técnica de Goya. Por ese motivo, hasta ayer mismo, «El coloso» aparecía en la pinacoteca atribuido a un seguidor del maestro de «Los caprichos». Pero parece que estos motivos no habían convencido a todos. En absoluto. Alrededor de esta tela existen dos posiciones contrarias. Ahora, cuando Manuela Mena ya no está en el museo, se ha revisado la autoría de este lienzo, que para muchos, seguía siendo de Goya. Ya se conoce cómo es la calle. La cartela que ahora ha colocado el Prado al lado de «El coloso», aprobada por Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española hasta 1800, trata de arbitrar en la cuestión y se lee: «Atribuido a Francisco de Goya». Por un lado deja entrever que la pinacoteca le restaura al artista esta pieza, que muchos consideran que es de él, como el especialista Nigel Glendinning o Jesusa Vega, directora del Museo Lázaro Galdiano y que siempre se posicionó en contra de las tesis de Manuel Mena, al igual que otros especialistas y conservadores.

Un intenso debate

El Prado, según ha podido conocer este diario, no ha querido ser rotundo en sus planteamientos y ha preferido escoger esta solución intermedia. La cartela, no obstante, recoge la polémica: «Aunque catalogada hasta fechas recientes como original de Goya, y con frecuencia considerada una de sus obras más singulares, esta pintura ha suscitado en los últimos años un intenso debate crítico». Pero, por otro lado, reconoce que «el fecundo uso que hizo Goya de este tipo de temas, la originalidad de su planteamiento narrativo, los altos valores estéticos que muchos reconocen en él o la presencia de una pintura de tema similar en el inventario de los bienes que tenía el artista en 1812, son datos que sitúan a este cuadro en su órbita más cercana». Palabras tan claras y discretas chocan con lo que puede leer en el encabezamiento: «Atribuido a Francisco de Goya». Después de un largo peregrinar por el exilio, parece que «El coloso» vuelve al regazo de Goya.

UNA POLÉMICA INNECESARIA
Por Fernando Rayón (*)
Decía Pierre Rosenberg que había historiadores del arte que pretendían pasar a la posteridad por sus atribuciones y que había otros que buscaban el mármol por el procedimiento contrario: retirar la autoría a obras importantes de un autor. Ni una cosa ni la otra tienen especial mérito. Alguien puede decir que a Mona Lisa nunca la pintó Leonardo pero, si no lo demuestra, aquella afirmación quedará en nada. En nada científico se entiende.
Fueron muchos los que pensaron en 2009, cuando el Prado sacó El Coloso del corpus de Goya que, aquella decisión, aunque se argumentara posteriormente, había sido precipitada. Sobre todo porque no hubo un debate entre los especialistas como hubiera sido deseable en una obra de esta importancia. Las polémicas que siguieron a aquella decisión han perdurado hasta nuestros días y, doce años más tarde, con un nuevo equipo en la dirección de nuestra principal pinacoteca, se ha tomado la decisión contraria. Volver a incluir la obra entre las atribuidas a Goya y anunciar la próxima publicación de un estudio por parte del Conservador de Pintura Española Javier Portús. Naturalmente habrá que esperar a conocer sus argumentos, aunque la nueva cartela que cuelga junto al Coloso ya adelanta sus argumentos. Pero esta decisión del Prado permite alguna reflexión más.
Hace apenas unos meses, el director de un importante museo internacional reconocía que hacía falta una nueva generación de goyistas, de estudiosos de la vida y obra del genial zaragozano. Y lo decía porque echaba en falta publicaciones que recogieran, no solo los nuevos documentos sobre su biografía y los cuadros que pintó, sino también los necesarios estudios técnicos, algunos aun en vías de publicación, que sin duda arrojarán luz nueva sobre el artista. Sería muy deseable que el Prado liderara a este grupo de especialistas, lejos de antiguos clichés y personalismos.
Y ya que he hablado de medios técnicos y del Prado, me permito adelantar que hace unos años se mandó a los almacenes del museo una importante obra italiana por la decisión de una experta de que se trataba de una falsificación del siglo XIX. Pues bien, el Gabinete de Restauración del museo acaba de demostrar que se trata de una obra indudable del siglo XV. ¿Polémica? No: simplemente trabajo en equipo.
(*) Fernando Rayón es director de Ars Magazine