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Crónica negra de Hollywood: Camellos, drogas e intrigas en la «Época púrpura»

La muerte del actor, director y traficante William Desmond Taylor precipitó que hollywood se lanzara a conservar sus secretos

El actor William Desmond Taylor, que llevó una vida escandalosa
El actor William Desmond Taylor, que llevó una vida escandalosaLa RazónLa Razón

Al comenzar los años 20, tras los horrores de las Primera Guerra Mundial, Hollywood inició su «Época Púrpura». Símbolo de aquellos años enloquecidos fueron los gigantescos elefantes de «Intolerancia» (1916), que construyó Griffith para jalonar la entrada a su «Babilonia» de cartón piedra, que quedaron como símbolos de un sueño donde toda perversión y locura eran posibles: la coca y la adición de Griffith por las adolescentes, la misma que Chaplin, y la invención del sofá o «casting couch» para escoger «las bellezas acuáticas» de Mack Sennett. La «droga de la alegría» era la preferida de las flappers, que llevaban una cucharita de plata colgando del cuello. Muchos actores famosos cayeron víctimas del abuso de la heroína, como Wallace Reid y Barbara La Marr, que murió en 1926 de sobredosis a los veintiocho años.

En la división que hicieron los mafiosos de los estudios, cada banda tenía su camello especializado en los distintos estudios, con su correspondiente apodo: El de los estudios de Mack Sennett era conocido como «el duque»; «the man», el de la Paramount, donde se había desatado una guerra de camellos que suministraban drogas a Taylor para sus actrices. La droga era ya usual desde el comienzo de los estudios en los rodajes de Griffith. El mafioso encargado de suministrar la coca era Lucky Luciano. Lo cuenta al detalle Tim Adler en «Hollywood y la mafia»: «En la revista Variety se anunciaban bailes de Nieve, “Snow-Ball”, en donde se distribuían bolsitas con cocaína, morfina y heroína con una insulina de regalo a la salida».

El primer gran escándalo del Hollywood de la «Época Púrpura» fue la muerte por envenenamiento de Olive Thomas, actriz y esposa del actor Jack Pickford, en el hotel Crillon de París. A partir de entonces las cosas se precipitaron. El escándalo más sonado fue el de «Fatty» Arbuckle, que mató a la actriz Victoria Rappe incrustándole una botella de Coca Cola en la vagina en la «fiesta salvaje». Menos sonado pero digno de una comedia «slapstick» de Mack Sennett fue la muerte de William Desmond Taylor, asesinado en su bungalow del 404 de Alvarado Street en 1922. Taylor era el mandamás de Famous Players-Lasky, dependiente de la Paramount. Con el cuerpo yaciendo de cúbito ventral, comenzó a aparecer por el apartamento la plana mayor del Hollywood, mientras el criado gritaba: «¡Han asesinado al amo!».

Miedo y cartas comprometedoras

La primera en precipitarse fue Mabel Normand dispuesta a recuperar un paquete de cartas comprometedoras. Saltando por encima del cadáver, irrumpió Charles Eyton para deshacerse de galones de alcohol ilegal que Taylor servía en sus orgías y timbas. Eyton era un boxeador ligero australiano que acabó de gerente de «Jugadores Famosos-Lansky», nombre del estudio famoso por las timbas que organizaban los magnates los fines de semana. Pasó a continuación, con prisas, el productor Adolph Zukor dispuesto a borrar sus devaneos sexuales poco apropiados para salir en el «Examiner» o el «Times». Asustada, quizá porque era la asesina, la actriz teatral Charlotte Shelby llamó a su hija la actriz Mary Miles Minter, ambas histéricas, al enterarse de la noticia.

La actriz Mabel Normand
La actriz Mabel NormandLa RazonLa Razon

Ni siquiera los gritos del criado negro Henry Peavey desalentaron al tropel de famosos que entraban y salían del bungalow. Cuando apareció la policía y descubrieron el cadáver de Taylor con dos balas del 38 en el corazón, en la chimenea ardían docenas de documentos que comprometía a las jefes de la Paramount. Frente a ella, la actriz Edna Purviance, colgada, permanecía hipnotizada por las llamas mientras Mabel Normand seguía registrando las habitaciones en busca de su correspondencia comprometedora.

Pese al tráfico de personalidades y jefazos, ni Zukor ni Eyton lograron limpiar la escena del crimen ni encontrar las fotos pornográficas del finado con numerosas actrices famosas del cine mudo, escondidas en un cajón secreto, ni las cartas de «amor» de la inocente MMM o Mary Miles Minter. Su madre, que también se acostaba con Taylor, un vecino la vio disfrazada de hombre huir después de oírse dos tiros en la noche de trasluz.

Las consecuencias de la muerte de Taylor fueron dos: Mary Miles Minter tuvo que abandonar el cine al descubrirse un cajón repleto de braguitas etiquetadas, suyas y de otras actrices que Taylor coleccionaba, destruyendo su carrera de virgen. Al saberse de las visitas que Taylor y Mabel hacían a ciertos tugurios de ligue de mujeres y hombres travestidos con kimonos donde compartían heroína, morfina y opio, Mabel Normand fue repudiada por el público familiar no por vivaracha sino por «putón verbenero».