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Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez con los autores de "La bestia"

“La Bestia”: claves para entender el fenómeno literario de Carmen Mola

La novela, que obtuvo el Premio Planeta es una electrizante obra de género negro firmada con pseudónimo que suma calidad literaria, controversia y que, sobre todo, ha levantado una gran expectación

El último Premio Planeta se ha librado con polémica. Carmen Mola es el pseudónimo de tres escritores, Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez, y no el de una mujer, asunto que puso en pie de guerra a las feministas de género que antes recomendaban su trilogía en algunas bibliotecas. La librería madrileña Mujeres y Compañía retiraba los libros de estos señores que han traicionado la confianza feminista. La historia de los pseudónimos es antigua y solo a partir del auge de las políticas de identidad de género han comenzado a ser cuestionados.

Los hombres no respetan nada, ni las leyes de la biología con los transgénero ni el espacio cultural que las escritoras luchan por hacerse a codazos contra tanta testosterona invasiva. Que una de las más famosas, J. K. Rowling, utilice el nombre masculino de Robert Galbraith para firmar sus novelas policíacas de la serie Cormoran Strike no ha preocupado a nadie. El caso de Carmen Mola es similar al de la «escritora» italiana Elena Ferrante, de la que todavía se desconoce su identidad. No es un asunto de sexo, sino literario y comercial. Sea como fuere, la trilogía firmada por Carmen Mola resulta una excentricidad en el panorama de la literatura popular, sobre todo por las altas dosis de violencia y desmesura que contienen sus novelas. Lo cual las hace todavía más atractivas firmadas por una mujer. La violencia gore y las decapitaciones «splatter» son típicas de la novela y el cine firmado por hombres. Lo mismo que sus destinatarios.

De la sangre a la peste

Un fenómeno literario y sociológico que ha catapultado a estos tres escritores a la fama. Pero, aparte del ya mencionado caso de Rowling, otros dos singulares lo avalan: «50 sombras de Grey» estaba escrito por una mujer que se escondía bajo unas ambiguas iniciales: E.L. James, pseudónimo de Erika Leonard, por tratarse de un libro erótico sadomasoquista. Lo mismo que «Historia de O», publicado bajo el de Pauline Réage, tras el que se ocultaba Dominique Aury. Eliminada la controversia feminista de corto alcance, queda la novela ganadora del Planeta al desnudo, «La Bestia», que cambia el registro de sus libros que la hicieron popular. Así, abandona esta vez la temática actual y se centra en la novela histórica, de carácter naturalista, ambientada durante el siglo XIX en el Madrid de la peste del cólera. Sus anteriores obras eran más dinámicas y con preponderancia de los diálogos, localizaciones escuetas, escasas descripciones y ausencia de retratos psicológicos. Ambientadas en una actualidad irreal repleta de giros típicos del género policíaca y con propensión al folletín decimonónico. Por contra, en «La Bestia» hay un excelente trabajo de reconstrucción histórica costumbrista del Madrid popular y aristocrático que todos conocemos por otros autores.

Esta Carmen Mola cambia de siglo y de ambiente, pero todavía conserva el gusto por la violencia gore y extrema, las conjuras y los asesinatos de niños que había en sus anteriores novelas

Esta Carmen Mola tiene preferencia por las sectas secretas, los complots de las clases nobles, aquí el enfrentamiento larvado entre carlistas e isabelinos, entremezclados con la secta de los carbonarios y sus ritos medievales sanguinolentos de crueldad un tanto gratuita, pero que confiere a «La Bestia» la marca de extrema violencia y exaltación del mal que celebran sus autores. Cubre, por tanto, los dos flancos que hicieron popular a Carmen Mola: el mundo oscuro de la red profunda, la violencia contra los niños y los excesos gore, solo que cambiando el registro literario y temporal.

Imagen de la portada de "La bestia"
Imagen de la portada de "La bestia"PlanetaPlaneta

La obra, pues, traslada al lector el ambiente de sectas secretas con sus aquelarres delirantes y una propensión a mostrar lo peor de la condición humana. Varios hilos argumentales se entrecruzan en el libro: la niña que huye de la miseria para caer en un mundo en donde la suciedad y la degradación simbolizan la nula moral de los personajes. La peste de cólera rememora también a la Covid. El sensacionalismo de los libros anteriores se ha trocado ahora en miserabilismo, cochambre y deshumanización de una sociedad digna de figurar en el libro de los horrores. Los conductores narrativos son un periodista inquieto, esa menor zarandeada por el destino más cruel y un guardia rebelde. Los tres viven en el filo de la aventura y la muerte en estos nuevos y más que extraordinarios «misterios de Madrid».

Un asesino anda suelto

★★★★★
Por Ángeles López
Ya se ha dicho todo de Carmen Mola y la rara avis que supone en el panorama literario, por lo que no reincidiremos en su narrativa de alto voltaje. Sí reseñaremos que los tres autores embozados bajo el pseudónimo han dado un giro a la trilogía que hizo popular la «marca» y se han vestido de «naturalistas» que ambientan su historia en un Madrid asolado por el cólera, donde un asesino que mata a niñas anda suelto y «sin bozal». Pertrechados con su mejor traje folletinesco costumbrista, que hoy se antoja casi revolucionario, los autores dan forma a una trama policíaca al más puro estilo «enigma» donde no faltarán los detalles sociales como la sempiterna lucha de clases, la prostitución, las sociedades secretas (siempre enigmáticas) y la inmundicia provocada por el asedio.
Se percibe el cuidado que han puesto para recrear el ambiente de época así como un evidente esmero literario más que eficaz, que sabe mirar las penurias de una manera que hace que le duela al lector. Existe en criminología la teoría de las ventanas rotas, que explica que los ciudadanos se comportan bien cuando el entorno está en orden. Pero si vemos que la vidriera de un edificio no se arregla, la chusma romperá el resto por puro mimetismo, igual que caballos desbocados a los que se les desactiva el interruptor de la destrucción. Eso sucede en estas páginas. Madrid es un caos. Una ciudad madrastra para los desamparados en un tiempo de restricciones, cotolengos, enfrentamientos entre liberales y carlistas, y el odio del pueblo hacia un clero que culpa de envenenar las aguas...
¿Cómo es posible actuar frente a tal y desamparo? Como cicerone de esta historia tendremos a un narrador omnisciente, una tercera persona que funciona a modo de cámara subjetiva para mejor conducirnos hacia cada escena y que se apoya en distintas voces: la de un periodista que podría recordar a Benito Pérez Galdós, la de una niña golpeada por el destino y la de un carlista rebelde. Diferentes tramas conviven en esta narración de supervivencia o muerte que termina haciendo buenos los espejos deformados de nuestra realidad al más puro estilo valleinclanesco.

▲ Lo mejor

La densidad atómica del relato histórico así como la magnífica descripción del Madrid de 1883

▼ Lo peor

Los excesos melodramáticos propios del folletín resultan estéticos, pero algo «kitsch»