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Todo París para Yves Saint Laurent

Seis museos de la capital gala realizarán un importante despliegue hasta mayo para mostrar, en su multidimensionalidad, las relaciones entre el modisto y el mundo del arte
Estate of Jeanloup Sieff/Centre Pompidou, MNAM-CCI Grand Palais

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Nadie como los franceses para rendir homenaje a sus genios de la cultura. Consenso absoluto y todos los medios necesarios para homenajearlos en el modo que se merecen. Y, por si quedaba todavía alguna duda al respecto, aquí esta el imponente despliegue que seis museos parisinos realizarán hasta mayo para mostrar, en su multidimensionalidad, las relaciones entre el Yves Saint Laurent y el mundo del arte. El Louvre, el Centre Pompidou, el Musée National Picasso, el Muséee d’Art de Paris (MAM), el Orsay y el Musée Yves Saint Laurent han unido infraestructuras y esfuerzos para redefinir la geografía de París a partir de las creaciones del diseñador de origen argelino. El maestro de la alta costura nunca ocultó el lugar central que la historia del arte tenía en su vida y obra: «Me he inspirado en un gran número de pintores –reconocía– y siempre he creído que el arte no solo forma parte de la cultura, sino también de la vida, que hay que mostrárselo a todo el mundo y que los museos merecen apoyo y fomento por el papel social que fomentan».
Yves Saint Laurent expresó esta pasión por el arte a través de su faceta como coleccionista –entre las obras que atesoraba, se encontraban piezas de Picasso, Matisse o Mondrian–. Pero, sobre todo, el peso del arte del siglo XX en su particular universo quedó plasmado en numerosas creaciones, en las que la pintura ejerció una influencia como nunca antes había tenido en la alta costura. Así, en 1953, Saint-Laurent ideó una colección basada en el mundo floral de Matisse –el gran exponente de la «joie de vivre» de la vanguardia francesa–. No obstante, fue en 1965 cuando la convergencia entre moda y arte propiciada por Saint-Laurent ofreció algunos de los diseños más icónicos del siglo XX. A partir de la «Composición con azul, amarillo y negro» (1922), de Mondrian, el diseñador francés adaptó la esencia del neoplasticismo a la estética de un traje de cóctel. El acto de apropiacionismo que realizó del diálogo entre los colores primarios –rojo, azul y amarillo– y los no-colores –negro, gris y blanco– dentro de una composición ortogonal constituye una de las transferencias más afortunadas que se ha efectuado jamás entre los mundos de las artes plásticas y la moda.
La avidez investigadora de Saint Laurent hizo que su exploración de las vanguardias no se detuviera aquí. Algunos de sus más celebrados diseños adaptaron los bodegones cubistas y los rombos de los arlequines de Picasso, así como los pájaros que Braque introdujo en su última obra. Ciertos y emblemáticos patrones compositivos empleados por el pintor abstracto ruso Serge Poliakoff aparecieron, en diversas ocasiones, en sus vestidos. Como guiño al triunfante pop art, no faltaron alusiones a la producción de un autor como Tom Wesselmann. Por no hablar de algunas chaquetas diseñadas con los inconfundibles motivos de Van Gogh. Si, ya en 1982, Yves Saint Laurent fue objeto de una gran retrospectiva en el Metropolitan de Nueva York, ahora París, su ciudad, pone sus más emblemáticos museos a mayor gloria de sus impresionantes creaciones.