Roberto Saviano: «Yo ya no puedo más, me han metido en un ataúd y no me han matado»
El escritor y periodista publica «Todavía estoy vivo», un cómic que ha hecho junto al dibujante Asaf Hanuka, donde describe en viñetas cómo es hoy su vida y reflexiona sobre las consecuencias que ha tenido para él publicar «Gomorra» y cómo es vivir constantemente vigilado y amenazado por la mafia
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La suya es una historia que comenzó bien. Publicó un gran libro, se convirtió en un «best seller» en 2006 y su nombre ocupó los titulares de la Prensa. Pero ese éxito repentino pronto se torció y la vida del autor tomó un sendero inesperado cuando los capos anunciaron su sentencia y prometieron vengarse. Dieciséis años después de «Gomorra», todavía pesa sobre Roberto Saviano la dictadura de esa fatua. El escritor, sentado, con una biblioteca a su espalda, sonríe, pero en su ánimo pesan los días. Cuando publicó «La belleza y el infierno (Debate), nos confesó que mientras escriba, estará a salvo. Y hoy se reafirma en esas palabras. «Lo sigo suscribiendo, porque mientras leo, soy yo; cuando escribo, todavía soy yo y, en el momento en que estoy aquí rodeado de libros o dispuesto a escribir un artículo, siento que todavía estoy vivo y que no han podido detenerme», declara con energía desde un piso o apartamento desconocido. Saviano, que todavía vive con protección policial, publica, junto al dibujante Asaf Hanuka, su autobiografía, pero en viñetas. «Todavía estoy vivo» (Reservoir Books) es más que un cómic, es una reivindicación de su injusticia, un relato vital y la crónica de una pesadilla: la de vivir sin vida propia. «Ellos, los del mundo criminal, me lo dijeron: “Te hemos puesto en un ataúd, en un abrigo de madera, pero sin matarte “. Y esto es lo que han hecho. Me han metido en un ataúd y no me han matado. No tengo miedo a la muerte, pero tengo miedo de seguir viviendo. Yo no quería esto. Esto no, por favor. Los capos saben que al final de su recorrido morirán o se les detendrá. Yo ya estoy al final; yo ya no puedo más. El título de este álbum es un desafío, es una referencia a la última escena de “Papillon” , cuando grita: “Malditos bastardos, aún estoy vivo”».
¿Mereció la pena «Gomorra»?
Claro que no. Me ha deteriorado la vida. Si volviera para atrás cambiaría muchas cosas. Se vive muy mal. Soy una persona peor ahora que antes. No duermo si no es con la ayuda de la química. Desconfío de las personas que me rodean. Temes dañarlas. Es tan difícil. Ahora estoy cansado. Se ha producido una implosión en mí. No ha merecido la pena, pero también reconozco que no reniego para nada de mi obra.
¿Ha servido para algo?
Para casi anda. En Afganistán hay narcos y traficantes de armas al mando. Organizaciones como Hamas hacen dinero con hachís. Los carteles de Brasil negocian con droga mientras Bolsonaro mira hacia otro lado. Está la narcodictadura en México. La situación en el mundo ha empeorado desde que publiqué «Gomorra». En Barcelona ya se han dado cuenta de la llegada de todas las mafias a Cataluña. Ahora existe una característica nueva: intentan asesinar menos. Saben que matar implica mucha visibilidad. Esto para mí, es interesante. Las organizaciones no inician la violencia hoy. Estamos en una fase, en Europa occidental, menos violentas, pero a pesar de eso siempre matan. Lo han hecho. Recientemente han asesinado a tres periodistas. A uno de ellos en el centro de Ámsterdam, en una de las ciudades más seguras.... Se mata a menudo a los que denuncian. Pero esto no produce debate en las naciones ni en los foros internacionales.
Se han beneficiado de la Covid.
Con la epidemia los grupos pequeños han entrado en crisis porque no lograban entregar la droga, pero las mafias fuertes se han vuelto todavía más. Se han hecho con todo. Con la Covid han ido a controlar los barrios populares. Iban a las familias pobres. Les daban comida, pero venía de sus supermercados. Eran cosas ricas, pero cerca de la fecha de caducidad, de oferta o promoción. Cuando algunos decían que no podían pagarlo, respondían: «No problem». ¿Qué es lo que sucedía? El Estado repartió bonos de mil euros entre algunas familias y ellos comentaban: «No te preocupes. Te doy la comida y nos entregas el bono a nosotros». Así lograron doscientos mil euros. A cambio de la compra de un mes, que les habrá costado....
Y solo es un ejemplo.
Luego están las grandes empresas. En España también ha sido así durante este tiempo de epidemia. Un restaurante entraba en crisis y al dueño le daban dinero para que saliera hacia delante. Pero no como un préstamo. Ellos dan una cantidad y a cambio piden ser socios. ¿Qué sucede? Luego tienes que devolverles el dinero. ¿No lo tienes? Pues dame la otra parte de tu restaurante, o de tu residencia, o de tu oficina... ya están dentro. Esto lo han hecho por todas partes. ¿La culpa? De los bancos que han rechazado conceder créditos a empresarios que tenían descubiertos mínimos o pocas deudas. Muchos han acabado en manos de mafias por 90.000 euros. El banco no les respaldó. Y esto los gobiernos lo ignoran.
¿Las mafias qué dicen de usted hoy en día?
Las últimas generaciones me consideran un símbolo. Cuando presenté «La banda de los niños», lo presenté en público. Acudí con mucha escolta, mucha protección. Muchos querían tocarme. Eso era ser alguien en ese mundo, tocar a uno designado a esta cadena perpetua. No tengo una fetua actualizada, pero con una buena estrategia puedo vivir tranquilo si me substraigo de todo. Sigo siendo un símbolo para quien quiera dar en la diana. Siento, dentro de mí, que esta batalla entre ellos y yo, me ha desfibrado.
¿Es peligroso ser un símbolo?
En el pasado me protegió. Esto me marcó porque ser el símbolo te protege en una primera instancia, pero, por otro lado, te expone. Y es muy difícil ahora entender si estás protegido o si estás expuesto a través del símbolo.
¿La mafia ha dejado de estar relacionada con la mafia, la política, los jueces...?
La mafia nunca ha salido de ahí. La política siempre necesitará las organizaciones mafiosas. Son votos que marcan la diferencia. Son votos que se obtienen con el consentimiento de la criminalidad. No es el convencimiento para intentar convencer, sino del que compra. Y esa compra equivale a votar a lo que conviene, transformar un voto en una conveniencia personal. La filosofía no es votar en las personas en las que se puede creer. Voy a votar a quien me dará un permiso, un trabajo, me hará entrar en un hospital para que atiendan a mi niño...
También tiene problemas con los políticos, que le critican en lugar de ayudarle.
Cuando empecé a denunciar el trato que recibían los inmigrantes y a apoyar a Open Arms y otras ONG, me cayó encima toda la política, sobre todo la que era de extrema derecha. Me atacaba con un propósito: resolver esa cuestión deslegitimando la temática a través de esos ataques a mí.
¿Cómo es vivir pensando en su muerte?
Tantos te hablan de eso, que parece una cosa externa. Como al final tenga un infarto o fallezca de una enfermedad, será ridículo. Todos esperan que me pongan una bomba o que me disparen, que son las maneras en las que me iban a asesinar. A veces me digo: ¿Y si luego me caigo en bici? Sería ridículo en lugar de algo épico... En el fondo, mi relación con la muerte no supone ningún conflicto, porque cuando se habla tanto de tu muerte y no te mueres... pero es muy duro y te afecta de manera psicológica. Me asusta mucho más vivir así. Me asusta seguir encerrado. Este silencio sobre la mafia, además, me sorprende. Se había hablado un poco, se había notado en España... ahora existe silencio a su alrededor. Me espanta. He malgastado todos estos años...
Ha declarado que este cómic es una ejecución de Saviano para ser Roberto. ¿Por qué?
Me di cuenta en un momento dado que ya no era posible que coincidiera con la posibilidad de una vida normal. Llevo 16 años con una vida en la que no estoy vivo ni muerto. Por lo tanto, pensé que no tenía otra posibilidad que intentar transformarme, porque no sé intentar cómo salir de esta situación. Me han aplastado dos fuerzas. Una, que te recuerda que te han condenado a muerte, y, otra, que te dice que eres una persona falsa, que todo es una escenificación, que, si me hubieran querido matar, ya lo hubieran hecho. Te sientes culpable por no estar muerto, porque tu vida es la demostración de que era impostor. No puedes ser mártir y seguir con vida. De este ruido infinito, de este asco total, tenía que liberarme y la única manera era quitar Saviano y dejar a Roberto.
Empieza con esta frase terrible: «He aprendido con el tiempo que hay dos tipos de historias: las que acaban con la muerte del protagonista y las que acaban con su victoria. La historia que leerás no termina ni con la muerte ni con la vida, todo transcurre en un territorio a medio camino entre una y otra dimensión».
Entiendo que esa frase es una síntesis, mi manera particular de ver las cosas. Mi vida es estar encerrado, estudiar, investigar. Es una lucha constante. Estoy siempre en guerra. Hasta tengo varios litigios, entre ellos con Matteo Salvini... nadie habla de este juicio por difamación. Empezó cuando hablé de inmigración. Me parece algo deshumanizado cómo tratan a los inmigrantes... Pero como decía es una vida suspendida. Y lo que es raro es que no vives para proteger tu vida. Te das cuenta que durante 16 años no has vivido y no has vivido porque me tenían que proteger. Mi vida está hecha de procedimientos. Como digo a menudo, podría bajar a dar un paseo y no me pasaría nada de nada. Entonces, algunos profanos, al oír esto, me preguntan: ¿Por qué tienes entonces policía? Porque la seguridad lo da el proceso. Nunca estás solo y nadie puede pensar, por eso mismo, que te que pueda tocar. Esto a nivel psicológico es difícil de soportar. A nivel racional lo entiendes, pero en el psicológico te vuelve loco.
En el cómic se le representa como el Minotauro. ¿Se siente así?
Me siento perdido. No sabes quiénes son tus amigos, cuando te llega la mierda de la política y también te encuentras que mucha gente no te defiende. Te sientes extraviado, empeorado, como el Minotauro. Tengo miedo, desconfianza, me vuelvo agresivo. Te vuelves loco cuando descubres que hay personas que quieren capitalizar todo el odio respeto a ti en un tribunal para atacarme porque eso les puede ser beneficioso. Es terrorífico. Siento asco y respeto por el mundo. Esta vida te desmejora. En alguna medida, el Minotauro es representación que me describe bien.