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“El comensal”: el tabú familiar en la herida vasca

La película, que se estrena este viernes, significa la vuelta al cine de Ángeles González-Sinde (ex Ministra de Cultura) para adaptar la novela homónima de Gabriela Ybarra

En «El comensal»,una escena del rodaje, Susana Abaitua (dcha.) es el álter ego de la escritora Gabriela Ybarra para hablar de la memoria generacional del terrorismo
En «El comensal»,una escena del rodaje, Susana Abaitua (dcha.) es el álter ego de la escritora Gabriela Ybarra para hablar de la memoria generacional del terrorismoMIKEL LARREAfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@546dec3d

En su relato de 1959, el inglés Allan Sillitoe se apoyaba en «La soledad del corredor de fondo» para, en verdad, hacernos reflexionar sobre la condena, propia, penal y ajena, y todos los silencios que se solapan con los pensamientos de aquellos que se saben cruzados por una especie de suerte oscura. En «El comensal», la novela de Gabriela Ybarra de 2015, la maldición era familiar, pero impuesta, como en la vida de tantas otras familias vascas, por el juicio criminal de la banda terrorista ETA. Superados los tabúes familiares, la autora narró desde lo más íntimo todos los silencios de su padre, Javier Ybarra, y los de su abuelo, uno de los primeros empresarios secuestrados y asesinados por el grupo armado, en el verano de 1977.

Siete años después de la publicación del libro, Ybarra abandona esa soledad metafórica para unirse a la directora y guionista Ángeles González-Sinde, otrora ministra de Cultura, para adaptar también al cine su obra: «La belleza y el interés del libro radican en cómo Gabriela Ybarra usa las herramientas propiamente literarias para contar una experiencia que no deja de ser interna, reflexiva, más que dependiente de una trama en la que pasan cosas todo el rato. Esos eran los límites morales y de tono, porque queríamos huir del sensacionalismo, no irnos al melodrama, pero sin tener miedo a los sentimientos», explica la realizadora, que vuelve al cine 14 años después de su último filme.

Susana Abaitua, Ginés García Millán y Ángeles González-Sinde en el rodaje de "El comensal" en Bilbao
Susana Abaitua, Ginés García Millán y Ángeles González-Sinde en el rodaje de "El comensal" en BilbaoMIKEL LARREAfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@546dec3d

Memoria inconsciente

Parte de esa nueva ficción sobre los años de plomo, que nos ha regalado «Patria», «La línea invisible» o «Maixabel», «El comensal» es una reflexión más íntima, más pausada y quizá más sentimental, menos explícitamente política. ¿Por qué ahora sí podemos contarnos nuestra propia historia? «Te va a parecer una frivolidad, pero quiero responder citando al cantante de Duran Duran, Simon LeBon. En una entrevista le preguntaron por qué hay tantas estrellas del rock que se casan con supermodelos y él respondió: “Porque podemos”. ¿Por qué podemos contar las historias de ETA ahora en el audiovisual? Porque podemos. Antes no. Ahora no te juegas la vida y, al bajar toda esa tensión, todos podemos pensar mejor. Te puedes permitir el lujo, incluso, de contar tu propia vida con una cierta expectativa de que pueda haber un ambiente más acogedor y cálido para escucharlo», explica sincera González-Sinde sobre un filme que se estrena este viernes y que usa el asesinato del padre de Ybarra para ponerlo en relación con la muerte, a causa de un cáncer, de su esposa.

El dolor de los recuerdos más íntimos
Cuenta González-Sinde que, para intentar relacionar las dos líneas de tiempo de la película, la de 1977 y la de 2011, acordó con Ybarra fijar ciertos elementos comunes, como el sonido de la tetera de la casa familiar o el de la aspiradora. Lo que la escritora no sabía es que la directora había preparado postales, recuerdos reconstruidos de la infancia de Ybarra en la película: «Cuando más lloré fue viendo a esa niña en la película. Era cuando realmente me veía más en el filme. Además, con el mismo uniforme de mi colegio, sin que me lo hubiera preguntado Ángeles. A veces me olvido de que es una historia basada en mi familia», confiesa.

Ahí es donde la directora nos sitúa inteligentemente como espectadores, a través del alter ego de la escritora al que pone rostro Susana Abaitua y que es, en realidad, reacción al silencio, al tabú familiar de la herida vasca: «Nos dimos cuenta de que había muchas perspectivas que nos interesaba compartir, como el fenómeno de la transmisión de la memoria inconsciente entre generaciones. Cuando una generación, como la de Gabriela, se empieza a hacer esas preguntas que la de sus padres ni siquiera se podía plantear porque no tenían un nombre para la barbarie, no podían detenerse en los porqués… Es algo que se ha repetido casi de manera automática con todas las grandes tragedias. Es normal que quieran reordenar su pasado», añade. Ybarra, a su lado, lo explica desde lo personal: «La historia nunca me ha abandonado del todo. Cuando salió el libro, acabé bastante harta de la promoción, porque fue muy intensa. Sobre todo porque era un tema del que realmente nunca había hablado en público, era un tabú familiar. Me vi muy expuesta teniendo que contar todo lo que en casa me habían dicho que no se debía decir. Para mí eso fue muy intenso», completa.

Sobre su hiato en la dirección, que no ha sido tal trabajando en guiones de series diarias o colaborando con Netflix, González-Sinde es clara: «Escribiendo un guion a la semana te queda poco espacio para más. Dirigir es algo que me enriquece y me hace mejor escritora, porque tienes que explorar el lenguaje audiovisual en todos sus códigos. Escribir, a veces, te hace apoyarte demasiado en las palabras y olvidarte de que el cine es muchísimo más que eso. Y, por otra parte, levantar un proyecto cuesta mucho», explica antes de valorar el nuevo proyecto de Ley del Audiovisual, que ha suscitado críticas: «Como yo estuve al mando del Ministerio de Cultura, confío plenamente en quienes están al mando y no sigo el detalle de la redacción de las leyes. La pandemia ha acelerado todos los procesos de digitalización, pero ya estábamos sumergidos en ellos».