Izquierdofobia: por qué el discurso de los “neoprogres” causa cada vez más rechazo
La victoria del PP en Andalucía ha puesto de relieve el vacío ideológico de las izquierdas y el hastío que la gente siente hacia su atmósfera moralista
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Se vivían las elecciones andaluzas como anticipo de las generales, como vaticinio electoral. Consulta casi a un oráculo más fiable que Tezanos. Y si la victoria con mayoría absoluta del PP era histórica, no lo era menos el fracaso estrepitoso de las izquierdas. Podría interpretarse, a la luz de los resultados, que estaríamos ante un cambio de ciclo. Uno en el que el ciudadano parece apostar por la moderación y el centro, alejándose de populismos y polarización. El batacazo de las izquierdas más radicales podría suponer el vencimiento por caducidad de un modo de hacer política que hunde sus raíces en aquel 15M, un fenómeno, ilusionante en su inicio, que quedaría reducido a batucada brutalista tras la exhibición impúdica de la conversión en casta de los que venían a luchar contra ella. La nueva política acabó pareciéndose demasiado a la vieja política, y llegados a este punto, tras los resultados en Madrid, Castilla y León y ahora Andalucía, con Ciudadanos casi fuera de juego, Vox estancado, Podemos convertido en un cadáver político y un PSOE desgastado y con el enemigo en casa… ¿Vuelve el bipartidismo? ¿Es un desprecio a los populismos? ¿Izquierdofobia a la vista?
Ucrania, un factor clave
Armando Zerolo, profesor titular de Filosofía Política y del Derecho en la Universidad CEU San Pablo, autor de «La Monarquía Constitucional. Principios del Estado Liberal según Chateaubriand» o «Génesis del estado minotauro. El Pensamiento político de Bertrand de Jouvenel», cree que el punto de inflexión no lo marcan tanto las elecciones andaluzas como la guerra en Ucrania. «El gran cambio– señala–no han sido las andaluzas sino la guerra en Ucrania. Ha sido, en cierto modo, una epifanía, en el sentido teológico, de anunciación, para el PP. Ha sido una revelación, han entendido algo que antes no entendían. Los socios europeos de VOX se han posicionado de manera muy incompatible con el Partido Popular y este ha comprendido lo que tanto le costaba ver en un principio: que VOX no era únicamente competencia electoral, sino que era una propuesta distinta».
«Lo que ha pasado en Andalucía, sin embargo –prosigue el propio Zerolo– ha sido la tormenta perfecta: Ucrania, Europa, crisis económica… Todo ha encajado a favor del PP. Pero hay algunos puntos clave que explicarían cómo se llega hasta aquí y que confluyen para que se produzca en este momento, justo ahora. Uno sería el vaciamiento de la izquierda, la pérdida de las banderas. Aquel 15M ya lejano empezaba con unas ideas fuertes, con unas ideas que cautivaban. Unas ideas que se compraban en masa. Y en plena época de corrupción del peor PP, Podemos detectó una crisis de representatividad, una necesidad de mayor representación del pueblo. Pero ahora ya no tienen sentido, son ideas que ya no tienen ese mismo peso: Podemos es un cadáver político. En segundo lugar, lo ocurrido con Ciudadanos, que es en realidad quien abre y cierra el ciclo, y no Podemos, ni el PP, ni Vox. La nueva política empieza con ellos, no con Podemos. Y tenemos también un nuevo ciclo en el PP después de Rajoy, la pérdida de las ideas que supuso el desgobierno de Rajoy que, lo que en realidad desgobernó, fue el partido. Y la llegada de un “liberalismo ñoño” que se enmarca ahí. Y, dentro de esto, cómo ha dialogado con Vox, cómo le ha costado muchísimo comprender que Vox era un problema. Finalmente, la guerra en Ucrania, que ha funcionado casi como espita».
Lo cierto es que parece claro que el ciudadano empieza a estar ya muy cansado de la polarización, de estos extremos intolerantes a uno y otro lado del espectro ideológico que parecen más volcados en evangelizar e imponer su marco moral que en preservar la convivencia. «Lo que nos permite salir de la polaridad –explica el profesor Zerolo– es la triangulación. Podemos provoca una reacción en el polo contrario, como Vox lo hace en el suyo, y lo necesario es triangular, que nada tiene que ver con tibieza o equidistancia, sino con la necesidad de tolerancia, pluralismo y coexistencia. Y tolerancia no es que yo sea indiferente a lo que tú piensas, es no estar de acuerdo contigo pero entender que para ti es importante y que juntos construimos dentro de la diferencia. Los puntos que permiten triangular son la legalidad, el sistema constitucional y la convivencia, que es el punto nuclear del liberalismo. El liberalismo nace como modo de convivencia de distintos formas de vida, no como el modo de resolver los conflictos entre los distintos modos de vida para ver cuál de ellos es el mejor».
Una idea mal entendida
Y este es el tema que tiene despistada a la derecha más conservadora, pero también a las izquierdas más radicales: la unidad moral. «Parten de la hipótesis de que solo desde un presupuesto que es anterior al liberalismo es posible el liberalismo», apunta el profesor. «Se basan equivocadamente en una entrevista entre Ratzinger y Habermas, porque la entienden mal, y lo que dicen es que las bases que hacen posible ese liberalismo del pluralismo y la tolerancia solo es posible porque antes hay unos presupuestos cristianos, unas condiciones morales, un sustrato moral. Y por eso puede surgir el ecosistema, las instituciones liberales. Si el liberalismo solo es posible si se dan antes estos presupuestos morales, que son homogéneos, en el momento en que se hace un diagnóstico de la sociedad presente en el que esos presupuestos morales ya no están porque hay una confrontación moral, la llamada batalla cultural, hay una lucha por la hegemonía cultural, entonces el liberalismo ya no es operativo». Es justo entonces cuando ellos dicen «ya no vale el liberalismo», «ya no vale el constitucionalismo», «ya no vale el pluralismo», «ya no vale la tolerancia». Porque no se dan esas condiciones sociales y morales previas. ¿Pero cuál es la realidad entonces?
«La realidad es –contesta Zerolo- que el liberalismo nace precisamente en dos grandes momentos fundacionales y definitorios en los que la unidad moral está más rota que nunca: uno en la centuria de la Revolución Francesa, y otro en el Siglo XX, durante la Primera y la Segunda guerra mundial. Durante la Revolución Francesa, la crisis moral, la ruptura moral, es radical. A años luz de lo que estamos viviendo hoy en día. Y “casualmente” es donde nace el liberalismo. Entienden los padres fundadores (Jovellanos en España, Constant en Alemania…), todos ellos, que es precisamente porque no hay una unidad moral por lo que es necesario crear un sistema que genere una cohesión, una paz y una tranquilidad para que diferentes modos de vida, diferentes concepciones, puedan convivir. Por lo tanto, el presupuesto del liberalismo no es la unidad moral. Por tanto, no hay que construir primero la unidad moral y luego las formas políticas. Y en la primera y segunda guerra mundial, ese segundo momento fundacional, es un momento de odio entre hermanos, odio visceral. El antisemitismo alcanza cotas altísimas, el cristianismo y el anticlericalismo son posiciones radicalmente enfrentadas… Justo ahí surgen las instituciones y el orden internacional que conocemos hoy. El orden institucional, moral y legal que surge después de 1945, y la Unión Europea, surgen precisamente de una guerra entre hermanos. No surge de una unidad entre hermanos. Las formas políticas lo que hacen es dar seguridad cuando no hay cohesión moral».
Y esto es precisamente lo que el populismo, que tiene en la base esa idea de que la moral va mucho antes que la política, no acaba de comprender demasiado. «Por eso son unos moralistas –concluye el profesor– tanto a uno como a otro lado del espectro político: Son clérigos. Tienen en común la pretensión de moralizar. Lo que le pasa a la izquierda más amplia y a una cierta derecha es lo que podemos llamar comunitarismo. Fundan comunidades identitarias. Pero eso no es política, eso es tribu. La izquierda radical es tribal y la derecha comunitarista es tribal. Y la tribu es la forma más primitiva y más antipolítica de asociación humana».