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Libros

Premio Planeta: escritores, políticos y anécdotas literarias

El galardón reúne a su alrededor a grandes firmas de la literatura y es arropado por las ministras Yolanda Díaz y Pilar Alegría

En la imagen, María Oruña, Manel Loureiro, María Dueñas, Dolores Redondo y Paloma Sánchez-Garnica
En la imagen, María Oruña, Manel Loureiro, María Dueñas, Dolores Redondo y Paloma Sánchez-GarnicaAlberto R. RoldánLa Razón

El Premio Planeta, haciendo honor a la tradición con la que cumple desde hace ya 71 años, volvió a reunir una amplia nómina de representantes del mundo literario, como Víctor del Árbol, Marcos Chicot, Jorge Díaz (uno de los Carmen Mola), Najat El Hachmi, Espido Freire, Alicia Giménez Bartlett, Javier Moro, Antonio Orejudo o Clara Sánchez, entre otros. Algunos de ellos han obtenido el galardón, el más prestigioso y mejor remunerado de nuestras letras.

Es el caso de Dolores Redondo, autora de la «Trilogía del Baztán», que está a punto de sacar nuevo título dentro de poco: «Esperando el diluvio», que saldrá en Destino, y que da cuenta, como ella misma relata a este diario, de un despiadado asesino en serie y de un detective que tiene una corazonada. «Se cruza en la calle con un sospechoso que había descartado y siente que es la persona que busca, pero cuando está a punto de detenerlo, escapa». Dolores Redondo es una escritora prudente, y apenas quiere revelar más de la trama: «¿Tú crees en las corazonadas? –pregunta-. Eso es bueno».

La novelista reconoce que apenas siente inseguridades cuando se dispone a publicar una obra, pero admite que «la noche antes de que se publique, nunca duermo». También admite que solo una vez sintió algo parecido a la sensación vértigo y fue, precisamente, cuando obtuvo este galardón: «El intervalo entre el fallo del Premio Planeta y su lanzamiento es muy breve. Son unas escasas semanas, pero muy intensas, en las que lees y relees el manuscrito varias veces consecutivas. Y es cierto que existen duendes que cambian cosas», afirma riendo.

Una pesadilla

Ese año, relata, el trabajo fue tan intenso que incluso padeció el tomento de una pesadilla muy particular: «Llegaba a una librería y descubría que a mi libro le habían sucedido todas las cosas horribles que le pueden ocurrir: estaba lleno de erratas, el texto estaba descuadrado, las tipografías habían cambiado...». Paloma Sánchez-Garnica, que quedó finalista en la anterior edición con «Últimos días en Berlín», confiesa que sus miedos se aglutinan en el inicio de un texto más que en el instante exacto de entregarlo.

Ese periodo de semanas, añadidas a los meses de documentación, donde debe familiarizarse con personajes que todavía no conoce. «Ellos van a colonizar tu vida durante meses y no los conoces demasiado bien, cómo respiran, cómo se comportan...» Pero donde ella se ha encontrado con el desasosiego y la inseguridad en la creación es al principio, cuando debe encontrar el tono. «En ocasiones he escrito, veinte, cuarenta, una vez, hasta 180 páginas y las tuve que tirar porque no me apasionaban y si no me apasionan a mí, a un lector menos».

Manel Loureiro, un hombre que mientras habla le surgen historias, como si se le salieran de los bolsillos y tuviera que compartirlas, que conversa, parece, para poder imaginar, es bastante distinto a sus compañeras y admite: «¿Miedos? ¡Todos! Tengo terror, sensación de vacío, caos. Pero más que miedo yo lo llamaría más bien responsabilidad hacia los lectores».

Diez días duros

Manel Loureiro, que este año ha publicado «La ladrona de huesos» (Planeta), sí reconoce que, en su caso, al lanzar un nuevo título, existe un momento muy duro. «Yo los llamo los diez días del horror. Con ellos me refiero a ese plazo de tiempo que discurre entre el momento en que sale tu libro a la venta y no te llega ninguna clase de noticia. Los lectores todavía no lo han leído y los medios de comunicación no han reflejado aún ninguna opinión. Ahí, reconozco, estoy muy tenso. No te acerques a mí en ese instante (risas). Me sucede siempre hasta que me empiezan a llegar noticias y comentarios de las personas que se lo han leído».

María Dueñas, al contrario que él, es una escritora fría (se ríe cuando se le comenta) que sabe controlar esta clase emociones. «No dejo que me atemoricen las dudas ni el miedo. De hecho, los mantengo a raya. Soy bastante cabal y no me suelo poner nerviosa. Quizá se deba a que con mi primera novela la redacté sin ninguna expectación». Como en todo escritor con una trayectoria a sus espaldas, la sombra de los grandes éxitos pesa sobre ella: «Es inevitable el elemento comparador. Yo siempre seré la autora de “El tiempo entre costuras”. Será así hasta que me jubile. Pero no puedes hacer nada. Pero no es nada. Es halagador y los lectores, por supuesto, tienen derecho a decir si les gusta más una historia que otra. Pero sé que mi nombre siempre irá ligado a ese libro».

Cuando se le plantea la cuestión de si puede ocurrirle igual que a Arhur Conan Doyle, que terminó odiando a Sherlock Holmes, sonríe. «Me hubiera podido ocurrir si hubiera tenido que escribir una segunda parte nada más acabar ese libro, pero no fue así. De hecho, volví a él en “Sira”. Tengo con mi personaje una relación saludable». María Oruña, autora de «Lo que la marea esconde» y el reciente «El camino de fuego», también admite ser una persona «tranquila», pero también padece ciertos picos de tensión en una circunstancia específica: «Es cuando has terminado y entregar el manuscrito en la editorial. Existen ahí unos días en que no paro de preguntarme si habrá gustado o no».

Para arropar al Premio Planeta también acudieron representantes de la política, como Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo; Pilar Alegría, ministra de Educación; Miquel Iceta, ministro de Cultura, y Ada Colau, alcaldesa de Barcelona.