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Cine

Alberto San Juan y Mario Casas sazonan un exquisito menú de las dos Españas

Ambos protagonizan "La cena", una entretenida cinta dirigida por Manuel Gómez Pereira, con Franco celebrando en el Palace la cena de la victoria como núcleo argumental

Mario Casas y Alberto San Juan en una escena de "La cena"
Mario Casas y Alberto San Juan en una escena de "La cena"Imdb

Ante la premisa "le caiga como le caiga, estamos en el mismo barco. O remamos juntos o esto se hunde", dirigida a un joven teniente franquista y pronunciada en el contexto del término de la Guerra Civil por el gerente monárquico y conservador pero homosexual –tanto el pero, como el matiz, resultan del todo subrayables en esta ocasión para ilustrar la pertenencia obligada al bando izquierdista del remitente de la frase– del Hotel Palace sólo cabe rendirse al subtexto de intención conciliadora de lo que estamos presenciando: dos hombres intentando convivir con sus diferencias y aparentes neutralidades por un fin mayor. Que no muera más gente, que no se derrame más sangre, que no se pierdan más vidas.

La solicitud de Franco para celebrar una cena de la victoria –preparada necesariamente por presos republicanos liberados ad hoc para la ocasión en vista de que los únicos buenos chefs que quedan en Madrid son de izquierdas– en la mítica instalación hotelera madrileña sirve como jugoso punto de partida para el desarrollo del nuevo y entretenidísimo trabajo de Mario Casas (encargado de interpretar al mencionado teniente Medina) y Alberto San Juan (que da vida al maître del Palace), quienes comparten por primera vez plano como dupla actoral en esta comedia bienintencionada con toques lubitschianos cuyo excelente guion huele bien desde los primeros minutos de metraje.

Qué dupla tan inesperadamente bien cohesionada. Qué química. Qué deseo callado tan bien dibujado. Qué dos Españas más bien cocinadas a pesar de la detección de algún que otro sabor descompensado en forma de pequeños tópicos perdonables. Qué prestancia más agradecidamente antibelicista. Pese a su envoltorio de obra cinematográfica, "La cena", dirigida por Manuel Gómez Pereira, rezuma naturaleza escénica teatral por los cuatro costados y opera como un intento constante de replicar el dinamismo de los ritmos de la dramaturgia. Algo que por otro lado resultaba inevitable teniendo en cuenta que se trata de una adaptación del libreto de "La cena de los generales", obra de teatro de José Luis Alonso de Santos que llegó a manos del cineasta de forma casual.

"Este es un país que por circunstancias históricas y políticas se ha negado a mirar de frente a su historia en una medida importante"

Alberto San Juan

Esta idea defendida por De Santos de que el humor es una manera de compensar el sufrimiento ("es como una medicina para el alma y yo me siento un boticario. No quiero hacer solo reír, sino depurar un poco el basurero", pronunció en su momento) entroncaba de manera directa ya no simplemente con la intencionalidad de Pereira como director, sino con la motivación de San Juan como intérprete, animal escénico profundamente elástico capaz de desarmar con la ligereza del humor y la hondura del drama en el transcurso del mismo minuto, reconoce en entrevista con este periódico que "la comedia como formato para hablar de un periodo histórico tan doloroso como en el que se desarrolla la película me parece algo muy inteligente, pero sobre todo muy efectivo. Es algo que como actor me atrae mucho a la hora de lanzarme a un proyecto".

"Digamos que esta es una película con un punto de vista claro sobre el hecho de que un golpe de Estado y una dictadura son cosas que, en sí, no están bien", apunta ladeando una sonrisa. "Se desarrolla en un contexto en el que entiendes que una democracia, con independencia de que sea más o menos exitosa, es una opción mejor, más deseable. Más vale mejorar una democracia que derrocarla con un golpe de Estado e imponer una dictadura, ¿no? Pero más allá de eso, la película creo que efectivamente plantea una cosa muy interesante y es la posibilidad y necesidad de reconocernos los unos a los otros como iguales, como seres humanos y, por tanto, interdependientes. Si vivimos a bofetadas, vamos mal, mejor remar juntos. Este es un poco el mensaje, aunque a veces parezca tan complicado", defiende.

Casas por su parte, señala que en su personaje encontró "mucha humanidad. Desde el principio se nota que pertenece al bando nacional porque le ha tocado, no tanto por vocación. Él quería ser fotógrafo. Así es como yo me imagino una situación de guerra realmente. Hay gente a la que le toca participar en un bando porque quiere sobrevivir, porque no quiere morir, porque quiere pasar menos hambre o porque le ha tocado en la ciudad de turno. Como decía antes Alberto, lo bueno de estos protagonistas es que su ideología llega un momento en donde no importa. Para sobrevivir tienen que entenderse y eso es algo que sigue estando muy presente hoy".

"En una guerra hay gente a la que le toca participar en un bando porque quiere sobrevivir, porque no quiere morir o porque quiere pasar menos hambre"

Mario Casas

Preguntado San Juan por la aportación de un tratamiento como el propuesto ahora por "La cena" dentro de la estela de consolidación cinematográfica de obras que han abordado la Guerra Civil en una industria como la española (argumento convertido tantas veces en absurdo órdago de señalamiento o catalogación infundada por parte de los sectores más reaccionarios), el actor comenta que "lo cierto es que hay una larga serie de buenísimas películas y además alguna de ellas o unas cuantas mejor dicho, hechas durante el franquismo. Pienso en "Surcos" por ejemplo, una película que habla del problema de la migración del campo a la ciudad y de la miseria en los barrios y del problema de la vivienda. O en "El Verdugo" de Berlanga, que es un buenísimo ejemplo de cómo tratar un tema absolutamente trágico y siniestro como la pena de muerte con las herramientas de la comedia y no por ello dejar de tener un alcance profundo".

Y prosigue: "Creo, ya te digo, que hay buenísimas películas, pero este es un país que por circunstancias históricas, políticas, los huecos que quedaron en ese proceso de la transición de la dictadura a la democracia, se ha negado a mirar de frente a su historia en una medida importante. Entonces está bien y es normal seguir hablando de ello en el cine. Aunque se supiera todo y hubiera un acuerdo en cuestiones fundamentales sobre qué pasó en este país o qué ha venido pasando y qué pasó concretamente en aquellas circunstancias, sigue siendo un hecho tan poderoso. Si lo piensas, ¿cuántas películas hay sobre el nazismo o sobre la Segunda Guerra Mundial? Infinidad. Buenas, malas, tendenciosas políticamente, objetivas, de todo. Y es normal. Los grandes hechos de la humanidad y de las sociedades generan múltiples narraciones y al final lo que importa de cualquier película es si es buena o no. Y creo que esta película puedo decir que me parece muy buena -añade regalando de nuevo esa característica sonrisa ladeada- y estoy muy orgulloso de que trate un tema trágico desde la comedia, lo cual creo que la hace accesible a todos los públicos, vengan de donde vengan previamente en términos ideológicos".

"Falta una comedia que se atreva a reírse de la monarquía, en el caso español. Y yo creo que ya hay suficiente material para hacer una buena"

Alberto San Juan

Jugando con esa libertad que ofrece la ficcionalización de cualquier episodio enmarcado en un contexto histórico concreto, Pereira condensa la acción principal en el desarrollo de un solo día, desde las ocho de la mañana hasta la madrugada, a través de ese ejercicio de preparativos del banquete a contrarreloj coordinado por el teniente y el maître (y el revoloteo amenazante y desquiciado de un gerifalte falangista al que interpreta un impecable Asier Etxeandía) propiciando tensiones narrativas y situaciones agitadas.

Nadie tuvo la osadía -que sepamos- de mear en una sopa servida a Franco, pero el cine permite que contemplemos cómo podría haber sido un momento que nunca ocurrió e incluso qué pasaría si nos permitiéramos el lujo de cambiar el rumbo de la Historia como proponía un estimulado y estimulante Tarantino en "Malditos bastardos" con el ametrallamiento de Hitler en el interior de un teatro. "¿Sabes lo que falta haciendo uso de esta libertad que da la ficción? Una comedia que se atreva a reírse de la monarquía, en el caso español. Y yo creo que ya hay suficiente material para hacer una buena. Está muy bien ir ensanchando un poco los límites y saber que en una sociedad sana no debería haber nada de lo que no se pudiera uno reír, siempre que sea riguroso con lo que cuenta", se despide San Juan.