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Aniversario

Cien años de Jorge Semprún: incordiante y heterodoxo

El próximo domingo se celebra el centenario de un intelectual que dio fe de la memoria europea del siglo XX

El escritor Jorge Semprún
El escritor Jorge Semprúnlarazon

Al cumplirse este año el centenario del nacimiento de Jorge Semprún se ha revisado la figura personal, literaria y civil de quien fuera uno de los más destacados intelectuales europeos del siglo XX. Se ha actualizado así el perfil de un escritor y político de reconocido prestigio, aunque también controvertido, incordiante y heterodoxo. Su personalidad semeja un prisma de múltiples facetas, donde encontramos amor a la cultura, compromiso ciudadano, activismo progresista y pensamiento independiente. Todo ello con un carácter de vehemente contundencia ideológica, defendida a menudo con ceño adusto y cierta intransigencia expresiva. Confeso legatario de la Ilustración francesa, heredó de ella su característico despotismo, una cierta arrogancia argumentativa y el aplomo conceptual del racionalista impecable. Le definió una elegante apostura y también una implacable acidez ante sus discrepantes adversarios; e hizo gala de una demoledora perspicacia combinada con una distante cordialidad.

Por biográficos avatares de asimilación cultural, la mayor parte de su obra literaria la escribió

en lengua francesa, aunque sin perder nunca la referencialidad netamente española en temas narrativos, conflictos históricos y personales vicisitudes. Su escritura contiene una abundante carga autobiográfica, que deriva en una narrativa vital plagada de apasionantes incidencias. Con "El largo viaje" (1963) inicia un proceso de recuperación de su memoria concentracionaria, recordando el vagón de tren en el que, apresado como miembro de la Resistencia francesa y hacinado junto a decenas de deportados, viajaba al terrible universo de Buchenwald. Es aquí donde transcurre otra de sus novelas, acaso no tan conocida, «Viviré con su nombre, morirá con el mío» (2001), en la que el protagonista, trasunto del autor, creyéndose mortalmente amenazado por las autoridades del propio campo de concentración, cambiará su identidad por la de un joven preso moribundo; se adentrará así en un imaginario de vidas permutadas por una conmovedora pirueta del destino. En «Autobiografía de Federico Sánchez», novela con la que obtuvo el Premio Planeta en 1977, reflejó, bajo el alias clandestino del título, sus actividades como militante antifranquista y su expulsión del Partido Comunista, por su disconformidad con la intolerante ortodoxia ideológica del mismo. Y continuará esta rememoración personal con «Federico Sánchez se despide de ustedes» (1993), recapitulando experiencias en las que incluirá su designación como ministro de Cultura en un gabinete de Felipe González. 

Compromiso político

En su ensayo «La escritura y la vida» (1994) señala a este respecto: «Necesito, pues, un ‘yo’ de la narración que se haya alimentado de mi vivencia pero que la supere, capaz de insertar en ella lo imaginario, la ficción... Una ficción que sería tan ilustrativa como la verdad, por supuesto. Que contribuiría a que la realidad pareciera real, a que la verdad fuera verosímil». Entre sus diversos referentes literarios de claro compromiso político figuran, entre otros, Arthur Koestler, quien con «El cero y el infinito» (1941) mostraría su decidida repulsa del estalinismo como la implacable dictadura que era; y André Malraux y su novela «La esperanza» (1937), que le revelará duros aspectos de la Guerra Civil española. Sin olvidar a George Orwell, plasmando en «1984» los componentes tiránicos de la propia condición humana; y, por supuesto y sobre todo, la influencia de Manuel Azaña, en quien Semprún verá el reflejo histórico del impecable republicanismo de clara configuración democrática. Además de estas influencias, la impronta de las crueldades que vivió siendo muy joven alimentará su escritura, creándole una conciencia de arraigado carácter ético; en "El largo viaje" se lee: «Al mirar los cuerpos entecos de huesos salientes y pechos hundidos, amontonados en medio del patio del crematorio hasta una altura de cuatro metros, pienso que esos eran mis compañeros. Pienso también que hay que haber vivido su muerte, como nosotros, que hemos sobrevivido, lo hemos hecho, para fijar sobre ellos esta mirada pura y fraternal». Jorge Semprún murió en París en junio de 2011. Descendiente de una familia tradicional con máximas responsabilidades en la política española, tempranamente encarado a los vaivenes históricos del siglo pasado, intelectual de sólida y cosmopolita cultura, imbuido del europeísmo liberal y democrático, representó el espíritu de la Ilustración, los valores del pensamiento crítico y la ética del reivindicativo compromiso civil. Su soberbia racionalista, un punto engreída y algo malencarada, era el exponente de una firme actitud de intransigencia con las injusticias e indignación ante las desigualdades.