Una historia de espías entre vírgenes y verdugos
Con la película «Raqa», el director Gerardo Herrero cambia radicalmente de registro después del éxito en cines y plataformas de su comedia psicológica «Bajo terapia»
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Llega Gerardo Herrero (Madrid, 1953) precedido de un éxito notable por su comedia dramática o psicológica «Bajo terapia», que tuvo una cálida acogida de crítica y público en cines y plataformas (Netflix); y que, probablemente, marca su cumbre hasta la fecha como director.
Su faceta como productor, que tanto éxito le ha reportado y le sigue reportando, la dejaremos aquí aparcada para centrarnos en su flamante película con la que ha vuelto a coger la claqueta: «Raqa». Un largometraje que se estrena hoy en las salas de toda España, de Algeciras hasta Irún, tras su paso por el Festival de Cine de Sevilla.
Es llamativo el radical cambio de registro que hay de «Bajo terapia» a «Raqa», dos historias que, a priori, nada tienen que ver en fondo y forma, estrenadas apenas con un año de diferencia, y que nos hacen dudar de si acaso Herrero es el hombre de las mil caras. El experimentado cineasta asegura que le gusta cambiar de registro, «ya que el proceso de cada película dura aproximadamente tres años, y uno tiende a desintoxicarse un poco de la temática anterior». Señala este, además, que intercalar géneros, «siempre al servicio del realismo social» es «una pauta que se repite en mi filmografía».
De nuevo vuelve a partir de una novela, en este caso para llevar «Raqa» a la gran pantalla. Es Gerardo Herrero un director del séptimo arte al que le gusta catapultarse desde las páginas de una obra de narrativa. Es una constante en su dirección, y ya van 21 películas. Ahí están los ejemplos más reseñables de dos novelas de Almudena Grandes que adaptó para el cine: «Malena es nombre de tango» y «Los aires difíciles» –rodada en Barbate de Franco pese a que esta, realmente transcurriese en Rota (algo similar pasa en Raqa, filmada en Marruecos y no en Siria, por el peligro que conlleva)–, y «Territorio comanche», original de Arturo Pérez-Reverte.
Esta vez toma como referencia una novela de género del que fuera corresponsal de El País en Oriente Medio, Tomás Bárbulo: «Vírgenes y verdugos», que es la segunda parte de una saga protagonizada por El Saharaui, un espía mercenario de origen español al servicio de Rusia, encarnado en la peli de Herrero por El Profesor de «La casa de papel», el actor campogibraltareño Álvaro Morte.
«No escojo mis películas obligatoriamente de una novela; yo busco una historia, y si la encuentro en una obra de teatro, como en el caso de ‘Bajo terapia’, pues adelante», asegura el cineasta madrileño al respecto. «En esta ocasión llevaba tiempo detrás de una buena historia de espías, y esta me convenció definitivamente», especifica.
Una torre de Babel
Sobre la dificultad de rodar en tres idiomas –castellano, inglés y árabe– Gerardo Herrero admite que «aunque fuera un reto profesional, esta era la historia que yo quería llevar al cine pese a que hubiera que salvar estos obstáculos». De hecho, comenta, «uno de los motivos por los que convencí a Álvaro Morte para protagonizar la película fue el reto que suponía para él aprender árabe: tenía constancia de que se le daban muy bien los idiomas, y lo ha demostrado con creces».
Respecto a la otra intérprete principal, la exótica Mina El Hammani («Élite»), cuenta el director que tampoco lo tuvo fácil, ya que «ella habla marroquí, pero tuvo que aprender un nuevo acento y un nuevo dialecto del árabe». Mas en su caso, tuvo claro que la intéprete madrileña tenía que representar a la enfermera-espía, ceutí a las órdenes de la Europol, Malika: «En España tampoco tenemos muchas actrices de origen marroquí», comenta este, quizás pensando en Hibba Abouk.
(Apunte: ambos intérpretes ya habían trabajado juntos en un capítulo del remake de «Historias para no dormir», algo que el director de «Raqa» no supo hasta llevar un tiempo rodando con ellos).
Terror implícito
¿Y quién interpreta a El Jordano, el antagonista de la historia, el califa de ese régimen medieval del terror implantado por el ISIS en Al-Raqqa? ¡Nadie! Y es que parece que el cineasta madrileño juega con la omisión del malo malísimo, como en los cuentos de terror más inquietantes, para que la imaginación del espectador proyecte su propio monstruo, su particular alimaña. «La misión de ambos espías, los interpretados por Mina y Álvaro, es la de localizar a El Jordano, no la de eliminarlo. Su objetivo es señalar dónde vive para que otros lo maten. Ellos no tienen por qué verlo nunca, y al espectador tampoco le aporta nada», justifica el cineasta.
Una historia que denuncia, entre otras injusticias y animaladas, el trato vejatorio que, ya no sólo los radicales, sino esta cultura islámico-medieval da a las mujeres: como si fuesen ganado u objetos a subasta. Preguntado por si el feminismo real debería plantar más batalla ahí antes que mirarse el ombligo con los «micromachismos» de aquí, Gerardo Herrero responde que «es tan brutal la diferencia de cómo se trata a las mujeres aquí y allí... No solamente los islamistas tratan de una manera tan represiva a las mujeres, sino sus propios compatriotas. Aquí hay algunas feministas que exageran su discurso, claro».