Sobre cómo Coque Malla evitó besar la lona
Este viernes se estrena en cines «Jorge. Una travesía de Coque Malla», documental de Cristina y María José Martín que lee la carrera del músico en clave de redención, entrevistando a sus mejores amigos
Madrid Creada:
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Tiene mucho que ver con los valores del caballero antiguo, estoico aunque esté roto, firme aunque no quede nada ya que sujetar. La épica de la remontada, como creían filósofos como Vladímir Propp y toda esa ristra de autores de principios del siglo XIX que se dedicaron a ponerle nombre y estructura a nuestras lágrimas en la narrativa, nos atrae casi hasta el rubro de lo romántico. Hay algo en la redención, quizá enzarzado en nuestra propia psique culpable, que nos tienta porque permite que haya lugar para el error, pero también para su enmienda. En esas notas, entre la cicatriz y la terapia, se escribe el pentagrama de «Jorge. Una travesía de Coque Malla», nuevo documental de Cristina y María José Martín que repasa la intensa trayectoria del músico y que se estrena en cines este viernes.
«Mi historia, en realidad, no la cuento yo, la cuentan las directoras. Yo no dejo de ser un modelo, un retratado, y habría que preguntarles a ellas por qué decidieron retratarme a mí. Hay una relación personal y profesional de muchos años, pero las razones por las que les parecí atractivo para la película habría que preguntárselas a ellas», explica sincero un Malla, Jorge, el socio fundador del malditismo de Los Ronaldos, sobre la película, mucho más ocupada de su música y de lo que transmite, que de su vida personal: «Quería tener control sobre el relato de mi vida, por cosas que me producen pudor o que no tiene sentido contar en esta historia concreta. El trabajo lo han hecho las directoras, claro, pero he estado ahí. Tampoco creo que hayamos omitido nada importante, no hemos tenido tampoco una conversación de “mira, esto no”. Quizá en lo que más he insistido es en el cómo, el orden quizá del todo», añade el cantante. Segundos fuera.
[[DEST:L|||Me habría dedicado a la música incluso perdiendo dinero|||Coque Malla]]
Por el combate, ese que nos habla del Malla que debutó precoz –quizá demasiado precoz- llevando a Los Ronaldos por toda la geografía española a ritmo de guitarrazos, desfilan sus amigos, sus socios. Desde ese mismo Alberto San Juan al que «traicionó» —aceptó la oferta de otro socio, rompiendo el grupo que tenían hasta la fecha— para formar la banda, hasta Dani Martín, el ex líder de El Canto del Loco al que tanto inspiró de garito en garito, de bar de mala muerte en bar de mala muerte, pasando por Leonor Watling, Ariel Rot, Ray Loriga o Iván Ferreiro. «Lo de Dani es muy especial, porque a él le marcó mucho la época de Los Ronaldos. Aparte, por cómo es él, que es muy honesto, generoso, muy limpio. Jamás escondería su admiración por nadie», explica el cantante, y sigue, sobre esa sensación de sorpresa que invade al espectador cuando se cuenta que el final del mítico grupo fue en buenos términos, que nadie dejó de ser amigo de nadie y que todos y cada uno de los miembros de la banda aparecen en el documental: «No sé lo que he hecho bien, la verdad. No tengo ni idea. Supongo que trabajar honestamente, y confiar también en lo que han hecho ellos. Porque el trabajo ha tenido que ser mutuo. La familia y los amigos se conservan siempre en equipo. Nos hemos querido y, sobre todo, nos hemos respetado mucho. Y a la gente le sigue sorprendiendo, porque lo habitual es que los grupos que se separan se lleven fatal. Es muy difícil ser objetivo, porque ahí está tu vida, tu historia, tus amigos hablando de ti. Tus compañeros de toda una vida, en realidad. Es complicado no emocionarse y perder la frialdad y la objetividad. Estoy muy contento, pero solo podré ser objetivo cuando lo vea unas cuantas veces», explica.
Así, de asalto en asalto, «Jorge» nos lleva hasta el origen de todo. Hasta ese crío aburrido que se equivocó leyendo las bases de un concurso y que se metió en lo de grabar canciones para poder pagarse un viaje: «Solo lo pasé mal con el final del grupo, porque era algo que se rompía, una familia, una forma de vida. Un sistema, incluso, que desaparecía. Y hay ahí un sentimiento de nostalgia, de tristeza, de soledad y de desorientación. Tienes tu vida armada y, de repente, desaparecen esas rutinas. Algo tan tonto como ensayar todos juntos, todo. Muchas veces me preguntan por lo duro de empezar tan joven. Me perdí muchas cosas, sí, pero evité otras tantas de la adolescencia que no molan nada. Fundamentalmente, no saber qué hacer con tu vida. Yo, desde muy joven, sabía exactamente qué quería hacer con ella», añade sincero el músico.
Casi en gancho melancólico, la película pasa por lo que parecía un nocaut técnico, la típica historia de la supernova que no sabe fajar y se apaga en mitad del ring, para descubrirnos a un trabajador del guante, a un Malla que supo meter la guitarra en el maletero cuando hizo falta y patearse todos los bares pochos de la Península. Sin tirar la toalla. Sin dejar de escuchar al pesado que le pedía, en cada concierto, «Adiós Papá»: «Te das cuenta de que hubo una época muy complicada de conexión con el público al salir de Los Ronaldos. Mis primeros discos eran muy personales, oscuros, hasta el punto de abstracción casi. La historia contada, que no vivida, es mucho más épica. En la vida real no suena la campana, no existe ese momento concreto de sentirte Rocky y levantarte de la lona. La vida es otra cosa, pero algo de eso hubo. Hay muchos compañeros de generación que tuvieron grupos de éxito y no remontaron después. He trabajado mucho, pero también he tenido mucha suerte», añade con absoluta franqueza.
¿Llegó a pensar Coque Malla en la retirada? ¿En la conversión misma a juguete roto de los ochenta como época imposible de incorrección absoluta? «No, no, nunca. Me habría dedicado a la música incluso perdiendo dinero. Y así lo hice un tiempo, porque es una pasión que no cesa. Y que además, curiosamente, no se reduce con la falta de respuesta del público. Es más, yo creo que se acelera esa ansia, esa búsqueda del sentido de tu trabajo como artista. No es la única parte, pero es muy importante, y no se puede negar que un artista es tan grande como lo es su público», recita vehemente.
Justo antes de bordear la hagiografía, con la que «Jorge» coquetea sinuosamente con el músico como productor ejecutivo pero con la que nunca se termina de casar, el documental nos regala un último campanazo de emoción, en forma de la gestación del ya mítico «No puedo vivir sin ti», esa canción olvidada en un cajón durante años, que se volvió himno y «jingle» a la vez que aquí es banda sonora de la épica: «Es más desalentador el éxito brutal y continuado, por falta de ambición y de objetivos, que los momentos más frágiles, más solitarios. Y además, trabajar en la soledad de la falta de éxito, a veces, es mucho más cómodo. No tienes nada ya que perder. Es incómodo, claro, porque no puedes hacer todo lo que quieras, pero no es desalentador», se despide Coque Malla, Jorge, el de Los Ronaldos.
Con el apoyo de Movistar+ y la Comunidad de Madrid, «Jorge. Una travesía de Coque Malla» podrá verse en cines desde este mismo viernes 20 de enero, a lo que posiblemente se sumará una llegada a la plataforma mencionada a lo largo del año. Y en su gloria épica, mucho menos edulcorada de lo que podría parecer a simple vista y, por momentos, verdaderamente resplandeciente, la película nos habla de un hombre, un músico, que al final solo sabía ser fiel a sí mismo. Cuando tuvo que dar un paso al frente, hecho un crío, para vendarse las manos y superar el trauma de no poder tocar en Las Ventas, el Madison Square Garden del «riff» español; pero también cuando el público le dio la espalda, le dijo que su combate estaba amañado y que no quería verle más. La travesía del subtítulo es, en efecto, la de un tipo que «tan solo» sabe hacer buena música.