
Sección patrocinada por 

TEATRO
Crítica de "Música para Hitler": El desplante de Pau Casals al Führer ★★★★☆
Juan Carlos Rubio y Yolanda García Serrano crean dos potentes personajes enfrentados por su antagónica manera de ver el mundo y por la diferente huella histórica de sus respectivas naciones

Obra: Música para Hitler. Autoría: Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio. Dirección: Juan Carlos Rubio. Intérpretes: Carlos Hipólito, Kiti Mánver, Cristóbal Suárez y Marta Velilla.
En 1943, durante la ocupación de Francia por los alemanes, tres oficiales nazis visitaron a Pau Casals -exiliado en la localidad de Prades tras la Guerra Civil- para pedirle que actuara ante Hitler. Hasta aquí, los hechos reales; y, a partir de ellos, la ficción ideada por Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio en esta extraordinaria obra de factura clásica -o, lo que es lo mismo, de texto y actores- escrita con gran hondura dramática e impecable destreza formal que cuenta, por si no fuera suficiente, con un lujoso y talentoso reparto en el que sobresalen Carlos Hipólito, inmenso en la piel del músico catalán -el actor consigue una vez más estar en el escenario como si fuera el salón de su propia casa-, y Cristóbal Suárez, que sabe humanizar y complejizar como es debido al oficial nazi para que la función no se convierta en una arenga simple y maniquea. Están los dos muy bien acompañados por Kiti Mánver, en el papel de Tití, pareja de Casals, y por Marta Velilla, que da vida a la sobrina del músico.

Ciertamente, poco se sabe de lo que hablaron el autor del "Himno a la paz" y los nazis en una conversación que duró cerca de hora y media, salvo que el violonchelista y compositor, contrario a toda forma de dictadura, rechazó la invitación de lucirse ante el Führer. Sea como fuere, con esos sencillos mimbres, Serrano y Rubio construyen en ‘Música para Hitler’ dos potentísimos personajes, que son el propio Casals y un ficticio nazi en el que se funden los tres oficiales del episodio real, enfrentados no solo por su antagónica manera de ver el mundo, o por la diferente huella histórica que ha determinado la evolución política de sus respectivas naciones, sino también por la propia herencia vital y afectiva que, a título particular, en su mera condición de personas, cada uno arrastra. En este sentido, la música funciona en la obra como acertada metáfora de esperanza en una contradictoria especie, la nuestra, que, al mismo tiempo que se obstina en aplastar a sus semejantes, es capaz de expresarse en ese lenguaje inventado por él mismo, contenido en un pentagrama y generador de infinitas emociones compartidas, que nos hermana a todos sin posible distinción sobre la faz de la tierra.
Con un potente conflicto claramente delineado, y una acción enmarcada en un tiempo y un espacio muy precisos, Juan Carlos Rubio dirige con mucha determinación una función que recuerda, por su contundencia dialéctica y su concentración dramática, al teatro de David Mamet -que él conoce muy bien- o a algunos títulos concretos de otros autores anglosajones como David Hare o Michael Frayn.
Al amparo de la eficaz escenografía de Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer, perfectamente iluminada por José Manuel Guerra, la función parece desarrollarse en una especie de cápsula, dentro de un contexto más general, donde el espectador, como si fuera un científico, observa las inveteradas tensiones que rigen la interacción humana.
Lo mejor: Es una obra con mucha enjundia, muy bien escrita y muy bien interpretada.
Lo peor: Quizá porque la función no está aún muy rodada, algunos diálogos al principio, en boca del personaje de Tití, suenan un poco redichos.
Dónde: Teatros del Canal. Cuándo: Desde el 2 hasta el 20 de abril de 2025. Cuánto: De 9 a 25 euros
✕
Accede a tu cuenta para comentar