Douglas Stuart asienta la revolución literario-sexual
El autor publica “Un lugar para Mungo”, una novela que refleja las “consecuencias tremendas” de juntar un barrio pobre y obrero y una vida queer
Madrid Creada:
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El boxeo es para hombres, la danza para mujeres: esa era la educación que recibió Billy Elliot. Aquel hijo de minero del Norte de Inglaterra creció en la pobreza rodeado de rechazo hacia lo que se convirtió en su sueño: el ballet, pues no era algo para niños. Pero, entre la pobreza, la violencia, la supervivencia y los prejuicios, aquel niño supo ir a contracorriente y bailar todos y cada uno de sus miedos. Esta historia que Stephen Daldry dirigió en el año 2000 encierra una idea clave para entender la obra de Douglas Stuart: el ser humano es contradictorio y diverso, y por ello debe ser libre y respetuoso. El escritor escocés acaba de publicar “Un lugar para Mungo” (Random House), obra que, principalmente, comparte con la película mencionada el escenario: en este caso, un barrio de Glasgow, donde también acechan la pobreza, la violencia, el alcohol como vía de escape y un modelo social masculinizado. El autor, del mismo barrio en el que se desarrolla la trama, el East End de Glasgow, explica que creció “en un entorno de pobreza como Mungo, y cuando eso se junta con una vida queer, las consecuencias son tremendas”. Por ello, Stuart ha escrito “la historia que me hubiera gustado experimentar en mi juventud, pues había tan poca visibilidad que nadie podía saber que yo era gay, vivía en un aislamiento total. Este libro es la historia de amor que me hubiera gustado vivir”.
El protagonista es el quinceañero Mungo: adolescente con una sensibilidad diferente al resto de los jóvenes, que vive en un barrio obrero en la era post-Thatcher, sin padre, con una madre alcohólica y un hermano (Hamish) que representa todo lo que él odia. Su familia es protestante, y vive rodeada de una sociedad con altos índices de paro, peleas callejeras, drogas y heteropatriarcal. Pero ello no le priva a Mungo de enamorarse de James: su amigo, un chico católico y con la única persona con la que puede ser él mismo. Se ven forzados a fingir actitudes masculinas, a buscar novias o demostrar su fuerza física, con el anhelo constante de ahorrar para escapar juntos. Una situación que Stuart retrata “en las mismas calles donde yo crecí”, y si bien el viaje sentimental que experimenta Mungo es pura ficción, sí la relata “desde el realismo social”.
Explica Stuart que a la hora de dar forma a una historia “me interesa mucho la humanidad: la ternura, la compasión, el amor incondicional...”. Pero, ¿pueden coexistir ternura y ambiente violento? “A James y a Mungo nunca le han enseñado ser tiernos, a abrazar, a ser cálidos... por tanto su amor e intimidad muchas veces van precedidos de cierta tensión, de un tipo de violencia. Alegría y tristeza van de la mano, y esas cosas las entrelazo porque creo que así es la vida”. Una visión humana que, asimismo, también transmite de la gente de la ciudad que le vio crecer: “Glasgow no es un lugar con ideales burgueses, de hecho te rechaza si te presentas mejor de lo que eres. Dicen exactamente lo que piensan, claramente, y eso es fantástico. Por eso en mis novelas todo es muy directo”.
Si a partir de La Casa Azul podemos celebrar y cantar “La revolución sexual”, a partir de la obra de Stuart podríamos hablar de una “revolución literario-sexual”. Pues, “en parte, me convertí en escritor porque cuando una sociedad está tan organizada en torno a necesidades y deseos heterosexuales y masculinas, me parecía importante interesarme por representar lo femenino o lo queer”, dice el también escritor de “Historia de Suggie Bain”, obra galardonada con el Premio Booker. “No hay una sola voz. En mi juventud, la sociedad queer estaba oprimida, pero ahora puede haber muchas historias que pueden ser tan empoderadoras como trágicas. La literatura queer está dando un gran paso hacia la variedad de narraciones”. Asimismo, apunta que “estamos acostumbrados a no ver a la clase trabajadora en la literatura, como si en ella solo entrase el privilegio, y considero que tiene más urgencia, que hay historias más interesantes y con más dignidad, en las que nacen de la clase trabajadora. A veces creía que los lectores me iban a rechazar, pero ha sido al revés”.