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"Dune: Parte 2": el apabullante coloso cinematográfico con el que Denis Villenueve reformula la ciencia ficción

El director canadiense convierte el género en una de las bellas artes con esta vibrante segunda entrega de la saga donde se potencia la acción a un nivel superlativo y se profundiza en la historia de amor de Paul Atreides
Timothée Chalamet y Zendaya vuelven a protagonizar "Dune: Parte 2"
Timothée Chalamet y Zendaya vuelven a protagonizar "Dune: Parte 2"Warner
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Esbozaba hace unos meses Leila Guerriero en una de sus habituales columnas llenas de porosidad y agradecida pausa la idea de ese tiempo que se convierte en válido no cuando lo vivimos, sino cuando lo soñamos. Y a tenor de la imposición cortoplacista de los ritmos que imperan en la actualidad, sigue resultando motivo de asombro y de inevitable admiración pensar en el carácter predictivo –y casi podríamos aventurar que también adivinatorio– de alguien como el escritor Frank Herbert que en 1965 necesitó imaginarse, proyectar, fantasear con la idea de cómo estaría configurado el mundo en el año 10.191. No sólo para inventar señoríos planetarios y agrupaciones feudales estelares, sino para intentar descifrar si seguiría dando tanto miedo como el que conocía en ese momento, como el que conocemos nosotros ahora.
Ese tiempo soñado, trasladado al papel, convertido en una obra de incontestable éxito –teniendo en cuenta además que está considerada la novela de ciencia ficción más vendida hasta la fecha– e inundado por la creación coyuntural de todo un universo futurista propio, amenazador, complejo y hermoso lleno de criaturas, lenguajes, formas de vida, códigos y distribuciones territoriales inventadas llamado "Dune", volvió a resonar en el imaginario colectivo hace tres años.
Después de los intentos previos o los conatos de, por parte de cineastas como Alejandro Jodorowsky –quien no llegó a culminar su deseo por ambicionar en exceso una serie de requisitos que alcanzaron los 15 millones de dólares, cifra que en términos de presupuesto ningún estudio se mostró dispuesto a aceptar–, Ridley Scott –que dejó el proyecto por incompatibilidad laboral y desavenencias con el lugar de rodaje en México tras ostentar una dirección inconclusa otorgada por el productor Dino De Laurentiis– y David Lynch –que sí lo consiguió aunque terminara resultando un fracaso de taquilla estrepitoso–, el director canadiense Denis Villeneuve se atrevió, en arriesgada pirueta autoral, con la adaptación de la épica obra en 2021 tras adquirir los derechos y contar con el beneplácito del hijo del escritor, Brian Herbert.
Dejando a un lado la espectacularidad técnica y el despliegue de musculatura visual expuesto en aquella primera parte de la saga, hubo quien tildó la cinta de Villeneuve de "manifiestamente fría", "aburrida" o "narrativamente escasa" demandando un mayor peso del relato y de la articulación emocional de la historia. Pero al autor de la extraordinaria "Incendios" o "Blade Runner 2049", parece no interesarle lo más mínimo la integración de la parte dialogada en el séptimo arte, sino la fuerza evocadora y perdurable de la imagen y el sonido tal y como intenta volver a demostrar ahora con "Dune: Parte 2", la esperadísima continuación de esta trilogía que llega hoy a las salas de cine con una pléyade sensacional de estrellas entre sus filas.
Austin Butler
Austin ButlerImdb
Algunas de ellas nuevas; como es el caso de Austin Butler en un papel arrebatadoramente brillante, desquiciado, sádico, sexual y salvaje como un Feyd-Rautha, (sobrino del malísimo Barón Harkonnen) que en la impactante escena tamizada por la concesión experimental del blanco y negro, de acertada agudeza visual y producida en el interior de un foso romano preñado de Harkonnen y una masa de ciudadanos coléricos y vociferantes que jalean la muerte sin otorgarle ningún valor a la vida, recuerda al temperamento loco del Cómodo de "Gladiator", Florence Pugh en la piel de la Princesa Irulan (hija del Emperador Padishah Shaddam IV) o Léa Seydoux y otras veteranas; como Timotheé Chalamet y su mesiánico papel protagonista, Zendaya, Rebecca Ferguson, Charlotte Rampling (que curiosamente iba a haber sido Lady Jessica, la madre de Paul Atreides, en la versión de Jodorowsky pero terminó descartando el papel por no querer formar parte de una película en la que el cineasta chileno pretendía incluir una escena con 2.000 extras defecando a la vez), Christopher Walken o nuestro incombustible y agradecidamente divertido Javier Bardem.
"No recuerdo las películas por una buena línea, recuerdo las películas por una imagen fuerte. No me interesa en absoluto el diálogo. Imagen y sonido puros, ese es el poder del cine, pero es algo que no es obvio cuando miras películas hoy en día", confesaba el realizador durante una de sus intervenciones promocionales esta semana. "En un mundo perfecto, crearía una película convincente que no pareciera un experimento, pero que tampoco contuviera una sola palabra. La audiencia saldría del cine y se preguntaría: ‘‘¿No había diálogos?’’. Sin embargo, no los echarían de menos", completaba.
Pese a este arrebato de transgresión metacinematográfica que parece defender Villenueve y haciendo honor a la verdad, lo cierto es que "Dune: Parte 2" defiende y expone de manera sobresaliente su naturaleza de largometraje con una duración que alcanza casi las tres horas. Hay planteamiento cronológico de una historia, hay diálogo, hay intensidad dramática y hay una continuidad en el relato que sitúa al espectador en el mismo lugar en el que se quedó con "Dune", pero también invita a los nuevos visitantes de Arrakis a sumergirse sin excesiva complicación en un escenario que anteriormente desconocía.
Timothée Chalamet interpreta a Paul Atreides
Timothée Chalamet interpreta a Paul AtreidesWarner
Resuenan en esta colosal epopeya cinematográfica, en esta apabullante y homérica travesía futurista inundada de planos sencillamente epatantes, infinidad de secuencias rabiosas rodadas con la colorimetría desvanecida de los desiertos de Abu Dabi o Jordania y el abrazo musical robusto de la música de Hans Zimmer (que vuelve a hacer un ejercicio de encantamiento con el sonido) diversos temas de urgente actualidad que construyen un mensaje contextualizado de la trama y que son representativos de un carácter inmortal, constante, universal: asuntos que siempre estuvieron en el centro de las preocupaciones y que siguen transitando por el marco de los miedos futuros.
A saber: mensajes políticos admonitorios sobre los peligros del fascismo, señalamientos claros al aprovechamiento que las principales potencias mundiales ejercen sobre los territorios más desfavorecidos pero con los recursos naturales más ricos –bien podría ser la famosa "especia" un trasunto del petróleo o de lo que va a suponer el agua dentro de unos años–, reflejos alarmantes de la perversión inequívoca que las tácticas geopolíticas generan en la prolongación interesada de las guerras contemporáneas, las consecuencias humanas de la ocupación de territorios (cuánto se parecen de repente los métodos colonialistas de los Harkonnen a las actuales intervenciones genocidas de Israel) o el delirante y ponzoñoso surgimiento de los fanatismos religiosos y su facilidad para inocularse entre la gente de ánimo vulnerable.
En este viaje mítico emprendido por el joven Paul Atreides (un Chalamet contundente y madurado) por las áridas tierras de Arrakis y su integración cultural y vital con los Fremen (quienes le reverencian considerándole un mesías) tras el asesinato de su padre, el Duque Leto, conviven psicológicamente el anhelo de venganza y la condición inevitable de un destino que le empuja a librar una lucha de poder intergaláctica y a liderar una batalla contra el mal pero sin abandonar el surgimiento de un espacio privilegiado para el calor de los afectos.
Se consolida el amor con Chani (Zendaya), continúa el apasionante esoterismo telúrico y empoderado de las Reverendas Madres o Bene Gesserit (sin olvidar eso sí, la dudosa moralidad de su programa de mejora genética humana) y siguen los enfrentamientos entre las consideradas fuerzas del bien y del mal, encarnadas respectivamente en los Fremen (representación de la humanidad que lucha por la supervivencia colectiva de los nativos y del planeta) y los Harkonnen (encarnación prototípica de la corrupción, la violencia y la codicia). La tercera y teóricamente última parte de la saga volverá a correr a cargo de Villenueve, pero antes de precipitarse al abismo de la histeria, la decepción o algo infinitamente peor como las expectativas, digieran, paladeen y deléitense en pantalla grande con este descomunal coloso de la ciencia ficción con el que ya no hace falta soñar porque el cineasta, simplemente, ha logrado que exista.