El laboratorio de la Historia

La noche maldita de Fernando Primo de Rivera

Era el hijo favorito del dictador y fue apresado por milicianos el 13 de julio de 1936

Fernando Primo de Rivera.
Fernando Primo de Rivera destacaba por su inteligencia y modestiaLa Razón

Fecha: 1936. La noche del 13 de julio, los milicianos irrumpieron en el domicilio madrileño de Fernando Primo de Rivera, hermano de José Antonio, en la calle Martínez Campos.

Lugar: Madrid. Fernando Primo de Rivera guardaba entonces en el bolsillo los dos billetes de avión a Alemania que le había proporcionado su benefactor, el insigne doctor Gregorio Marañón.

Anécdota: Su propio padre, el dictador Miguel Primo de Rivera, consideraba a su benjamín Fernando el más valioso de todos sus hijos, según el desconocido testimonio de Pilar.

Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, jamás olvidó su premonitoria pesadilla. «Cosa verdaderamente increíble –recordaba ella, al cabo de casi cincuenta años–, aquella noche yo veía entre sueños que a Fernando le pasaba algo, así como que le perseguían y, al despertar, se lo conté a las camaradas que estaban conmigo… Poco después, llegó a vernos la camarada Zaracondegui y nos contó que la víspera por la noche habían asaltado la cárcel Modelo y que había habido muertos. Le pedimos que por favor intentase obtener más detalles. Volvió por la noche con la noticia de que Fernando había sido asesinado junto con Julio Ruiz de Alda, Martínez de Velasco, Melquíades Álvarez, Rico Avelló y muchos más».

La noche del 13 de julio de 1936, los milicianos habían irrumpido en el domicilio madrileño de Fernando, en la calle Martínez Campos. El hermano pequeño de Pilar residía allí con su esposa, Rosario Urquijo de Federico, en avanzado estado de gestación de quien al cabo de dos meses resultó ser una niña, María Fernanda, llamada así en recuerdo de su difunto padre.

La pareja se había conocido cuatro años atrás, el 4 de noviembre de 1932, durante una fiesta organizada por Rosario Urquijo con motivo de su 18 cumpleaños en casa de sus padres, sede hoy de la embajada de Francia en Madrid. El flechazo inquietó enseguida al padre de la joven, el célebre banquero Juan Manuel Urquijo, receloso de que una de sus niñas bebiese los vientos por un Primo de Rivera, símbolo de revolución y peligro en el Madrid de la época. Y lo cierto es que, a juzgar por los hechos que sucedieron luego, el cauteloso progenitor no iba en absoluto descaminado. Los tambores de boda redoblaron, aun así, el 8 de julio de 1933 con la ausencia durante el enlace del padre de la novia, sustituido por José Antonio, que actuó como padrino en una ceremonia presidida por el nuncio del Papa en España, monseñor Tedeschini.

A esas alturas, José Antonio le había formulado a su futura cuñada la célebre pregunta cargada también de ironía: «¿Estás segura que querer entrar en esta familia de locos?»… Y por supuesto que «entró» ella, enamorada hasta el tuétano del gran galán de su vida. Aquella noche tórrida del 13 de julio, el matrimonio Primo de Rivera-Urquijo había salido a la terraza de su casa en busca de alguna corriente de aire que mitigase el sofoco. Sus dos hijos, Miguel, nacido el 17 de agosto de 1934, y María del Rosario, el 17 de julio de 1935, dormían ya plácidamente en su dormitorio.

El matrimonio había planeado un viaje a Alemania, donde Fernando pretendía ampliar sus estudios de pediatría y eludir los acechantes peligros para su familia en una ciudad tan convulsa como Madrid. El año anterior había trabajado durante un mes en un hospital alemán de niños.

Pero aquella noche alguien aporreó inesperadamente la puerta de entrada a la vivienda. En el momento de la detención, Fernando guardaba en el bolsillo los dos billetes de avión a Alemania que le había proporcionado su benefactor, el doctor Gregorio Marañón, según me comentaba en su día el propio hijo de Fernando, Miguel Primo de Rivera y Urquijo. Aquella noche, Pilar volvió a nacer gracias al aplomo de su hermano pequeño, quien rogó a sus captores que no despertasen a los niños, interponiéndose entre ellos y la puerta del dormitorio. Fernando era el más alto y moreno de todos los hermanos. Pero quien en realidad estaba dentro era Pilar, que desde el asedio de la capital se había refugiado en casa de su hermano para ocultarse de los que iban en su busca.

La muerte de Fernando, el 23 de agosto, fue un aldabonazo para la familia, y en especial para Pilar, muy unida a él. Ana María de Azpillaga me hacía partícipe de esta revelación: «Fernando pudo haberse salvado –aseguraba–. Yo conocía a todo un personaje que se quedó fascinado nada más verle: el banquero Juan March. Éste, en persona, me contó un día cómo se sintió deslumbrado por su despierta inteligencia cuando Fernando fue a pedirle dinero de parte de José Antonio para el Movimiento que se estaba organizando. Entonces, Fernando le dijo: «Don Juan, debo regresar a Madrid porque el 16 de julio es la fiesta de mi suegra Carmen [de Federico y Riestra] y nos quiere tener a todos juntos. Pero la fiesta se quedó al final en tragedia…». Fernando tenía 28 años y todo un brillante futuro por delante.

El mejor de los hermanos

Su propio padre, el dictador Miguel Primo de Rivera, consideraba a Fernando el más valioso de todos sus hijos, según Pilar: «Era el mejor en lo intelectual, en los ejercicios físicos, en el compañerismo, en el valor, en la modestia…». Concluida la Academia de Caballería como alférez, en 1928, Fernando fue destinado al Regimiento de Húsares de la Princesa. Opositó luego a la Academia de Aviación y en los ejercicios de ingreso, firmados con seudónimo para evitar chismes y murmuraciones, obtuvo de nuevo el número uno. Pidió plaza como voluntario en Villa Cisneros, en el desierto español. Finalmente, inició los estudios de medicina en la Universidad de San Carlos culminados con la misma brillantez que los castrenses. El 1 de noviembre de 1934 obtuvo la licenciatura con especialidad en medicina general y la admiración personal del doctor Gregorio Marañón, con quien trabajó en el Hospital General (hoy Museo Reina Sofía).